Cuando el auto-conocimiento nos libera de los patrones destructivos de las relaciones
por Bel Cesar em STUM WORLDAtualizado em 19/01/2010 14:07:09
Traducción de Teresa - [email protected]
El proceso de auto-conocimiento sigue un camino continuo y gradual, pero inevitablemente requiere algunas actitudes básicas, como honestidad, coraje, apertura, discernimiento y paciencia. En otras palabras, solo aprendemos a conocernos cuando cesamos de enojarnos con nosotros mismos y dejamos, de una vez por todas, de seguir el hábito de denigrarnos. Es decir, en la medida en que nos damos cuenta de que estamos haciéndonos daño, somos capaces de invertir gentilmente ese proceso.
Cuando confiamos en nuestra capacidad de rescatarnos de una actitud destructiva, pasamos a no tener ya por qué temernos a nosotros mismos. Este es el estilo de vida interior que cultivamos cuando aplicamos las enseñanzas del budismo tibetano, pero, con toda seguridad, otros muchos sistemas también están basados en este fundamento. Pero aquel que busca el auto-conocimiento sabe que cada vez más nuestra sociedad nos desafía a poner más atención fuera que dentro de nosotros, es decir, a creer que necesitamos más del mundo externo que de los recursos internos.
Esta es la gran ganancia del auto-conocimiento: saber reconocer y movilizar todos los recursos internos. Por ejemplo: podemos sentir que no estamos preparados para lidiar con determinada situación, pero al reconocer y aceptar nuestros puntos de vulnerabilidad con la intención de fortalecerlos, en vez de considerarnos inadecuados, sentiremos la esperanza de estar dando un primer paso hacia la solución. Entonces, algo cambia: ya no estamos atollados en el mismo punto del sufrimiento.
El próximo paso consiste en saber recibir ayuda. Muchas veces tenemos una imagen idealizada de nosotros mismos: ¡En nuestro imaginario, creemos más ser quien deberíamos ser, que quien realmente somos! Por ejemplo, cuando nos parece que ya deberíamos tener superado el impulso de seguir un hábito que ya sabemos que es destructivo. Sea de una droga o de una relación. Si negamos nuestra vulnerabilidad frente a este hábito, ella nos atacará en cuanto “bajemos la guardia” respecto de ella. ¡Pero esto no quiere decir que estemos condenados a vigilar eternamente nuestros puntos flacos! Este es el punto del volteo. Saber recibir ayuda para conquistar una nueva mirada sobre una misma situación.
Mientras neguemos la realidad de que cierta actitud interna o incluso de que una situación externa nos hace daño, nos mantendremos presos a ella. Tan solo cuando admitamos nuestra dependencia en relación a esta actitud o situación, será cuando empecemos a movernos hacia una nueva salida. Por ejemplo, cuando nos sentimos dependientes de una relación destructiva. Ya sabemos que esta relación nos hace daño, puesto que moviliza más nuestros puntos flacos como el miedo y el resentimiento, que nuestro potencial creativo para seguir adelante. ¡Un terapeuta o un amigo sabio han de ayudarnos en este momento a reconocer qué y cómo lo proyectamos en el otro, impidiéndonos ser quienes somos!
En otras palabras, cuando nos sentimos dependientes del otro es porque estamos bajo su comando. Hemos perdido el acceso directo a nuestra voz interior. No logramos escucharla por nuestra propia vía. Nos parece, aunque erróneamente, que necesitamos del otro para ser quienes somos. ¡En otras palabras, cuando creemos necesitar del otro como portavoz de nuestros anhelos más profundos, le otorgamos un poder extremo y peligroso! Pues cuando procedemos así nos vemos vacíos de nosotros mismos, ya que el otro es lo que nos hace existir. Si nos sentimos vacíos corremos el riesgo de aceptar ser colmados por cualquier cosa. Cuando las relaciones llegan a este punto, de hecho es muy triste. Una relación solo es saludable cuando es rica en su potencial de intercambio y está libre de la competición enconada de quien domina la relación.
Paule Salomon, en “A Sagrada Loucura dos Casais” - (La Sagrada Locura de las Parejas) - (Editora Cultrix) escribe algo bastante esclarecedor respecto de esto: “Volverse dependiente de alguien es también tenerle bajo tu dependencia, para asegurarse de que la relación va a continuar, de que el otro no va a dejarme. Cuanto más entramos en ese papel de dominador o de dominado, más necesitamos del otro para existir”. O sea, cuanto más acusamos al otro de nuestro malestar, más cerca de nosotros lo traemos. Pues a medida en que lo hacemos responsable de nuestro bienestar, más dependeremos de él.
A pesar de que los juegos de poder en las relaciones generan malestar, mantienen a la pareja cada vez más presa en una relación destructiva. Paule Salomon esclarece: “Todo ocurre como si los dos continuasen ignorando lo que el otro busca, y lo que ellos mismos buscan, girando siempre en círculo, ciegos y desesperados, con algunos momentos de tregua. Ellos continúan girando en torno al vacío de sí mismos y no hay casi nadie más para acompañarlos en esa ronda infernal. Cuanto más aumenta la presión, más se ven presos el uno al otro. Cuanto menos satisfechos quedan en su demanda fundamental, más se frustran y más esa frustración les lleva a reproducir compulsivamente comportamientos inadecuados... Hacer presión, enviar un doble mensaje, crear una complicidad circular, manipular al otro, convertirse en dependiente, estar inadaptado a la realidad, repetir las mismas histerias, esas son las características de los juegos de poder”. (P. 103)
Entonces, por medio del auto-conocimiento, podremos gradualmente saber quiénes somos y cuáles recursos necesitamos cultivar para tener acceso a nuestros deseos más auténticos, sabiendo que somos merecedores de respeto, cariño y gentileza.
El auto-conocimiento es dinámico, por tanto, lleno de altibajos: ora nos sentimos fuertes, ora frágiles. La sinceridad con que aprendemos a lidiar con ambas situaciones es lo que nos llevará a sentirnos vivos internamente. ¡Cuando ya no tenemos por qué evitarnos, tampoco tenemos ya por qué sentirnos vacíos!