Estrellas y Relámpagos
por Saul Brandalise Jr. em STUM WORLDAtualizado em 22/01/2008 13:50:34
Traducción de Teresa - [email protected]
Vivo – y todos nosotros vivimos – en medio de estrellas y relámpagos. En realidad esta afirmación puede parecerte un tanto extraña, pero es la pura realidad cuando se convive con personas de talento estelar y aquellas que piensan tener esta condición.
Si todos nos detenemos un poco para pensar, efectivamente compartimos nuestra vida entre estos dos: Estrellas y Relámpagos.
Los primeros pueden ser comparados incluso con los verdaderos cometas. Con brillo y cola. La persona que es persona sabe exactamente qué es lo que está haciendo en este planeta, cómo puede brillar su estrella en beneficio de terceros y, principalmente, de sí propio. Verdaderos Dioses de sabiduría.
Para ser una estrella es preciso centramiento y perfecta convicción de que somos un imán. Funcionamos como tal, pues todo cuanto proyectamos lo recibimos de vuelta. No hay forma, por lo tanto, de ser estrella y tener el Ego alterado. Ego alterado es cosa de relámpagos.
Es imposible ser estrella y no saber explorar la mente de las personas que trabajan en torno a nosotros. Explorar la mente significa, evidentemente, hacerlas participar en una buena decisión. Compartir con ellas los laureles de todo cuanto se ha hecho en beneficio mutuo; tener sabiduría para multiplicar ideas utilizando siempre la mente que está a nuestro servicio.
Un ‘no’ debe aceptarse como advertencia en vista de un eventual futuro error o equivocación, y nunca como una negativa a nuestra idea; jamás crear una superposición de negativismo, sino considerar esto simplemente como un alerta.
Ser estrella exige, sobre todo, gestos comprometidos con la humildad; bondad aflorando a todo instante, en cada pensamiento y en cada relación. Competencia para decir que no, cuando se debe decir que no e igualmente sabiduría para dar la conformidad, diciendo que sí, cuando se debe decir que sí.
Una verdadera estrella tiene brillo propio, pero se beneficia del brillo de las otras para que todas puedan disfrutar del conjunto y así construir una verdadera constelación.
Los segundos, los relámpagos, que piensan que son estrellas, en realidad no pasan de imbéciles egocéntricos travestidos de falsa bondad.
Buscan, sin que importe el precio o los hombros de los compañeros, los laureles con exclusividad para alimentar su propio Ego. Olvidan que cuando llegan infunden miedo y jamás serán respetados. No consiguen convivir en equipo.
Los relámpagos efectivamente brillan, pero procuramos alejarnos de ellos porque generalmente son prenuncios de tempestades. Dan miedo, producen pavor y siempre son seguidos de estruendos y lluvias fuertes.
Invariablemente, dan origen a inundaciones y derrumbamientos en los desniveles. Su energía es tan negativa que “inunda” nuestras mentes con pensamientos y actitudes contaminadas.
Las estrellas, no; éstas pueden compartir su belleza con la LUZ DE LA LUNA, pero jamás dejamos de admirar a cada una por separado. Jamás una estrella consigue deslucir el brillo de otra. Es el conjunto lo que crece en belleza.
Los relámpagos son exclusivistas y dueños de la verdad. “Infalibles y Sabios”. No escuchan y, sin que importe lo que cueste y a quien pisen, van en pos de sus objetivos sirviéndose de métodos altamente cuestionables. No admiten ser contrariados y siempre se posicionan como los únicos que brillan.
Por tanto, la Estrella no da miedo, el que da miedo es el relámpago.
Cabe a cada uno de nosotros elegir cómo pretendemos conducir nuestra vida:
Estrella o Relámpago.
Sé que nos veremos.
Beso en el alma
