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¿Es posible perder sin perderse?

por Rosemeire Zago em STUM WORLD
Atualizado em 08/03/2009 15:36:15


Traducción de Monica Aliss - [email protected]

Con el fin de una relación siempre nos sentimos que perdemos prácticamente todo, la esperanza, el amor, los sueños, las idealizaciones; parece hasta que perdemos la vida, porque nada más tiene sentido. Nos preguntamos por qué vivir, si quien creímos que iba a vivir para siempre a nuestro lado se fue. Nos preguntamos en que punto nos perdimos del otro para que la separación se haya vuelto una realidad de la cual tenemos mucha dificultad en soportar. Cada uno con seguridad tendrá sus propias respuestas, las cuales difícilmente coincidan unas con las otras. ¿Quién tiene razón? ¿Los dos? Quién lo sabe... Pero generalmente nos perdemos del otro en el exacto momento en que nos perdemos de nosotros mismos.

Sólo quien vivió o vive una separación sabe el dolor que ella provoca. Son tantos los cuestionamientos, son tantas las preguntas sin respuestas….Podemos responder todas las preguntas que nos hubiera gustado hacerle al otro, pero, sólo tendremos hipótesis y raramente responderemos correctamente. Ni conseguimos responder a nuestras propias preguntas, mucho menos responder por el otro… ¡El Tiempo! Ah, dicen que el tiempo puede curar las heridas, responder preguntas. Pero ¿cómo conseguir esperar que el tiempo pase? Los minutos que antes volaban parecen transformarse en horas; las horas en días…así de grande es el sufrimiento. Cuando estamos bien y alegres, las horas vuelan y ni siquiera lo percibimos. Pero, cuando estamos sufriendo…todo parece potencializarse e intensificarse. ¿Pero, por qué nos perdemos cuando perdemos a alguien? ¿Por qué usamos el término perder? ¿Será que no ganamos nada? Claro que, así que sucede, ni en pensamiento conseguimos conseguir lo que ganamos. Pero si una relación termina es porque algo no iba bien, al menos para uno de los dos involucrados, ó para los dos, pero ni siempre los dos lo sienten de la misma manera, cada uno tiene una lectura diferente de lo que sucede. ¿Por qué tenemos que dilacerarnos con nuestros dolores permitiendo que alcance nuestra propia alma? ¿Dónde están los recursos que pueden hacer y, principalmente, sentirnos todo menos intensamente?

Los recursos, las respuestas, prácticamente todo está siempre dentro de nosotros, pero a veces, las propias lágrimas nos impiden ver, las palabras que todavía suenan en nuestra mente no nos permiten oír nuestra propia voz y así continuamos distanciándonos de quien ya nos volvimos desconocidos: ¡nosotros mismos! Es en este momento que el abandono duele mucho más, no solo por el hecho de que alguien se ha ido, sino porque ya nos abandonamos hace mucho más tiempo. Talvez no sea el momento de permanecer haciéndonos preguntas de las cuales no tenemos respuestas porque quien las podría responder ya está lejos, sino de volver la atención para nuestra propia vida y nuestra forma de conducirla y también la manera que conducimos nuestras relaciones.

¿Será que cuidamos de la relación que no existe más según como creemos que debería ser cuidada? ¿Dimos oídos a nuestros propios pedidos ó permanecimos siempre esperando e idealizando que el otro vendría para satisfacer nuestras necesidades, muchas veces inconscientes para nosotros mismos? Y si él no conseguía satisfacernos, ¿por qué motivo continuamos tanto tiempo a su lado? ¿Esperando que cambie? ¿Qué despertara diferente y que fuera como un día él mismo nos hizo creer que sería? ¿Pero será que no ignoramos las infinitas actitudes que no eran coherentes con las palabras? Podemos vivir ese momento de dolor, sufriendo, llorando, escondiéndonos dentro de un cuarto oscuro, ó podemos transformarlo en un momento de crecimiento propio, elevando nuestra espiritualidad, aprendiendo de nuestros propios errores. ¿Y cuántos no los cometemos? No, nada de culpas, porque ellas no generan crecimiento, sólo nos hacen permanecer en el papel de víctima y en la búsqueda de culpables. Debemos responsabilizarnos también por ese término, mismo que haya sido el otro quien haya tenido la actitud de irse, nosotros participamos de esa decisión, por más que eso pueda lastimarnos todavía más. Enfrentar la realidad ni siempre es lo más fácil, por eso tendemos a huir; algunas veces negamos nuestros sentimientos más sagrados sentimientos con el objetivo de quien sabe, sufrir menos. Pero eso se vuelve inútil cuando nos miramos para dentro de nosotros, porque por más que podamos huir por algunos días, horas, algunas personas por años, no podremos huir para siempre de lo que está dentro de nosotros.

Y al final, ¿qué es lo que quedó además del dolor? Algunas personas pueden responder que no quedó nada, ¿pero será así? ¿Cómo era tu vida antes de esa relación existir ó esa persona entrar en tu vida? ¿Peor ó mejor que hoy? Todo siempre tiene un sentido para existir y también un sentido de haber terminado. ¿Cuál es el aprendizaje de eso? Debe existir alguno, mismo que no pueda percibir cuál sea. Si alguien se alejó de ti talvez sea porque vos también no correspondiste con lo que el otro esperaba, como esa persona también no lo hizo con respecto a lo que vos esperabas, por más que en este momento lo niegues. ¿Y será que continuar viviendo así va a hacerlo feliz? ¿Es posible un estar feliz sin que el otro esté? ¿Amor no es intercambio? ¿Había intercambio en la relación ó una de las partes daba más que la otra? Son muchas cosas para pensar…

Para, piensa, reflexiona, analiza, llora en caso de tener ganas, vuelve, si sientes que todavía hay amor; pero no te alejes de tu esencia, aunque eso signifique quedarse solo, ó mejor dicho, no estarás sólo si consigues estar contigo mismo, ¡y eso sólo depende de ti! Por eso, por más que este momento esté doliendo mucho, no te abandones ¡y utiliza todo tu amor para curar tu dolor!


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zago
Rosemeire Zago é psicóloga clínica CRP 06/36.933-0, com abordagem junguiana e especialização em Psicossomática. Estudiosa de Alice Miller e Jung, aprofundou-se no ensaio: `A Psicologia do Arquétipo da Criança Interior´ - 1940.
A base de seu trabalho no atendimento individual de adultos é o resgate da autoestima e amor-próprio, com experiência no processo de reencontrar e cuidar da criança que foi vítima de abuso físico, psicológico e/ou sexual, e ainda hoje contamina a vida do adulto com suas dores.
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