El Aspecto simbólico de la Muerte a lo largo de las Vidas
por WebMaster em STUM WORLDAtualizado em 17/08/2014 09:54:27
por João Carvalho Neto
Traducción de Teresa - [email protected]
Nuestra intención en este texto es levantar una reflexión sobre el simbolismo presente en el fenómeno de la muerte y sus consecuencias en la construcción del imaginario transpersonal del ser humano.
La muerte es un hecho inevitable en la vida de todos nosotros e incluso negando defensivamente su fatalidad, ella siempre estará presente, lo mismo como experiencia real (en la muerte de familiares y amigos), que como expectativa en relación al término de una encarnación.
Probablemente el principal aspecto simbólico ligado a la muerte es el sentido de la temporalidad en todo: contextos existenciales, posesiones materiales y relaciones afectivas.
La relación apego/desapego será puesta a prueba en cada una de esas experiencias de muerte, en el camino hacia el desarrollo en el ser humano de una auto-percepción cada vez más profunda, cada vez menos ligada a las informaciones externas y más vinculada a un sentido subjetivo de la propia existencia.
Ello porque nuestra autoimagen acaba siendo construida más por las informaciones de los demás que por la percepción de nuestros contenidos archivados de vidas pasadas, y que nos hacen hoy tal como somos. La búsqueda de autoconocimiento y autonomía de nuestra personalidad en relación a los agentes externos, se producirá mediante la inversión en esos momentos de aislamiento y autoanálisis, situaciones que la muerte propicia en nosotros o incluso nos impone.
Entramos en un terreno delicado y sufrido de comprender, pero lo cierto es que todos somos solitarios dentro de la construcción de nuestra madurez psico-espiritual. Claro que vamos a caminar junto a otras personas, compartiendo momentos, vidas enteras, con tareas comunes que realizar, posesiones conjuntas; pero pese a todo, cada cual va a sentir y vivir estas experiencias de forma única y subjetiva, estableciendo nuevos significados por influencia de los contenidos individuales elaborados a lo largo de las encarnaciones anteriores. Como nadie vivió una vida exactamente igual a la del otro, nadie establecerá sentido a los acontecimientos actuales del mismo modo que los demás.
Por eso somos solitarios dentro de nuestra percepción subjetiva de la vida. Nadie va a sentir el mundo como tú, ni atribuirá sentido a los acontecimientos como tú, ni va a reaccionar como tú, porque nadie posee contenidos referenciales iguales a los tuyos para atribuir nuevos significados.
Gracias a esto, nuestro camino de aprendizaje es personal e intransferible, tanto en lo que atañe al pasado como a lo que nos espera por delante.
Considero incuso que esta situación está dentro de cierta transitoriedad, una larga transitoriedad, que nos llevará a una aprehensión más globalizada y unificada de la plenitud, en la medida en que nuestras conciencias alcancen una expansión que pueda aprehender la totalidad. Defiendo esta idea en mi libro "Psicoanálisis del alma". Pero hasta llegar a ese auge del proceso de desarrollo de la individualidad cósmica que somos, estaremos como partes fragmentadas del todo, con percepciones relativas y subjetivas de la realidad de nuestro entorno.
Pues la muerte nos pone en este ejercicio de percepción de nuestra soledad interior, de nuestra exclusividad psíquica, y eso es fundamental, aunque sea doloroso, para la maduración consciencial.
Para seres todavía frágiles como nosotros, dependientes invariablemente en mayor o menor grado de las relaciones y posesiones que nos atribuyen sentido, encontrarse solos puede ser un fuerte golpe en las estructuras egoicas, construyendo un imaginario traumático ligado a las sensaciones de separación y pérdida, que se acumulan y van creando predisposiciones sintomáticas para las encarnaciones subsiguientes.
O sea, es como si al nacer ya trajésemos un natural temor a una separación y pérdida inevitables que un día habrán de concretizarse.
Esto, dependiendo de las variables individuales, conduce a la aparición de temores y angustias en la colectividad humana.
Aunque la persona no se detenga a analizar tal situación ni se dé cuenta de sus miedos ligados a este momento, ésta seguirá viva y activa influyendo sobre nuestras vidas.
Una de las causas principales del Trastorno de Pánico está asociada a la inseguridad que esta sensación de la no permanencia provoca.
Por eso, la medida del apego humano establecerá el formato de la reacción al fenómeno de la muerte: cuánto más apegado a los diversos aspectos de la vida esté el encarnado, más el simbolismo de la no permanencia en la muerte estará actuante y susceptible de producir síntomas patológicos. Cuanto más desapego, más naturalidad en la transición a la vida post-mortem, menos formación de traumas ligados a pérdidas y alejamientos, más armonía y plenitud que se traspasarán a las vidas siguientes.