De las riquezas de la vida
por WebMaster em STUM WORLDAtualizado em 03/12/2013 11:11:44
por Adriana Mangabeira - [email protected]
Traducción de Teresa - [email protected]
Las riquezas de la vida son muchas: posición económica, aprendizajes, amor, relaciones...
Toda la Naturaleza es rica y de ella formamos parte. El humano es el único ser que a veces se siente no afortunado. Todos los seres viven en perfecto fluir, disfrutando de todas las riquezas: el sol, la tierra, los nutrientes, el aire, el agua…
El humano es el único ser que se siente separado de todas las riquezas; para justificar y mantener ese sentimiento crea expectativas y necesidades que están fuera de sí mismo, fuera de su naturaleza esencial.
El amor de alguien, un empleo, un coche, una casa, un viaje… estos son deseos.
Pero los deseos no traducen lo más importante: el anhelo. ¿Cuál es el anhelo? Podemos resumir el anhelo del ser humano en pocas cosas: ser amado, ser útil, ser productivo, seguridad, paz, tranquilidad…
Los objetos de deseo son medios que vemos, conforme a nuestra visión del mundo, de nosotros mismos, conforme a nuestras creencias – nuestras en una parte y en otra absorbidas del colectivo (familiar, social).
Sólo el ser humano está dotado de deseos. Los deseos son muy importantes, son fuente de motivación para superarse, para refinar sus contenidos, su percepción de sí mismo y poder aproximarse, en su idea, en su autoimagen, a su naturaleza divina y a su perfección.
El mayor reto es desapegarse de la autoimagen existente: el “desfavorecido”, ya sea en lo financiero, en lo afectivo o en la salud. Nos vemos de una cierta forma, y sobre ello construimos nuestra vida, nuestra auto-identidad. Esto es necesario durante cierto tiempo (hasta los 28 años de edad, aproximadamente), es nuestra fuente de motivación para la construcción, lo que nos mueve hacia nuevos niveles de nuestro “existir”.
Una inmensa llamada interior de nuestra alma, de nuestra conciencia, a nuestra estructura humana (mente, cuerpo y emociones), resuena diciéndonos que eso no es suficiente, que podemos más. Ese “más” puede traducirse en nuevos e insaciables, interminables deseos, si continuamos, después de los 28 años de edad, principalmente identificados con la estructura únicamente tridimensional (cuerpo, mente, emociones). Si seguimos el fluir natural y dejamos que la conciencia, esa voz que clama, tome el timón y conduzca, eso significa la espiritualización de la materia (cuerpo 3D) y este “más” se traduce en la necesidad de paz, de únicamente SER y de aceptarse.
No contemplando nuestro potencial divino, nuestro poder personal, nuestro Lugar de Poder, nuestro espacio Sagrado, esperamos que algo nos lleve a este ascenso. Permanecemos aguardando el ascenso profesional, el éxito en lo afectivo o en lo económico, y la salud plena.
Pero esta llamada, de hecho, no es de nuestra mente a lo externo. Es de nuestra conciencia a ese ambiente, para ella externo, que es nuestro cuerpo mental, físico y emocional. Es un clamor por los CAMBIOS, por la ACCIÓN CONSCIENTE Y COMPASIVA.
La compasión no es para con el otro; el perdón no es para con el otro; la buena fe no es para con el otro. Es para con uno mismo. Es creer en la propia capacidad, reajustar el tamaño que pensamos tener, desapegarnos total y completamente de quien creíamos ser hasta este exacto momento.
Vigilar pensamientos y palabras y evitar auto-descripciones. Toda auto-descripción está basada en el pasado, en las memorias de lo que hemos sido hasta un segundo atrás; pero que ya no corresponde a aquello en que nos hemos convertido en el último segundo, en el último aletear de una mariposa en algún lugar del Universo, que reverbera en ondas hasta alguna parte de nuestras células y activa algo en nuestro ADN, que contiene predisposiciones, sabidurías, talentos y potenciales desconocidos.
A todo instante somos “empujados” a ser lo MEJOR. No mejor que nadie, sino mejor de lo que éramos hasta ahora. Mejor de lo que éramos es ser rico, es todo cuanto podemos ser. Eso va a reflejarse en lo afectivo, en la recalificación de la sexualidad, en la paz de espíritu, en la salud integral.
“Yo prefiero ser esa metamorfosis ambulante”, parafraseando a Raúl Seixas, es un buen lema de vida. Vivimos muertes y renacimientos múltiples, multidimensionales, cada segundo. Tenemos un nuevo capullo que romper, lo cual duele, pero contiene en sí la certidumbre de que lo que viene después es la inevitable “condena” al crecimiento y a las alas, a VOLAR.
¿Cuándo sabe una mariposa que ha dejado de ser oruga y que ha llegado el momento de volar? Fatalmente cuando duele, pues se trata de otro capullo que se va. Un capullo cómodo, húmedo y calentito. Seguro. Pero una mariposa no puede elegir no ser mariposa. Ella no puede elegir permanecer siendo una oruga. Eso sería prolongar el dolor y negar la vida.
La ansiedad, gran mal de nuestros tiempos, es una fuga para no sentir, para no estar en el aquí y ahora. Proviene de un pensamiento basado en memorias del pasado, que inspira pavor respecto del futuro, y con ello un miedo inmenso a vivir el presente. Una forma de postergar el crecimiento. Crecimiento en cuanto conciencia.
Pero imaginad a una mariposa con ansiedad porque va a romper el capullo y tendrá que volar, sin garantía alguna de que no va a caer y a escacharrarse… con miedo… Totalmente comprensible, ¿cierto?
Pero todas las emociones de baja frecuencia derivan del miedo. Y lo contrario de miedo es el amor, pues el coraje es COR-aje (=actuar según el corazón). Aparte de fijarnos en el corazón, clave del secreto, es necesario fijarnos también en la ACCIÓN.
El capullo no se rompe él solo. El rompimiento del capullo es consecuencia de la decisión de aceptar tener que moverse hasta que se rompa, SIN AYUDA. Una ayuda puede ser fatal. Postergar el momento de volar puede ser fatal. Desesperador.
¿Te has fijado en que hay alas naciendo de ti en este momento?