Enfrenta el sufrimiento con sabiduría
por WebMaster em STUM WORLDAtualizado em 13/02/2015 08:34:30
por CASULO DE LUZ - [email protected]
Traducción de Teresa - [email protected]
"Conócete a ti mismo. ¡Y conocerás el mundo y los dioses!"
oráculo del templo de Apolo, en Delfos, citado por el divino Sócrates de Atenas
Desde el instante mágico en que es concebido en el seno de su madre, hasta el sublime momento en que abandona su cuerpo mortal, el ser humano está, todo el tiempo, involucrado en una determinada situación. No hay forma de ser o estar en este mundo, sin estar situado. Como aquel hombre que atraviesa un río caudaloso saltando de piedra en piedra, el ser humano atraviesa la vida de situación en situación.
Lo más dramático de todo eso es que, la mayoría de las situaciones en que nos pone la vida traen desazón, insatisfacción y sufrimiento. Pocas son las que generan bienestar, alegría, placer.
Por eso pasamos la vida luchando. Ya sea para reducir, vencer o anular una situación de dolor, en el cuerpo, en el alma o en el espíritu; o bien para alargar o perpetuar una situación de real contento.
Sin embargo, para poder interaccionar eficientemente con las varias situaciones de la vida, no basta debatirse a ciegas, como el guerrero en la oscuridad, que en cada rincón ve un enemigo, acabando por herirse a sí mismo en el propósito de librarse de ataques que no sabe cuándo vienen ni de dónde. Es preciso usar de sabiduría para identificar al oponente y reconocer lo que puede y debe ser dominado, transformado, aceptado. Sólo de este modo podemos sufrir menos o mantenernos felices durante el mayor tiempo posible.
Enseñan los grandes maestros que toda situación que nos envuelve se compone de tres importantes aspectos: el otro, el ambiente y uno mismo. No hay situación que nos afecte, que no cuente con estos tres componentes. Sea ella cual fuere.
SABIDURÍA PARA DISCERNIR - Sabedor de la existencia de esos elementos esenciales a cualquier situación, sólo nos resta analizar, con profunda sinceridad, dónde, cómo y sobre cuál elemento es provechoso actuar para alcanzar un estado de mejoría y mantenerlo en nuestra existencia el mayor tiempo posible.
Sabemos que, sobre el otro, nuestro poder de acción es relativamente pequeño. Dotado de conciencia, voluntad y deseos, el otro deja únicamente un pequeño espacio susceptible a nuestra influencia. Para cambiar o potenciar las consecuencias que el poder del otro pueda ejercer sobre nosotros, tenemos que contar, mucho, pero mucho más, con la voluntad ajena que con las fuerzas de nuestras competencias y necesidades. El otro es el otro, autónomo e independiente. Y sobre él nuestro poder de actuación es limitado.
En cambio, con relación al ambiente que compone la situación en que estamos, y sobre la cual queremos o necesitamos ejercer cierto control, nuestro poder aumenta, si lo comparamos con el que disfrutamos respecto del otro. Aunque externo a nuestro ser, somos componente activo en el ambiente.
Pero debido a las limitaciones impuestas por nuestra condición, la acción transformadora sobre el ambiente es aún medianamente limitada. No todo en el espacio físico y mental que nos rodea es pasible de sufrir un cambio generado por nuestras actuaciones.
Sólo nos queda, entonces, analizar el tercero y más básico de los elementos esenciales de cualquiera de nuestras situaciones: nosotros mismos.
Base de cualquier contexto, el ser humano es el único que puede, aun estando involucrado seriamente en una cuestión, lograr el distanciamiento necesario para comprender, evaluar y hasta influir en ella. Y, cuando nuestro propio ser, con sus aspectos físicos, mentales, espirituales, se revela como el campo de nuestra actuación, se inicia entonces la más ardua y exigente etapa de esa lucha. Aunque haya espacios inalcanzables y aspectos inmutables en nuestro ser, en nosotros es donde reside la mayor posibilidad para llevar a cabo algún cambio. Posibilidades extremadamente mayores y más pasibles que las existentes en los otros elementos esenciales de una situación.
Entonces, la sabiduría nos indica el camino. Para modificar un contexto tenemos que hacer cambios en nosotros mismos. Puesto que hacer cambiar al otro es poco menos que imposible. Cambiar el ambiente es extremadamente difícil. Pero hacer los cambios en nosotros mismos, es lo que podemos y debemos hacer con más efectividad.
No sin una fortísima razón los maestros de la humanidad llegaron a la conclusión de que la más importante misión del ser humano es el autoconocimiento. Aun no siendo capaz de, él solo, realizar transformaciones, el conocimiento de sí mismo abre las puertas, es el primer escalón de un camino que lleva, ciertamente, a la plena realización de cada cual.