¡El amor que tú recibes no es igual al amor que tú das!
por Rosana Braga em STUM WORLDAtualizado em 08/04/2020 11:35:17
Traducción de Teresa
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Que tú y todo el mundo quiere ser feliz en el amor ¡eso es obvio! Y hasta debería ser obvio también sentirse merecedor de esa felicidad en el área afectiva. No obstante, por las más diferentes e inimaginables razones, mucha gente, en su más recóndito, ¡no se siente merecedora!
Y el mayor problema, a decir verdad, quizá no sea siquiera no sentirse. Porque para eso hay solución. El mayor problema es que la persona considera que lo merece, pero vive como si no lo mereciese. O sea, sin saber siquiera que procede como quien acepta migajas, que implora amor, que no pone límites al otro, que no sabe decir 'no', que desconsidera sus propios deseos, traga sapos y más sapos y está siempre sintiéndose inferior, menos que los demás.
Es la típica persona insegura, con baja autoestima, pero que viste una máscara de fuerte, de segura y confiada y va viviendo a trancas y barrancas. Sólo que la apariencia no es suficiente para que deje de sentirse siempre con un dolor en el pecho, con una tristeza que le hace doler la garganta, con una sensación de que lo mejor de la vida está a una distancia imposible de alcanzar.
Pues bien, si tú te sientes así, la cuestión es una sola: mientras no te contemples a ti mismo, incluyendo tus cualidades y tus limitaciones, acogiendo, respetando y amando a quien tú eres, nadie más lo sabrá hacer. Simplemente porque las personas nos tratan exactamente como uno mismo se trata. ¡Es inconsciente e infalible!
Si tú vives criticándote, juzgándote y rotulándote, si vives con miedo a decir lo que piensas, a incomodar, o a posicionarte y ser humillado, entonces es así, exactamente así, como la persona con quien te relaciones tenderá a tratarte. Ese es el mensaje que ella recibe sin siquiera percibirlo. Es eso lo que ella termina viendo en ti, pese a tu apariencia quizá fuerte y segura.
Y, a fin de cuentas, para eso sirven las relaciones: para mostrarnos de qué forma nos venimos tratando. Porque la calidad del amor que recibimos es exactamente la misma calidad del amor que nos damos a nosotros mismos. Pero la mayoría de las personas todavía cree que recibe el mismo amor que da a los demás. ¡No! Uno recibe el mismo amor que se da a sí mismo. Matemáticamente. Esa es la fórmula.
Tú puedes tratar al otro súper bien, ser persona cariñosa, atenta y fiel. Pero si tú no te tratas súper bien, no eres cariñosa, atenta y fiel a ti misma, a tus sentimientos y deseos, a lo que piensas y quieres, entonces el otro no sabrá tratarte sino de esa misma manera.
Y ¿quieres saber? ¡Allá en lo más hondo, tú eso ya lo sabías! Tú sabes que cuando te valoras y respetas, el otro está por ti, admira quien tú eres, y si el rollo no llega a noviazgo, al menos será una gratificante y placentera amistad! De esas que hacen que el encuentro valga la pena por el simple hecho de hacerte ver que, aunque no ha sido esta vez, estás más y más cerca de vivir el amor que deseas con quien tiene absolutamente todo que ver contigo!
