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El mentor dentro de nosotros

por Maria Guida em STUM WORLD
Atualizado em 21/03/2006 13:42:52


Traducción de Teresa - [email protected]

Silencio.

Silencio en la mente y en el corazón es la prueba más grande de que un mentor, amparador, instructor o cualquier otra presencia bienhechora está junto a vosotros.

Cualquier incesante parloteo, de cualquier calidad que fuese, aun aquel que nos da las instrucciones más preciosas, no se compara con la bendición del silencio, esta monumental prueba de amor y confianza que un hermano del otro lado, e incluso de este, nos puede dar.

Resulta bastante gracioso que sea yo la que dice esto, ya que algunos de los que me conocen saben que veo, oigo, y hasta, (¡mirad esto!) dejo prestado mi cuerpo para que algunos de esos seres puedan comunicarse con quien lo necesita o simplemente desea hacerlo.

Por más paradójico que sea, por más que me hagan bien esas experiencias, que a los ojos de algunos puedan parecer fantasiosas - y, quien sabe no lo sean de veras, ¿verdad? - e incluso por culpa de la familiaridad que tengo con esos fenómenos que nunca he buscado, pero que han venido a mí sin quererlos o rechazarlos; obediente que soy a los designios sagrados o aun a los que no lo son tanto, puedo garantizar a todos vosotros que el silencio que sentimos dentro de nosotros cuando ellos se aproximan, es el mejor de todos.

Acaso por que el silencio es la más inequívoca demostración de respeto, o reverencia, entre los seres, ya en este nuestro planetilla insólito, o en cualquier otra dimensión o universo.

Y, todavía, porque la reverencia sea la única forma de expresión o comunicación que resta, cuando todas las otras fallan o no son comprendidas.

Esto, sin considerar que cuando un maestro, amparador, instructor, guardián, caballero jedi, o cualquier otra cosa por el estilo, se acerca a nosotros, lo que él pretende es ayudarnos a establecer contacto o sintonía, no con ellos, sino con algo mucho mayor que ellos, mucho mayor que nosotros o que cualquier individualidad: el todo, el uno, el único, el increado, el que no tuvo comienzo y jamás tendrá fin.

Y para que ese tal Todo sea percibido, aun en su más tosca manifestación, el silencio interior - y el exterior también - se hace necesario.

Mi abuelo, un hombrecito de ojos color ceniza y gran cultura, amante de los libros y de todas las formas de arte, me dijo algo que jamás olvidaré:
- Cuando no podemos decir nada bueno a una persona, debemos permanecer callados.

Esta es una regla de oro que he aprendido a los seis años de edad y que jamás he olvidado. Quizá porque - desconfío - no sea apenas una regla buena para la convivencia pacífica entre los humanos, sino, también, un ítem básico de para-etiqueta.

Paso la vida repitiendo que el árbol se conoce por sus frutos. Repito, porque no es idea mía. Fue algo que aprendí con aquellos que poco hablan, pero que cuando hablan, siempre tienen algo amoroso y constructivo que decir.

Si alguno de vosotros desea de verdad ver, oír y conversar sin intermediarios con sus guías, maestros, amparadores, instructores, ángeles guardianes, o Dios sabe qué tipo de ser que estéis atrayendo a vuestros círculos-no-pasar, por favor, meditad.

Perded algunos minutos permaneciendo quietos, a solas, ojos abiertos o cerrados –da igual—sentados, con la columna erecta, y con las plantas de los pies bien asentadas en el suelo.

Dirigid vuestra atención al único evento físico-químico que garantiza vuestra conexión con el mundo espiritual – la respiración.

Repetid esto siempre que podáis o queráis – y un día – más allá de toda aparición sublime, excitante, asustadora o satánica, experimentaréis la manifestación más verdadera de la Divinidad: el silencio.

No el que se puede sentir con los oídos, sino el que se instala como cristal en vuestros pensamientos y en vuestro corazón.

Y cuando lleguéis a él, entenderéis que la apariencia, o las palabras, por más increíbles que parezcan, al fin y al cabo, más allá y al raso, no significan nada. O casi nada.
Entenderéis por qué la mayoría de los seres de Luz que nos rodean se muestran tan reacios para hablar.

Como todo lo que es sagrado, o cargado de fuerza creadora, la palabra es un instrumento. Dependiendo de la intención con que es pronunciada, o escrita, puede herir o curar. Construir o destruir. Derramar bendición o maldición.

Es bien posible que mucho antes de que experimentéis el silencio en vuestros corazones y mentes, otro fenómeno muy saludable os ocurra – comenzaréis a callar.

Seréis elogiados y os callaréis. Seréis provocados y os callaréis. Seréis ofendidos y os callaréis. Seréis humillados y os callaréis.

Y, cuando, al fin, os sintáis tomados por el deseo de abrir la boca, algo más que aquello que pensáis o imagináis decir, se manifestará.

Entonces, en mayor medida que cuando veáis o escuchéis, tendréis la seguridad de que no os encontráis solos.

En vuestras mentes y corazones, el maestro, el amparador, el instructor, el guardián, el caballero jedi, el caboclo, el guía, el animal de poder, el Iniciado, estará despierto, y disponible, no una única vez, sino siempre que lo necesitéis.


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