Da inocencia a tu mirada
por WebMaster em STUM WORLDAtualizado em 12/01/2008 12:36:17
por Wilson Francisco - [email protected]
Traducción de Teresa - [email protected]
La inocencia es una gran conquista del espíritu humano y le confiere un poder extraordinario. Ten una mirada inocente, deshaciendo el miedo y la complicidad sórdida y maldosa que incendia muchos corazones. Irradia inocencia en la mirada y en la sencillez de los gestos, para que la persona que interactúa contigo tenga confianza absoluta en que estás a su lado, compartiendo ideales y metas.
Ten una visión incontaminada de las personas y acontecimientos, actitud muy natural en los niños. Jung nos habla del niño divino que hay en ti, al que las fieras no atacan, mientras que Jesús, el gran Maestro, nos enseña que el Reino de los Cielos pertenece a los que viven la sencillez de los niños.
Desarma a las personas, mirándolas con sinceridad. ¿Conoces el origen de la palabra sincera? Hace siglos los artesanos en Egipto fabricaban vasijas de cerámica. Cuando la calidad del producto era total, dispensaban la cera y los vendían sin pulimento alguno. Los compradores, entonces, exigían: queremos vasijas sin cera (sincera). Esto es lo que pide la vida, actitudes sinceras, sin barniz, ni fantasías.
Se cuenta que Jesús caminaba por la Tierra, cuando en un tramo del camino los discípulos desviaron la ruta, tapando la nariz, porque un perro muerto exhalaba mal olor. El maestro galileo aprovechó la oportunidad y mirando tiernamente aquel cuerpo que se deshacía dijo: qué lindos dientes tiene ese animal.
Haz inocente tu vida, deshaciéndote de resquemores y juzgamientos pasados, dejando a un lado las amarguras de errores que has cometido, pero que ahora ya no te pertenecen. Aquella persona que pasa, con expresión cruel, puede ser alguien que ha sido alcanzado por un dardo ponzoñoso; tal vez esté a vueltas con una pérdida irreparable, y por eso sufre y pone en la mirada toda su ira, por su mala suerte.
Cuando yo todavía era joven, permanecía toda la tarde sentado a la puerta de mi sala, haciendo los deberes de la escuela y veía a una señora, parienta mía, pasar sin dirigirme palabra alguna. La actitud descortés de esa mujer siempre me indignaba, hasta que un día mi madre comentó, como una respuesta de Dios a mi descontento: Wilson, tu tía está en una situación difícil, ha perdido casi toda la visión y ve muy poco. Cuando pase por la calle, salúdala, ella te oirá y sabrá que estás ahí sentado. Comprendí la lección y en silencio pedí perdón por haber juzgado.
49 minutos fue el tiempo que el jurado del Condado de Cook, Chicago, tardó en decidir sobre la condena del joven Richard Speck. La persona que mejor conoció la personalidad de Richard fue el psiquiatra Dr. Marvin Zyporyn. Conversó varias veces con el muchacho. Muchas personas me preguntan cuáles son mis sentimientos en relación a Richard. Le aprecio. Es amable, servicial, generoso y alegre. Es muy atrayente.
Para mí no es el monstruo que la prensa retrata. Es un chico confuso, tenso, amedrentado, que busca desesperadamente ser amado, afirma el Dr. Zyporyn. Tras la muerte de su padre se inició en la delincuencia con 13 años. Despreciaba a las mujeres, condenando a la madre, porque ésta decidió casarse otra vez.
La indagación que se hace es la siguiente: ¿Por qué Richard asesinó a las enfermeras? El Dr. Marvin afirma que Richard es un ser humano impulsivo, infantil, emocionalmente inestable, torturado por dolores de cabeza, que mitigaba con tóxicos barbitúricos, tenía una personalidad compulsiva-obsesiva, rígida, punitiva, que contenía hostilidad inconsciente contra el sexo femenino. Era un enfermo.
La justicia no lo exculpó y la pena de muerte fue ejecutada. Richard dejó el cuerpo. El Dr. Marvin propuso otra sentencia. “El hecho de que yo apreciase a Richard no significa que disculpe sus crímenes, que por cierto, ni siquiera él mismo disculpaba. Es fácil perdonar al inocente. La marca de la verdadera humanidad, sin embargo, es perdonar a los culpables.”
¿Consideras que alguien pueda ser el culpable de lo que está pasando en tu vida? Pura equivocación. Ni Dios, ni los políticos, los hijos, el marido o los vecinos son los causadores de tu infelicidad. Estás en el mundo para aprender a desvendar tus misterios, descubrir tus habilidades y realizar el Bien en ti misma. Nada ni nadie puede ser responsable por tu vida.
De vez en cuando, tiene lugar en tu Universo personal, lo que denomino estampida de la manada. Pierdes el control sobre tus instintos. Sí, la manada puede dar la estampida y no dejar piedra sobre piedra, los mojones del cercado serán derribados, el fango y el polvo teñirán de marrón el horizonte y un solo ruido restará, en la planicie.
Deja, que la manada dé la estampida... Ella volverá, te pertenece, es parte de ti. Está compuesta por tu ego, tus idiosincrasias, tus proyectos, tus miedos. Y cuando el silencio se haga y de tu pecho brote un dolor inmenso, deja también brotar de tus ojos esas perlas de Dios, las lágrimas, para que bañen tu rostro, tu cuello y tus pasos. Ellas blanquearán tu cuerpo y tu alma.
Después, vuelve al campo y reúne lo que ha quedado, levanta los mojones, estira los alambres, cura las llagas que han surgido en tus manos y reconstruye este escenario que es solamente tuyo.
Y mantente en tu camino, sin juzgar a los demás ni apiadarte de ti misma. Eres un ser común, con actitudes e impulsos normales. Inspecciona tu cuerpo, tu alma, obsérvate y considera lo que puede ser cambiado, cámbialo. Investiga lo que puede ser mejorado, mejóralo. Pero no te juzgues, ni te condenes.
Da inocencia a tu mirada y guarda para ti las mejores palabras, los elogios. Mírate al espejo y di: tú eres guay, chica. Tú eres una vencedora. ¡Tú me gustas!
