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El desapego, después de la pérdida

por WebMaster em STUM WORLD
Atualizado em 21/01/2008 14:15:05


por Wilson Francisco – [email protected]

Traducción de Teresa - [email protected]

Cuando aún vivía el comienzo de la juventud, un amigo me hizo esta confidencia: mira, Wilson, un día te he visto con personas que no eran buenas compañías. Estabas bebiendo con ellos, pasé por allí cerca, me quedé cortado, sin decir nada. Lo interrumpí, diciendo: Mira, si no has tenido el valor o la iniciativa de avisarme en aquel momento, ahora ya no es necesario. El tiempo ha pasado, y ya he superado aquel período nebuloso de mi existencia.

Siempre me acuerdo de ese hecho y por eso insisto siempre en que tenemos que advertir a las demás personas, pero no señalando defectos o enjuiciando. Sino hablando con el corazón y con mucha amistad. Porque después de que la persona va para el despeñadero y a costa de sacrificios y dificultades se recupera, ya no sirve de nada decir esto o aquello.

Todo el Bien que deseas para alguien, hazlo ahora; todo cuanto tengas que decir a un amigo, dilo ya, sin pestañear, sin escrúpulos sociales. Deja a tu corazón ejercer el papel que le corresponde, en la vida humana. Ahora bien, lo que haga esa persona con lo que tú le has dicho, es su problema. Tu parte está hecha. Evita siempre este lugar común: “Ya me parecía a mí que aquello era peligroso, etc. y tal”. Estas actitudes “angelicales” fuera de tiempo, no suenan bien a mis oídos.

Pues esto es lo que hizo mi amiga internauta con una madre que pidió socorro. Se sintió un poco incompetente, pero tomó la decisión acertada. Escribió una carta y dejó a su corazón que hablase más alto. Y habló tan fuerte y cariñosamente que su amiga escuchó y consiguió transformar sus palabras en palanca para su regeneración. Salió de los escombros de sí misma y rediseñó una nueva vida para sí propia, rescatando en Sí la dignidad y el coraje.

La amiga había perdido a una hija y le habla sobre ello con el corazón:

“Amiga, tu niña está contigo, todo el tiempo, tal como tú estás con ella... Tú continúas siendo el modelo y el puerto seguro; el intercambio entre el enseñar y el aprender de vosotras dos continúa existiendo, pese a la diferencia dimensional que limita, pero no separa a nadie. Tal vez una de las mayores tareas suyas en la actualidad, sea “atender” a los llamamientos sagrados de tu corazón maternal... Ella cede al impulso por amor, y por eso no se aleja mucho del resguardo del hogar o de los corazones que lo habitan. El proceso suyo ahora, como el de muchos otros en semejante trance de la vida, es el de un complejo aprendizaje y readaptación a los valores puramente espirituales, que aún no puede sentir en su completitud, simplemente porque todavía permanece, en esencia, con las mismas percepciones y sensaciones interiores de antes; el tiempo pasa más rápidamente en la espiritualidad; el proceso, entonces, está muy reciente para ella. La mayor dificultad, en estos casos, es el desapegarse, reeducarse para el amor constructivo, mirar más para el colectivo que para el “propio ombligo”. En la espiritualidad, el amor se conjuga en sentido colectivo, el amor/posesión está considerado como una grave forma de desequilibrio que, por lo tanto, requiere reajuste.

En ese reajuste, el ser estaciona, por decirlo así, hasta aprender cómo lidiar con sus impulsos, despojándose del sentimiento entorpecedor de la posesión o de los celos, muy propio de nuestra condición insegura e imperfecta. Y así, Dios va “esperando” por nosotros... Hasta que decidamos, a través del dolor o mediante el amor verdadero, despertar para un sentido Mayor de existir.
El desapego es el primer paso, la “clave” que abre nuestra conexión con lo Alto.

