El amor universal
por WebMaster em STUM WORLDAtualizado em 17/01/2013 13:33:28
por Bernardino Nilton Nascimento
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Traducción de Teresa - [email protected]
Así como el amor de Dios constituye el desarrollo de cada uno de nosotros y del mundo entero, del mismo modo, él está constituido por el amor de la humanidad. Es en el amor divino donde ocurre la última fase del desarrollo humano. Es en él donde el amor de todos los seres, con amor sencillo de Dios, comulga.
El amor de Dios, que engloba todos los seres y todo lo que es de la Creación, no se distingue del amor que debemos sentir por nuestros hermanos los seres humanos, sean de la familia o no. Lo que eleva a cada uno de nosotros es el amor por la humanidad.
La unidad universal debe ser vivida y presenciada por Dios, y no por el amor aislado de cada uno. Él nos permite perfeccionarnos para que desarrollemos un solo amor. Ese amor divino que pasa por nuestros corazones para unirse a una sola familia: la del amor universal. Porque está por encima de todo, debemos dirigirnos a lo que es, al mismo tiempo, más universal y más profundamente personal en el prójimo. Nuestra relación no es una vocación divina, y no tenemos cómo escapar de esto con facilidad. Sería más fácil salir del mundo de las agonías y tristezas por el conocimiento de las leyes divinas, que huir de ellas.
Siendo la unidad en el todo, cuando aprendamos que el amor de Dios y el nuestro son únicos, continuaremos libre y voluntariamente viviendo en ellos. En el amor, la solidaridad humana nunca será una angustia. Sentiremos en el amor único la necesidad de crecimiento de cada uno. Debemos sentir y ayudar al prójimo por el amor, por la evolución, y no por el sentimiento mezquino de la lástima. La lástima es un sentimiento que no reside en nuestros corazones. Es fruto únicamente de nuestros pensamientos.
El centro de todo, la médula de todos los seres humanos, está en el corazón, en el amor único, presente en cada uno de nosotros. Nacimos con ese ADN de Dios no solo aquí, sino al comienzo de todo, cuando el secreto de esa existencia es revelada a cada uno que llega a la cumbre de la pirámide del crecimiento humano. Y nadie ha llegado allá sin el amor a la humanidad.
Incluso fuera de los muros visibles de la crueldad humana, nadie está exento de practicar una caridad fraterna y auténtica del corazón, pues ningún ser humano permanece ajeno al impulso del amor único y de la fuerza de la energía y de la atracción del corazón de Dios. Es incluso posible ver la existencia de seres humanos que se sitúan fuera de esta energía divina. No obstante, nos incumbe a nosotros sumar y energizar por el amor único a todos, para que ese amor se convierta en el destello que vaya a clarear lo que ya existe en todos nosotros, que es la compasión y la luz divina.
Todo ser humano que ama verdaderamente a su prójimo obedece a una voz que es más santa que él mismo. Algo que merece la dedicación total y el don sin reservas.
Pero sólo el que siente el amor único percibe que vive en el corazón de Dios, logra vislumbrar el aura de cada uno y prever sus alegrías y sus sufrimientos, anticipando, de corazón, los pasos que deben darse para liberar a nuestros hermanos de las garras de la ignorancia y del descrédito.
El corazón refleja, conscientemente, el brillo cristalizado de otro corazón. Usemos ese don del corazón para alimentar nuestras almas con el amor de Dios. Toda nuestra fe y todo nuestro progreso espiritual y material, también están en el sentimiento de este mágico amor divino. Con nuestro corazón iluminado, viviremos en una plenitud de goce por la vida, pues todo camina para que nuestros sueños y deseos se cumplan. Cuando abramos el corazón para ofrecer nuestro amor, como para recibir el amor de Dios, sabremos que no hay diferencia entre uno y otro.
En el corazón, bajo el velo de la fe, pero en una inmediata y misteriosa alegría, se realiza el encuentro que nos eleva al punto más alto de las emociones. El encuentro de cada persona, en comunión con las demás personas, con su amor y el amor de Dios. En él se acumula la tensión de la expectativa del amor, que hará, un día, despuntar el destello que iluminará el cielo y la tierra. Si el sentido único de todas las cosas y de todas las posibilidades de la Creación consiste en ayudar a la humanidad, en madurar la fe hasta el juicio final, este sentido se ve realizado en la medida en que ellas son reconocidas dentro del corazón. Por él, todas las fuerzas que construyen nuestra aura son purificadas por el amor divino, reunidas y liberadas para servir a la verdadera unidad del amor.
El mundo entero, liberado de los dogmas, de los vicios, puede considerarse una construcción de la imagen de Dios, pues él representa la evolución del universo, el amor único por todas las criaturas de su Creación.
BNN