¿Cuándo fue la última vez que has llorado por gratitud?
por WebMaster em STUM WORLDAtualizado em 24/05/2016 09:20:15
Autor Irlei Wiesel
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Traducción de Teresa - [email protected]
Al final de la tarde, procuro estar en mi paraíso. Este lugar especial es un santuario para mi, en él es donde mis emociones afloran. Yo permito que el canto de los pájaros, la puesta de sol, el olor de la hierba cortada, los niños jugando en la plazoleta, la brisa del viento, el calor del verano, me envuelvan y me desarmen. Me sumerjo en este paraíso pesada aún, cansada y llena de pensamientos relacionados con el trabajo, los proyectos, las obligaciones y metas.
El cuerpo tenso revela una fisiología propia de mujer de negocios, moderna y atenta a las necesidades del mercado. Este perfil profesional incansable, que entra en la pista de carreras conmigo, se desprende de mí ya en la primera vuelta. Correr o caminar en mi paraíso es muy especial.
En cuanto piso la pista, con mis tenis llamados libertad, literalmente comienzo a desintegrarme. Sí, observo mi cuerpo, mente, espíritu y alma desintegrarse. Aquella Irlei, que comienza el día a las 6 de la mañana, poco a poco reduce su ritmo interno, relaja la mente, observa la naturaleza, respira aromas diferentes y se rinde a la belleza de la puesta de sol.
Cuando los tenis llamados libertad tocan la tierra, el mundo de las ideas se desconecta, el peso del cuerpo desaparece, el sudor hace recordar que existe un cuerpo físico, pero el alma simplemente fluctúa, sin pensar, proyectar, desear, exigir o culpar. Segundos de total desligamiento físico, que inspiran a la trascendencia. En este punto, se inicia la desintegración y, a nivel inconsciente, se produce la sustitución de un viejo ropaje por uno nuevo.
Recordando que es un abandono de algo que no tiene mucho contenido, pero que de alguna manera hacía pesar la vida. Cuando observo, hipnotizada, lo que mi paraíso hace conmigo, yo únicamente:
- Lloro, lloro en silencio;
- Corro, sudo y lloro;
- Respiro, observo la puesta de sol y lloro;
- Escucho música suave, corro y lloro;
Es posible, en aquel exacto momento, notar cómo la gratitud se materializa.
¡Lloro de gratitud!
Este es el llanto que:
- Lava;
- Limpia;
- Sana;
- Reduce el ego;
- Armoniza;
- Eleva la autoestima;
- Aflora la sensación de pertenencia y merecimiento;
- Despierta la paz;
- Revela abundancia;
- Encanta por el amor y mucho más.
Nace espontáneamente un sentimiento que es pura complicidad, me refiero al auto-amor. Siento deseos de abrazarme, sonreír, agradecer, y deseo llevar esta felicidad conmigo para siempre.
Este estado de felicidad, mezclado con la gratitud espontánea, es un bálsamo.
La desintegración del cuerpo en mi paraíso, todos los finales de tarde, viene siendo mi remedio desde hace más de 15 años. Yo soy Irlei, pero también soy la naturaleza, la carrera, la caminata, el cielo que se llena de color para que yo me encante, el olor de las plantas, de la hierba, el canto del quero-quero, el viento en mi rostro, el sudor, el amor, la felicidad, el desligamiento, la conexión, la armonía, la certeza de que soy más de lo que soy, de que soy mejor de lo que pienso, de que son más competente de lo que supongo, de que pertenezco a un paraíso que a veces parece hostil, pero que me da todo lo que merezco. Estoy agradecida y lloro de gratitud, deseando que mis ángeles alcancen el tamaño de mi sentimiento, para que puedan conducirme a fuentes todavía más intensas.
Yo merezco cosechar buenos sentimientos, pues mi intención y mis acciones van en esa dirección.
El día en que el encanto ya no me encante y la gratitud ya no se revele en mí, entonces estaré fuera de mi ruta.
Y tú ¿lloras de gratitud?
¿Cuándo has llorado por última vez?
¿Puedo ofrecerte un pañuelo?
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