El camino de la curación
por WebMaster em STUM WORLDAtualizado em 28/09/2012 13:09:57
por Flávio Bastos - [email protected]
Traducción de Teresa - [email protected]
“Aquel que cree en mí hará también las obras que yo hago y otras más grandes hará, porque yo voy al Padre”. (Jesucristo)
¿Qué hace a una persona desengañada revertir un cuadro clínico terminal, hasta el punto de ser considerada curada por la medicina? Esta y otras cuestiones afines son mayúsculos puntos de interrogación para los cuales no encontramos respuestas plausibles. Milagro, fenómeno ¿o una consecuencia natural cuyos criterios todavía desconocemos?
El hecho es que desde tiempos inmemoriales, cuando el hombre extraía de la naturaleza bruta el lenitivo para los dolores del cuerpo y del alma, la palabra “curación” ya era usada, a espaldas de su verdadero significado. De esta forma, el sufrimiento humano nunca ha dejado de existir, aun teniendo en cuenta los progresos de la ciencia que ha logrado erradicar o controlar epidemias responsables de millones de defunciones en el pasado.
La curación es algo que al mismo tiempo nos fascina y nos intriga. Vida y muerte se hallan simbióticamente ligadas a su profundo significado, el cual no comprendemos porque para la mayoría de los humanos la vida es solo una jornada a cumplir en la dimensión de la materia.
En esta dirección, nos hemos apropiado del conocimiento relativo a la curación sin percibir que el potencial humano se halla trabado porque hemos descuidado un aspecto fundamental de nuestra naturaleza hominal: la trascendencia.
Sin lo transcendental, el conocimiento queda restricto a una mirada que estimula una acción condicionada a un “estado de cosas” representado por un ciclo que se repite interminablemente, sin significativos cambios o alteraciones de contenido.
Apropiado del conocimiento, el hombre persigue la curación sirviéndose de instrumentos compatibles con los mecanismos que interactúan entre la enfermedad y la perspectiva – o expectativa – de curación. “Apuesta” que se convierte en incógnita en el ámbito del relativismo de resultados, pues todo es posible en esta área, incluso el milagro.
El hombre domina su conocimiento, pero no tiene poder sobre la curación. Son polos que mucho más se alejan que se aproximan, pues no existe una fórmula consciente que definitivamente los una.
Restricto a una parcial comprensión de los mecanismos que determinan el sufrimiento, el hombre visualiza la curación de forma paliativa, sin profundizar en el saber que trasciende las barreras de la dimensión física.
Desviado del foco de su interdimensionalidad, se pierde en el laberinto de sí mismo, lo cual le produce la ceguera existencial que refleja la dependencia de sus propias limitaciones y condicionamientos.
Y el individuo se apropia de la curación sin la comprensión necesaria de que él solamente puede orientar al otro a lidiar mejor con su sufrimiento, sin que el resultado sea el anhelado. Eso a que el hombre denomina “milagro de la curación” escapa a su comprensión porque él no domina el conocimiento de ámbito interdimensional. Fuente inexplorada e inagotable de saber que puede ser aplicado en beneficio de la humanidad.
Por tanto, conocer las leyes de la naturaleza en simbiótica relación con el ser dotado de inteligencia y libre albedrío, representa un considerable avance hacia la aceptación de su transcendencia. Vasto campo de pesquisa que fertiliza el conocimiento de quienes buscan respuestas sobre los mecanismos psíquico-espirituales que interactúan a favor del sufrimiento o de la curación.
Descubrimientos y significados que alejan al hombre del “enigma” y lo acercan a la verdad sobre el “poder” de curar, aunque esta condición independa completamente de las influencias del ego visto como instancia de la personalidad orientadora del principio de realidad.
Hablamos del yo interdimensional, aquel que percibe los dos lados de su naturaleza sin discriminar o supervalorar a uno de los lados que pertenece al contexto existencial del espíritu encarnado.
En tal sentido, los grandes descubrimientos en el área de la medicina o del comportamiento humano, solo se producirán en el momento en que el hombre desvíe el foco de los valores que lo atan al materialismo, para una mirada que contemple el vasto campo de su interdimensionalidad.
Sin la fusión de conocimientos que la interconectan, el hombre permanecerá limitado a sus “misterios”, sin darse cuenta de que él no es curandero ni milagrero en el proceso vital, sino un ser cuyo potencial curativo se halla latente debido a la inconsciencia de sus condicionamientos que le impiden vislumbrar la luz que lo oriente en el camino de la verdad sobre sí mismo.