El Mundo No Necesita de Superhéroes – Necesita de Ti
por WebMaster em STUM WORLDAtualizado em 23/04/2012 12:18:23
por Marcelo Hindi - [email protected]
Traducción de Teresa - [email protected]
Hay una costumbre que es muy común, altamente perjudicial para la salud integral y el vivir bien: ser tu propio verdugo. Responsabilidad, madurez, reconocimiento de las propias limitaciones, de los fallos cometidos, todo muy saludable, si la base de la reflexión es cariñosa, amable y el propósito del análisis es el perfeccionamiento, el crecimiento personal, el desarrollo de nuevas habilidades. Pero es destructivo cuando el individuo sólo se censura, se condena y se culpa. Reconozcamos nuestra imperfección y procuremos crecer, ensanchar nuestros horizontes, alinear nuestro proceder a las opciones conscientes, pero incluyamos en esas directrices el cese de la costumbre de ser el verdugo de uno mismo, ¿qué tal?
El ejercicio de la autocompasión es la base, el fundamento de la práctica de la compasión para con nuestros semejantes, es una expresión de la afectividad que se demuestra de gran valía en los días actuales. Empezamos a apreciar nuestra propia esencia y nuestra forma de interactuar con el mundo que nos rodea, y, así, fácilmente nos acostumbraremos a apreciar a los que están a nuestro alrededor. No es novedad que, pese a que las tecnologías nos acerquen en lo referente a la información y la comunicación, estamos distanciándonos: de nuestra propia esencia y de la esencia del otro. Vivimos en una superficie de apariencias y juzgamos nuestra superficie y la superficie del otro. La censura, la crítica, la condenación son fácilmente expresadas, y habitualmente ejercidas.
Es necesario escapar de esa superficie y reconstruir vínculos profundos y duraderos con aquellos que tenemos a nuestro alrededor. La soledad empieza por estar distantes de nosotros mismos, y aun conviviendo con tantas personas, a veces nos sentimos sueltos, perdidos en un inmenso desierto vacío. El primer paso es comprender que para que nos juzguemos y lleguemos a la censura y a la auto-reprobación, hace falta una comparación. ¿Con quién estamos comparándonos? ¿Con otra persona? Seamos auténticos y edifiquemos bases sólidas, apreciando nuestra propia estructura, nuestro yo, sin comparación con el otro – que tiene su valor, su importancia, pero que difiere de la nuestra (a fin de cuentas, tú eres una historia y el otro una historia totalmente diferente – libros distintos).
Si para esta pregunta la respuesta es: “no me estoy comparando con ninguna otra persona”, estamos muy cerca de reconocer la existencia de aquel con quien menos deberíamos compararnos, tal es el daño que esto tiende a causar: Nuestro “yo” idealizado. Sin que nos demos cuenta claramente, a lo largo de nuestra vida construimos una idea de “yo ideal, perfecto”, y por la fuerza de la costumbre empleamos ese yo maravilloso para evaluar nuestro comportamiento, desempeño o méritos. ¿Quieres un ejemplo? Considera que acabas de hablar con unas personas y te has quedado con la siguiente idea: “caramba, fui muy torpe en aquello… ¿y lo que dije? Qué tontería… ¡fui ridículo!”, ¿cuál es tu referencia para que hayas llegado a la conclusión de que fuiste ridículo? ¿Quién es “no ridículo” para que lo pongas como base de comparación para decidir que fuiste ridículo? No hay ninguna, ¿verdad? Pues bien: he aquí un yo perfectito, idealizado, que sirve de base de comparación para que nos juzguemos a todo momento y nos sintamos inadecuados o adecuados, certeros, precisos, especiales o insignificantes.
Este yo idealizado queda discretamente acomodado en nuestra estructura psicológica, y es motivo de muchas desazones, ejemplo, la inseguridad. Es preciso que haya un ideal con el cual compararse y considerar que se es inadecuado, sin méritos, sin capacidades para desempañar un determinado papel.
Y ¿qué ocurre cuando dejamos de compararnos? Estamos iniciando un ejercicio de autocompasión y, finalmente, estamos convirtiéndonos en una excelente compañía para nosotros mismos: nuestro mejor amigo. A medida en que nos gustamos, nos sentimos bien con nosotros mismos y lidiamos no solo con responsabilidad y madurez, sino además con compasión, tolerancia y cariño, empezamos a sentir, con gran facilidad, el establecimiento de una relación compasiva, cariñosa y tolerante para con el otro. Acercándonos más a nosotros mismos y al otro. Soledad, nunca más.
Entonces, acuérdate de ser tu mejor amigo. Siéntete adecuado, no es preciso ser perfecto, no es preciso saberlo todo, no es preciso tener todas las respuestas, no es preciso acertarlo todo, tú puedes contar con el otro, puedes pedir ayuda, esto no te rebaja, todo lo contrario, te engrandece (ahora tú no eres únicamente tu fuerza, eres un sumatorio de fuerzas). Hacerlo bien, con responsabilidad y dedicación, con amor, no significa buscar la perfección, pues el mundo no necesita de superhéroes, necesita, sí, de seres humanos imperfectos, pero compasivos, afectuosos, amables y verdaderamente satisfechos con su momento. ¿Qué tal durante una semana aceptar tus imperfecciones con buen humor, ser tu mejor amigo y disponerte a ser amigo de los que te rodean? Un abrazo.
Marcelo Hindi - Psicoterapeuta Holístico