ESPECIAL STUM: ¡Prepárate desde ahora para la fiesta!
por Sergio Scabia em STUM WORLDAtualizado em 18/03/2009 23:11:25
Basta estar atento a los signos, con la mente y el corazón ligeros, agradecidos por la vida, que la conexión con la fuente se abre y se hace fuerte y clara. Lo notamos por la onda de alegría que nos transporta de repente, sin motivo o propósito específicos. Debe ser como surfear en el mar, una sensación seguramente indescriptible que solamente quien consigue usar su tabla de surf puede disfrutar.
Sé bienvenido a esta energía, en este momento de paz y reflexión que ha sido creado especialmente para ti, en este nuestro encuentro quincenal.
Los temas abordados son siempre los que en el momento se hacen relevantes según la percepción que se adueña de la situación… El tejido de base, el hilo conductor, normalmente tiene que ver con lo que escribió Leoni en su comentario en el Blog, muy en sintonía con la necesidad de mantener la llama de la verdad, de la unidad, del amor incondicional permanentemente encendida en nuestro corazón. La chispa, la centella de luz, el amor y la unidad de todo con el Todo siempre han estado allí… nunca, por motivo alguno, se apagan, aunque por veces andan medio olvidados, sumergidos por otros aspectos menos importantes, pero ciertamente, mucho más presentes y recordados por la frenética actividad del mundo a nuestro alrededor.
Es así, ciertamente… incluso, en muchos casos, para aquellos que, de una forma o de otra, ya han saboreado el éxtasis en sus experiencias de vida lo cual significa “entrar en el vacío que todo lo contiene”. Quien haya vivenciado esos indescriptibles vislumbres de Luz pura queda marcado para siempre, sabe que ya no hay vuelta atrás, que el optimismo, la felicidad y la paz nos ponen definitivamente en el lado correcto, obsequiándonos salud, plenitud y realización en cada día que pasa.
Con todo, parece que los atractivos del mundo de la materia son fuertes, demasiado fuertes y ponen a dura prueba – día tras día – nuestra voluntad de evolucionar, de liberarnos de las limitaciones que el pequeño ego nos causa: desánimo, apatía, desaliento, retrasando nuestra jornada evolutiva como seres espirituales que somos, encarnados en un capullo terreno, provisional y desechable…
Ahora bien, no podemos orientar nuestra vida enfocados solamente en el cuerpo físico (vale aquí el ejemplo del automóvil), aunque sea un modelo ’80 o ’90… No sirve de nada intentar recauchutarlo cada año, visto que continuará siendo siempre un vehículo desfasado por la tecnología que avanza, dejándolo obsoleto en cualquier momento. Al identificarme con el vehículo que conduzco durante un tiempo aquí en la Tierra, estaré caminando hacia un callejón sin salida, despistándome en el viaje, perdiendo la belleza del paisaje que me rodea y la compañía de otros seres estupendos, despiertos y alegres.
En mi caso el corpachón que porto es el de un Fiat 500 modelo 1945, con algunas abolladuras, faltas en la pintura y muchas piezas bastante desgastadas, si bien todavía en buen funcionamiento, sin embargo, sé perfectamente que yo no soy el coche… soy el conductor y, cuando un día, el obsoleto cuatro cilindros tenga que convertirse en chatarra, simplemente dejaré las llaves en el contacto, abriré la puerta y regresaré a casa…
Unir más y más el Cielo y la Tierra
Sin querer, hemos sido conducidos por un hilo de Luz hacia un asunto bastante interesante. Del que se habla muy poco; las personas tienen dificultades o tuercen la nariz cuando se toca este tema, pero es otra de las caras de la vida… cuando – misión cumplida o no – todos dejamos la materia densa y retornamos al mundo espiritual. Desde allí, un cierto día, nos hemos descolgado en estos parajes, olvidando rápidamente nuestro origen, acosados que fuimos por muchos seres de las sombras que han querido apoderarse de nuestra energía, nuestra fuerza y pureza. Al reencarnar nos hemos convertido de pronto en esclavos de culpas que no son nuestras, de pecados que no hemos cometido, nos han educado como seres desprovistos de poder para dirigir nuestra vida, nos han separado en innumerables grupos para gobernarnos (subyugarnos) más fácilmente.
No obstante… estábamos aquí al servicio de la Luz… portando aquella centella que nunca se apaga y que, al liberarnos de las limitaciones que nos habían impuesto, se transforma en llama, en faro que ilumina a los navegantes en peligro en el mar bravío.
La conciencia de nuestra misión única, de nuestra inmortalidad, de nuestra divinidad, nos permite vivir con coraje, clareza y determinación aquello que hemos venido a hacer una vez aquí establecidos. De mortal no tenemos absolutamente nada, visto que incluso el viejo Fiat será totalmente reciclado para nuevas utilidades aquí en la Tierra, por las manos de la sabia hermana Naturaleza, haciéndose cargo con perfección de lo que sobra en el vehículo cuando el espíritu, habiendo terminado su ruta y cumplido el kilometraje determinado ya desde el otro plano, se dio el piro.
La fiesta de despedida…
Sé que hay culturas que hacen fiesta cuando un ser humano deja el cuerpo definitivamente… por desgracia, los velatorios por aquí – en el mundo occidental – son siempre tristes, con aquella sensación de falta, de dolor y duelo que en general perdura años y años…
Hace mucho, mucho tiempo que sé que nada se pierde… una sonrisa siquiera, un abrazo, quién dirá que se deje de reencontrar para siempre a un hijo, a una madre, a un amigo… basta que estemos todos buscando y compartiendo aquí en esta escuela de almas, la armonía con todo y todos, la levedad de nuestro espíritu, aquella vibración de amor verdadero.
Sí, en el momento oportuno estaremos todos juntos nuevamente, pues la realidad de esa dimensión sutil no conoce barreras, separación, duelo. Así… nos encontraremos en la Luz, en la bienaventuranza, en la Unión y en la Alegría… o, como escribió Bel César, ¡Nos vemos en la Tierra Pura!
Mientras tanto nos hallaremos entre las dimensiones, en los sueños, en las salidas del cuerpo, donde todo parece ilusión, pero de hecho es bastante real, siendo que la vida de aquí es la propia ilusión, un simple espejo, la imagen reflejada de lo que está arriba.
¡Que sea fiesta grande, entonces, cuando sea mi turno de salir de la escena! ¡Que no falte celebración, buena comida, buena música, incluso un buen vino para quien lo aprecie, buenas historias, chistes y risas!
Los amados hijos ya están avisados… quien venga con tristeza en el corazón, por gentileza, cambie de humor o se vuelva por donde ha venido. Estaré al fin “regresando a casa”, con la seguridad de haber por lo menos formado parte, hasta el fin de los días por aquí, de un precioso grupo, cuyo ideal une, liberta y nos alimenta de esperanza y de amor.
¡Mucha felicidad y levedad en tu vida!
¡Somos Todos UNO!
Sergio - STUM