Dios nos escucha y atiende, sí, porque nada, en absoluto, se mueve para nosotros, sin que Él lo conceda. La cuestión es no apenas ser una “buenaza” o “no hacer daño”, es preciso más... Es la reconstrucción de Sí. Podemos percibir muy claramente que la inercia o ausencia de acción positiva, aunque justificada, causa daños y destrucción en nosotros y en nuestro entorno; por todo ello es por lo que tanto sufrimos y padecemos ¿te das cuenta? Acumulamos débitos, viviendo tan sólo en “números rojos”... Y aún pasamos todo el tiempo lamentándonos...

A veces me pongo a imaginar la extensión infinita del amor de Dios y de Jesús por nosotros. ¿¡Vaya paciencia, eh?! Como contrapartida, lo que más “oímos” a la espiritualidad es: paciencia, paciencia y paciencia...
Estoy de acuerdo con lo dicho a tu hija, sobre que eres muy guapa, por la irradiación de simpatía que hay en ti, en tu sonrisa... Comprendo cómo debe resultar doloroso para ella, verse de pronto, sustraída al “regazo de su madre” y – por lo que percibo – su grande amiga...
Compartir con el mundo aquello que siempre había sido solamente suyo, de forma tan especial, como los vínculos que unen madre e hija, asistiendo a todo “desde fuera”, como mera espectadora de una película.

Podemos dar muchos rodeos, pero acabamos de vuelta al punto principal: nuestra condición humana de eternos aprendices del amor.
No nos es lícito retroceder, somos impelidos hacia adelante.
Confía, cree: ¡todo está bien! La vida sigue su curso natural.

Vosotros estáis asistidos en la luz, porque entre vosotros existe el Bien y el Amor. Allá del “otro lado”, la solidaridad, el compañerismo y la caridad están latentes en todos cuantos poseen luz; por ello, tu niña ha sido y todavía está siendo especialmente amparada y bien orientada. Ella tiene una nueva trayectoria de vida por delante y está plenamente consciente de ello; frecuentará el servicio del aprendizaje hasta que se equilibre del todo y prosiga en su ruta evolutiva. Ella es un ser saludable, especialmente acogida, puede sentir alegrías y afectos, disfrutando de un abanico inmenso de privilegios, que pocos alcanzan sino con enorme dosis de sacrificios. Pero esa vida es la suya, es la realidad individual de otra persona... ¿y tú? Únicamente tú no aparentas encontrarte bien, amiga... Cuídate, porque sólo tú podrás decidir sobre eso, ya que la vida sigue adelante y aún habrá de contar mucho contigo, cada día más fortalecida en la fe, en el amor y en el conocimiento, aunque no te hayas dado cuenta, la mejoría íntima es imprescindible. Tu fortaleza, tu testimonio basado simplemente en el ejemplo, ya te ofrece una diminuta muestra de lo mucho que Dios cuenta con nosotros. Considera que muchos aún habrán de depender de tu fuerza, para avanzar, incluso tu propia hija.

Con paciencia, los dolores son todos tratados y curados a su debido tiempo, siempre que nos mantengamos orando, vigilando y procediendo para la construcción del Reino de Dios, que es la tarea que se nos ha confiado a todos, indistintamente.El Reino de Dios comienza en nosotros, primeramente; quien más necesita de ti ahora, ¡eres tú misma! Todos están muy bien y es más: tan sólo dependerá de ti... ¿Te has parado a pensar en la súper importancia de tu persona???
Expreso mi deseo de tranquilidad y desprendimiento, con el único propósito de compartir un poquito de mi conocimiento, del que Dios y mi voluntad me han permitido poseer. Me alegra el que se haya servido Dios de mí como una especie de canal o instrumento. Tengo mucha facilidad para escribir y puede incluso que no lo parezca, pero todo lo aquí impreso me ha ocupado poquísimo tiempo, en una especie de inspiración sin fallo alguno de continuidad. Ojalá sea, realmente, un buen aliento o indicio de luz, todo cuanto aquí he “anotado”. Quedad en Paz, siempre con Jesús. ¡Sé feliz, amiga! ¡Es preciso!

¿Consideráis que necesito añadir algo? Ella hizo para la amiga desventurada un poema de exaltación a la vida, un estímulo al coraje y, al mismo tiempo, llevó a cabo una conversación de corazón a corazón, del modo que tan bien saben hacer las mujeres.


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