¡El ego solo es el camino!
por WebMaster em STUM WORLDAtualizado em 24/09/2010 12:24:09
por Flávio Bastos - [email protected]
Traducción de Teresa - [email protected]
“El ego está dotado de un poder, de una fuerza creativa, logro tardío de la humanidad, a que llamamos voluntad” (Carl Jung)
La psicoterapia cumple una función de educación para la vida, ofreciendo un espacio de aprendizaje, con instrumentos y conocimientos que pueden ayudar en la orientación y conducción de la vida. Esta función se vuelve fundamental en situación de desestructuración resultante de crisis o casos de inmadurez psicológica, cuando la persona se siente inepta para lidiar con enfrentamientos y dificultades en su vida.
El ego, siendo una de las “instancias de la personalidad”, como dijo Sigmund Freud, es lo que estimula nuestros actos en el día a día. Independientemente del patrón de comportamiento o de los rasgos de carácter que traemos de otras vidas, el ego sigue comandando nuestra voluntad a través de la orientación del libre albedrío.
Por tanto, desconsiderar el ego en su grado de importancia e influencia en nuestras vidas, es como subestimar la importancia del espíritu – el yo superior – que es nuestra verdadera identidad.
El ego, en la sintonía con la dimensión física, es imprescindible para nuestro equilibrio psíquico y espiritual basado en la autoestima positiva, responsable por el conjunto de motivaciones que nos impulsan al crecimiento personal, profesional y consciencial. Con un ego estructurado y reforzado por la interiorización de valores (superego) ético-morales, la vida se hace menos complicada y las posibilidades de crecimiento, estimuladas por las energías internas que orientan al ego estructurado, una certidumbre.
No obstante, cuando el ego sufre una ruptura provocada por elecciones equivocadas por parte del libre albedrío como resultante de la aplicación de la ley de causa y efecto, o por considerables traumas psíquicos en su estructura, el desequilibrio psíquico-espiritual asume su papel en la dinámica de la vida, haciendo que el individuo, inconscientemente, bloquee su potencial de crecimiento.
Según el historial de muchas vidas del espíritu inmortal “cargamos” al ego con un pesado fardo o con la levedad de un transparente cristal, y esa diferencia nos lleva a cuestionar la existencia, a la búsqueda de respuestas. Sin embargo, cuando aceptamos que los grilletes del ego representan nuestras propias inferioridades que nos someten a un comportamiento tipo sintonizado con el pasado, la expectativa de liberación a través del auto-conocimiento pasa a ser una posibilidad.
A decir verdad, todas las religiones – reencarnacionistas o no – intentan poner al individuo en alerta acerca de los excesos del ego relativos a la ilusiones de la realidad física, tales como la ambición desmedida, el egoísmo, la vanidad exacerbada, el orgullo y la prepotencia. Siendo que el mayor desafío del ego es conseguir “existir” de una forma en que las imperfecciones que el espíritu trae de otras vidas no constituyan factor de retraso en la nueva jornada terrena. El ego, en ese sentido, es el instrumento que tanto puede aproximarse del yo superior a través de la expansión consciencial, como puede mantenerse distante, aún cautivo de las ataduras del pasado que siguen influenciándolo en la vida presente.
Probablemente habrá una época en la humanidad espiritualmente evolucionada en la cual ya no será necesario el ego como instrumento mediador entre la imperfección y la perfección espiritual. Pero mientras tanto, el ego es aún imprescindible para que tengamos un parámetro al evaluar nuestra propia evolución que va desde el nivel de desequilibrio generador de enfermedades del cuerpo, mente y alma, al (re)equilibrio generador de salud y bienestar bío-psico-socio-espiritual.
Si ya no tuviésemos un cuerpo físico y la necesidad de la reencarnación como nueva oportunidad de procesar el auto-conocimiento avanzado, eliminando, poco a poco, nuestras atávicas imperfecciones, el ego ya no sería necesario y el yo superior sería una afirmación del espíritu que ha alcanzado la plenitud. Pero esa no es nuestra realidad existencial, de ahí la necesidad de la aceptación del ego en el contexto metodológico de la psicoterapia. Caso contrario, estaremos negando la realidad física como básica para la liberación del espíritu que tiene un ego cuando se encuentra encarnado.
La condición multi e interdimensional del hombre, en que se asocian energías densas y sutiles entre materia y espíritu, exige del ego una referencia que oscilará positiva o negativamente según su karma, añadido a sus decisiones y experiencias de la vida actual. Y en ese intrincado laberinto, en el cual se mezclan el contenido de las vidas pasadas con el de la vida presente, el psicoterapeuta debe enfocar el ego del individuo con la perspectiva de hacerle despertar para sus potencialidades bloqueadas por traumas psíquicos en forma de somatizaciones que impiden el fluir del crecimiento individual.
El espíritu encarnado evoluciona a medida en que empieza a enfocar sus limitaciones y a elaborar formas de superarlas conscientemente. Es la misma tarea que tiene el mentor espiritual, cuando, en la regresión, nos muestra acontecimientos o situaciones pasadas para que elaboremos nuestra reforma íntima, o sea, de la inconsciencia hacia la consciencia, que es el objetivo de todo proceso terapéutico de auto-conocimiento.
Por tanto, psicoterapeuta y mentor espiritual, generalmente, trabajan con el mismo objetivo: enfocar las limitaciones del individuo en el sentido de que éste procese su propia concienciación y evolucione tanto material como espiritualmente, porque la felicidad, para quien se encuentra encarnado, significa equilibrio de fuerzas entre tener y ser. De esa forma, creceremos cada vez más, rumbo a la liberación de las inferioridades del ego por la concienciación del yo superior, la esencia, que es la síntesis del mensaje dejado por los espíritus iluminados que han pasado por este planeta.
CONCLUSIÓN
Liberarse de los desequilibrios del ego que nos liga al aquí-ahora exige del individuo un desafío en dirección al yo superior. Desafío que, necesariamente, pasa por etapas de auto-conocimiento hasta llegar al nivel avanzado.
Abdicar del ego en beneficio del yo superior es una opción de riesgo para el espíritu encarnado que depende del primero para cumplir su jornada en la dimensión física.
Acercar el yo inferior (ego) al yo superior (esencia) a través del auto-conocimiento que penetra en la interdimensionalidad del ser de forma equilibrada, es lo recomendable.
Aliviar el fardo a través del despertar de los potenciales inherentes al ser humano, es el desafío que aguarda al ser inteligente en este amanecer del tercer milenio, cuando el auto-conocimiento de nivel avanzado pasa a ser una necesidad de adaptación a los nuevos tiempos de transformaciones.
Psicoterapeuta Interdimensional.
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