El limpiabotas
por WebMaster em STUM WORLDAtualizado em 08/04/2020 11:34:30
Autor Tom Coelho
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Traducción de Teresa
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"Por la obra se conoce el autor".
(Jean de La Fontaine)
Caminando por el zaguán del aeropuerto miro mis pies y descubro unos zapatos que parecen tristes y cansados, de tan opacos y descuidados. Me dirijo a local de los limpiabotas encontrando un ambiente pequeño y bien organizado. Son cuatro los profesionales allí situados frente a sus sillas, turnándose a la espera de los clientes.
Tomo asiento y paso a observar a un señor bastante robusto, cabellos escasos y grisáceos, contando seguramente más de cincuenta años, ejerciendo su oficio. Me coloca calzadores para proteger los calcetines, toma en las manos una franela, limpiando cuidadosamente la superficie de los zapatos. Parece prepararse para la confección de una gran obra de arte.
Mis pies reposan sobre la caja, es decir, su caballete. Tal como un artista, él admira los contornos de la moldura definidos por el solado. En vez de aceite de linaza, agua. En lugar de tinta, betún. Un recipiente adaptado asume el papel de paleta. Un pincel y un cepillo completan su instrumental. El lienzo ya puede ser pintado.
Mientras él dibuja sobre mi calzado, un mundo de reflexiones invade mi cabeza. Siempre tuve en mente un estereotipo de limpiabotas. Un chico todavía muy joven, recorriendo las calles en busca de alguna calderilla para reforzar la renta familiar. Una actividad transitoria, no una profesión. Por ello, al mirar para aquel señor que me atiende, al igual que sus colegas a nuestro lado, me pregunto por dónde anda la justicia de los hombres que no permite a esas personas, con sus edades ya avanzadas, con tantas experiencias acumuladas, con el rostro lleno de arrugas, los ojos abatidos de cansancio, disfrutar de un trabajo menos fatigoso y mejor remunerado, así como de más tiempo y oportunidades de esparcimiento.
No es que aquella actividad sea indigna. Todo lo contrario, quizá sea un trabajo de los más edificantes. En tiempos de valoración de los consumidores, cuando tanto se pregona que el cliente ha de ser lo primero, un limpiabotas se arrodilla ante aquel que le pide sus servicios, con humildad y servidumbre, altivez y competencia.
Pincel que pinta, cepillo que limpia, franela que lustra. Tras algunos minutos, trazos garabateados completan el grafismo imaginado. La obra está acabada. Mi anfitrión me mira a los ojos y con amplia sonrisa dice:
-¡Ahora están brillando!
Su expresión es de regocijo, de plena satisfacción. La misión se ha cumplido. Su talento ha podido manifestarse y tomar las calles para la apreciación de todos.
Yo lo felicito, le presento mis agradecimientos, pago la cuenta y sigo mi camino, todavía más pensativo ante tamaño ejemplo de dedicación y comprometimiento. Ahora con los pies brillando. Y la mente iluminada.
* Tom Coelho es educador, conferencista en gestión de personas y negocios, escritor con artículos publicados en 17 países y autor de nueve libros. E-mail: [email protected]