En lo alto de la montaña, en la Luz de la Presencia
por Wagner Borges em STUM WORLDAtualizado em 31/10/2009 12:58:17
Traducción de Teresa - [email protected]
Eterna Presencia que está en todo y en todos, acoge nuestro tierno asombro... Aquí estoy yo, en lo alto de esta montaña, con mis hijos pequeños. Los he traído para que vean el nacer de un nuevo día. Para que vean el nacer de la aurora despuntando en la línea del horizonte oscuro. ¡Para que valoren la luz de este día!
Porque los días son como divinidades, dioses del eterno recomienzo... Cada día es una nueva oportunidad que llega juntamente con la luz en cada aurora. Y yo he traído a mis hijos pequeños para que ellos aprendan el valor de la luz de este día. ¡Eterna Presencia! Lo mismo que un día mi abuelo trajo a mi padre a lo alto de esta misma montaña y, a su tiempo mi padre me trajo a mí, ahora yo traigo a mis hijos. Y la lección es la misma: ¡el respeto a la Luz! Más tarde los traeré nuevamente aquí, para que vean el momento mágico del crepúsculo, cuando la luz mengua y van surgiendo, en el horizonte, las primeras estrellas y, más tarde, el brillo de la luna. Para que ellos también respeten la noche y sepan la diferencia entre el momento de la actividad diaria y el momento del reposo necesario. Para que ellos comprendan los ciclos de la naturaleza: del día, de la noche, de las estaciones... ¡Y, así, comprendan sus propios corazones en sus ciclos de amor y de vida! ¡Eterna Presencia, bendice a estos hijos! Tal como el día me bendice a mí mismo... tal como bendijo a mi padre, a mi abuelo y a mis antepasados... ¡Derrama sobre ellos la inspiración celeste! ¡Para que ellos sean justos; para que ellos sean vencedores de sí mismos, por dentro, y se hagan trabajadores de la paz! Que ellos encuentren la Luz dentro del propio corazón... ¡Esa misma Luz que brilla en otros corazones, que brilla en todo! Eterna Presencia, sentimos añoranza por las estrellas, sin embargo, estamos aquí en este momento... Aquí es nuestro hogar temporal y hemos de honrarlo. Ilumina nuestras jornadas humanas y espirituales, para que seamos justos. Y danos fuerza, para que nada en este mundo – ni en el otro – sea capaz de matar el espíritu en nosotros. Y que cosa alguna sea capaz de matar los mejores valores que llevamos en nosotros mismos... ¡Que jamás permitamos que la luz de nuestro espíritu sea ahogada por cualquier cosa, porque este es el don que traemos de las estrellas! Y que, admirando la luz del día y la belleza del crepúsculo, y aprendiendo las lecciones de la vida, podamos así comprender a todos los otros seres... ¡Podamos respetar la luz de este día! ¡Podamos respetar la noche más tarde, tal como Tú siempre nos has respetado! Y que nuestros hijos pequeños aprendan acerca de ese respeto; y que nosotros, como padres, seamos ejemplo de ese respeto. Para que, un día, nuestros hijos también traigan a sus hijos a lo alto de la montaña, y los hijos de ellos... Y que las nuevas generaciones aprendan a engrandecer la Luz. ¡La Luz tuya, de la Presencia!
Continuará la próxima semana
Notas: La Presencia – metáfora celta para el Todo que está en todo. Cuando los antiguos iniciados celtas admiraban los momentos mágicos del alba y del crepúsculo, solían decir: ¡Esto es un asombro! Y así era con todas las cosas consideradas como manifestaciones grandiosas de la Naturaleza y del ser humano. Ver el brillo de los ojos de la persona amada, la belleza plácida de la luna, la alegría de la sonrisa del hijo, o el abrir de una flor eran acontecimientos maravillosos. Entonces, ellos osaban escuchar a los espíritus de las brumas, que les enseñaron a valorar el Don de la vida y a percibir la pulsación de una PRESENCIA en todo. A partir de ahí, ellos pasaron a referirse al TODO QUE ESTÁ EN TODO como a la PRESENCIA que anima la Naturaleza y los seres. Si la luz de la vida era un asombro de grandiosidad, mayor aún era la maravilla de la PRESENCIA que generaba esa grandiosidad. ¡Percibir esa PRESENCIA en todo era un asombro! Y saber que el sol, la luna, el ser amado, los hijos, las flores y la Naturaleza eran expresiones maravillosas de esa totalidad, llevaba a los iniciados de aquel contexto antiguo de Europa a decir: ¡Qué asombro!
Hoy, inspirado por los amigos invisibles celtas, dejo registrado aquí en estos escritos el tierno asombro que siento al meditar en la PRESENCIA que está en todo. Y recuerdo las enseñanzas herméticas inspiradas en el sabio estelar Hermes Trismegisto, que decía en el antiguo Egipto: ¡EL TODO está en todo! Lo Inefable es invisible para los ojos de la carne, pero es visible para la inteligencia y el corazón. El TODO o LA PRESENCIA, es igual el nombre que se le dé. Lo que de veras importa es la grandiosidad de meditar en ello; esa misma grandiosidad de pensar en los infinitos soles y en las miríadas de seres esparcidos por la vastedad interdimensional del Multiverso, y de maravillarnos al percibirnos cómo una pequeña partícula energética consciente e integrante de esa totalidad, y poder decir de corazón: ¡Caramba, qué asombro!