El hijo y el padre
por WebMaster em STUM WORLDAtualizado em 16/11/2018 07:04:59
por Tom Coelho
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Traducción de Teresa
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"Espera de tu hijo lo mismo que hiciste a tu padre".
Tales de Mileto
Tengo una naturaleza minimalista. Quizá porque forjado por las adversidades de la vida y por la vocación para lidiar con gente, no tengo apego a las cosas. Considero que la sencillez es la quintaesencia de la extravagancia y la mejor de las ostentaciones.
Este debe ser uno de los motivos por los cuales ignoro casi todas las fechas conmemorativas, debido al carácter comercial que las rodea. Pese a todo, algunas ocasiones funcionan como una grieta en el tiempo, abriendo espacio en nuestras sobrecargadas agendas para rescatar sentimientos y emociones - el Día de los Padres es un ejemplo de ello.
En 2009 perdí a mi padre, victimado por un cáncer que evolucionó de forma silenciosa e imperceptible, siendo diagnosticado tardíamente y ya en fase de metástasis.
Luchamos bravamente durante cuatro largos e intensos meses, con una esperanza inquebrantable. Al final, nos quedó el consuelo de que su sufrimiento fue breve.
De este episodio quedó la lección de cómo lidiar con las pérdidas, puesto que no estamos acostumbrados a ellas, sean materiales o no. Querer y no poder es desagradable, pero tener y perder es doloroso. Esto vale para dinero en el bolsillo, un cargo ejecutivo, una partida jugada o un amor que se despide. Por eso, recordar a mi padre remite no sólo a la añoranza, sino al aprendizaje de convivir con un dolor que no pasa, pero al que uno se acostumbra.
Como él falleció justamente dos días antes del nacimiento de mi hija, conviví en apenas 48 horas con tristeza y alegría, dolor y deleite, llanto y risa. A propósito, sus últimas enseñanzas estuvieron ligadas a la nieta que no pudo conocer.
Así, cuando ya debilitado físicamente no era ya capaz de caminar con sus propias piernas, y yo tenía que ampararlo, era como si prenunciase los días futuros en que enseñaría a mi hija a caminar. También tuve que ayudarle a bañarse, asearse, vestirse y alimentarse, tal como haría días más tarde con un recién nacido.
Pero este es el punto de vista de un hijo, que debe ser complementado por el punto de vista del padre.
De mis hijos mayores, Gabriel y Matheus, rememoro la lección de la relatividad del tiempo. No, no se trata de la teoría física. Hablo de la calidad de las relaciones interpersonales. Mi separación conyugal determinó que, como es costumbre, yo me quedase con los chavales en fines de semana alternos. Esto significaba dos días en cada 15, o sea, entre 36 y 48 horas cada dos semanas, dependiendo de si fuese a tener la compañía de ellos desde el viernes por la noche o del sábado por la mañana. Esos largos intervalos me enseñaron que era posible ser un padre mejor y más presente en un simple fin de semana, de lo que había sido antes, cuando convivía todos los días bajo el mismo techo. La relatividad de cantidad versus calidad.
De la pequeña Liz, mi hija más joven contando poco más de cinco años de edad, vino la oportunidad singular de ejercer mi papel de padre, redimiéndome de los errores cometidos en el pasado, sustituyendo la ausencia por la presencia y el proveído material por la educación, cariño y afecto permanentes.
Parafraseando a Katherine Hadley, "La decisión de tener un hijo es aceptar que tu corazón va a estar para siempre fuera de tu cuerpo". Por eso me siento completo sólo cuando estoy en compañía de estos retoños míos...
* Tom Coelho es educador, conferencista en gestión de personas ynegocios, escritor con artículos publicados en 17 países y autor de siete libros. E-mail: [email protected]