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¡El difícil arte de amar al prójimo!

por WebMaster em STUM WORLD
Atualizado em 11/04/2011 12:55:27


Traducción de Teresa - [email protected]

El arte de amar, habilidad humana que expresa sobre todo sentimientos, pero además deseo y trascendencia, es un aprendizaje que el hombre busca desde tiempos inmemoriales.

Durante su larga trayectoria sobre la faz de la Tierra, el ser inteligente ha confundido amor con pasión y posesión. Esa confusión permanece en pleno siglo XXI, muy en función del principal vicio del ego, que es el apego excesivo a sí mismo en detrimento de intereses ajenos, llamado egoísmo.

Como resultante del egoísmo surge el egocentrismo, o sea, el yo observado como centro de la vida, que acompaña al ser dotado de libre albedrío hasta los días actuales, nublando su visión y limitando la percepción respecto del amor.

La incomprensión del amor, fundamentada en factores psíquicos y espirituales que se combinan, resulta en ese ser inseguro, carente, que busca en el otro la satisfacción que no encuentra en sí mismo.

Amarse a sí mismo es tan difícil como amar al prójimo sin interés de posesión o de uso personal. Con todo, esa es la “regla” para amar y sentirnos, verdaderamente, amados.

El reto de aprender a amar pasa por el ejercicio del desapego del yo y de sus más conocidos vicios, el egoísmo y el orgullo, pues conocerse a sí mismo es conocer al otro lo suficiente como para comprender que somos todos iguales, tanto en las experiencias de sufrimiento y dolor, como en las de alegría y amor.

El desprendimiento del yo, asociado a la sensación de igualdad, es la energía que mueve los espíritus comprometidos con la caridad humana. La visión de un amor más allá de nuestras necesidades básicas o de carácter narcisista, representa un considerable progreso del espíritu en el sentido de su maduración. Grado que han alcanzado espíritus como Chico Xavier, Madre Teresa de Calcuta y Francisco de Asís, entre otros.

En el ámbito del trabajo voluntario todo es válido, cuando es el amor lo que mueve las intenciones. En tales contextos de transparencia y abnegación la tarea fluye con la ayuda invisible de la Fuente Universal.

Trabajar en centros espiritualistas de cura, por ejemplo, es una de las experiencias más gratificantes para aquel que busca el aprendizaje del amor a otro nivel. Lidiar con los más diversos casos que se presentan en las cabinas de atendimiento, y practicar el amor al prójimo, intuido u orientado por la invisible energía, es una experiencia inolvidable.

Hay médiums profesores, profesionales liberales, amas de casa, jubilados, estudiantes, entre otros, que se reúnen en nombre del Amor Mayor para atender a los más variados casos, desde los más simples a los más complejos. En las paredes de las salas de atendimiento las imágenes de Jesucristo y de Bezerra de Menezes… y la presencia “invisible” de los equipos espirituales que orientan el trabajo mediúmnico.

“Donde estén dos o más reunidos en mi nombre, allí estaré yo” (Jesucristo)

Para comprender el amor en toda su extensión y completitud, debemos practicar el amor no egoico, aquel que nos acerca al otro sin más interés que el de ayudar. Y en el ámbito de la caridad asociada al trabajo voluntario, a medida en que vivenciamos la tarea en favor del prójimo o de una causa noble, el difícil arte de amar pasa a ser mejor comprendido y aplicado en el día a día de nuestra vida. Todo es una cuestión de aprendizaje y mérito.

El merecimiento es el premio por las pequeñas conquistas del espíritu en su proceso evolutivo. Nada muy diferente de lo que ocurre en nuestra experiencia vital cuando alcanzamos metas tras superar dificultades encontradas por el camino.

Y el premio, para aquel que busca el aprendizaje en el amor, es el conocimiento adquirido con la práctica fundamentada en la humildad de servir. Bono espiritual que le proporcionará un mejor nivel de lucidez y discernimiento en relación al significado de la vida.

Lucidez y discernimiento que representan, a medio y largo plazo existencial, una gama de beneficios, empezando por la conquista del equilibrio psico-espiritual – la paz interior – que es la herramienta de cura de nuestras atávicas imperfecciones…

En el tejido de la vida universal somos un todo indivisible, y el arte de amar al prójimo como a nosotros mismos, la mayor conquista del espíritu inmortal.
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