El alimento del alma y de la vida
por WebMaster em STUM WORLDAtualizado em 16/07/2012 12:18:39
por Flávio Bastos - [email protected]
Traducción de Teresa - [email protected]
Aprendices en la escuela de la vida, sufrimos para aceptar el amor como la energía que llena los vacíos por los cuales padecemos nuestros dolores del alma convertidos en sufrimiento psíquico.
Vacíos existenciales, que por falta del alimento mayor, originan desequilibrios psíquico-espirituales representados por las patologías humanas en consonancia con las leyes que orientan la vida inteligente del universo.
Desconocimiento que resulta en crisis que desestabilizan a seres inteligentes por no emplear su potencial expansivo en beneficio de sí mismos y del bien común.
Bien de todos que debería ser la referencia de una sociedad próspera y feliz. Felicidad cimentada en la práctica del amor fraternal.
Como resultante del desvío en el recorrido de nuestras trayectorias vitales, hemos creado ilusiones, que como el efecto de una droga, nos satisfacen momentáneamente mientras la resaca no nos consume… hasta la próxima dosis, en un interminable ciclo de experiencias frustrantes en el ámbito del amor.
Aunque dotados de una fantástica capacidad de expansión de la conciencia, no conocemos siquiera un 40% del funcionamiento de nuestro cerebro y sus conexiones con la dinámica espiritual y cósmica.
Preferimos la vida de experiencia superficial o de apariencia, que emana de una visión distorsionada del ego y sus parientes cercanos: el egoísmo, el orgullo y la vanidad. Condición que nos somete a la energía de la materia y nos limita la visión de universo y la comprensión de la vida de una forma más intensa y profunda.
El vacío de amor que nos desequilibra, revela el vacuo, el casi-nada que resta de unas relaciones que se han perdido en los laberintos del desconocimiento de sí mismo y del otro. Migajas que intentamos compensar buscando la gratificación a través de nuevas relaciones.
De pronto, sin aviso previo, la insatisfacción invade nuestra intimidad, revelando lagunas y verdades escondidas por los mecanismos inconscientes que nos protegen del recuerdo de acontecimientos traumáticos. Dolor psíquico que se revela real, en forma de vacío no colmado por el alimento del alma, el amor.
Los siglos pasan y la búsqueda continúa, desorientada, a ciegas por la falta de una luz que ilumine el rumbo más seguro para recorrer. Hasta el momento en que, sufridos por tantos tropiezos, pérdidas y desilusiones, sentimos que la luz ha estado siempre cerca de nosotros, aunque no la hubiésemos percibido con los “ojos de ver”.
Los vacíos son como vías que no llevan a ninguna parte. Lugares que nadie transita, excepto el propio individuo, en busca de algo inaccesible debido a su percepción todavía muy dependiente de las necesidades del ego.
Pese a todo, los vacíos no duran para siempre. Ni se eternizan en la nada absoluta. Son transitorios, porque no hay mal o sufrimiento que resista frente a la energía del despertar de conciencia.
Despertar que revela la energía del amor envolvente, expansivo, que rellena lagunas, tranquiliza mentes, pacifica corazones y armoniza el ser.
Cuando el individuo encuentra el alimento del alma y de la vida, nutre a las personas que ama y se convierte en fuente de energía que ilumina la vida de mucha gente. Por tanto, ama, para que tus hijos y los hijos de tus hijos sean multiplicadores del alimento del alma. Cuánto más amor sembramos, menos tristeza, odio y enfermedades hallaremos esparcidos por el mundo.
