Existe cura?
por Maria Guida em STUM WORLDAtualizado em 16/03/2006 16:44:40
Traducción de Teresa - [email protected]
Sí, sería la respuesta obvia, para una pregunta tan sencilla.
Pero a pesar de ser sencilla la pregunta, la respuesta no es una obviedad.
Existiendo enfermedad, existiría cura. Pero, como enfermedad no hay, cura, no es propiamente lo que acontece, cuando un organismo vivo vuelve al equilibrio, después de experimentar un cierto nivel de perturbación.
Todo lo que existe es perfección, aunque a nuestros ojos, nada parezca tan perfecto.
Todo lo que existe es energía, expresándose en el mundo físico según leyes que incluso podemos comprender, pero que estamos lejos de poder manipular.
Todo lo que existe es energía, expresándose en el mundo físico con absoluta perfección y equilibrio.
Una manera bastante sencilla de entender lo que estoy diciendo es observar a la naturaleza.
Cuando miramos un paisaje, rarísimas veces vemos, más allá de la belleza y de la paz que él nos transmite, la intensa lucha por la supervivencia que allí sucede.
Larvas e insectos devoran hojas y son capturados por los pájaros, que sucumben a los ágiles botes de los reptiles, que a su vez son engullidos por grandes y pequeños mamíferos. Y a pesar de todo ese enfrentamiento, todo se encuentra en la más perfecta armonía.
Si una hoja nace torcida, un renacuajo se desarrolla incompleto, o un cachorro de oso no es tan fuerte como los demás, éstos simplemente siguen adelante hasta que sean tragados por la infalible ley de la selección natural.
¿Y qué tendría esto que ver con el desequilibrio que acostumbramos a denominar enfermedad?
¿Por qué evocar la cruda realidad del mundo natural, para explicar aquello que mal-entendemos por cura?
Sencillamente porque tal como en el mundo natural, la actitud correcta ante la aparente imperfección y desequilibrio, es la aceptación y la conciencia de que son apenas aparentes.
¿Cuál de nosotros podría afirmar que la hoja torcida, el renacuajo incompleto o el oso débil no tienen un motivo para ser así, o que deberían ser diferentes a como son?
Si esos aparentes signos de desequilibrio e imperfección ocurren frecuentemente con las inocentes criaturas vivas que habitan el mundo natural, ¿por qué debería ser diferente con nosotros, que somos, tanto como todo lo demás que vive, expresiones de un único y unánime espíritu creador?
Si nos encaramos a nosotros mismos como energía divina materializada, muchas de nuestras críticas a la forma que hemos tomado en el mundo desaparecerían ante la constatación de que somos lo que somos, reconociendo que lo que consideramos torcido, incompleto o débil en nosotros, debe servir a un propósito del cual todavía no tenemos conocimiento, o, incluso, que debe ser, después de aceptado, trascendido en nosotros.
La falta de aceptación de las limitaciones físicas, psíquicas, emocionales y mentales dificulta la toma de conciencia, torna imposible la trascendencia, bloqueando el fluir de la energía divina y creadora. Sin aceptación – y toma de conciencia – es muy difícil dar los primeros y definitivos pasos para restablecer una condición de equilibrio.
Entendemos la enfermedad como algo que, de fuera para dentro, acomete a nuestro cuerpo físico, o cuando mucho, a la psique, que hoy también está siendo tomada como una más de las innumerables funciones cerebrales.
Médicos, terapeutas e incluso algunos de los curadores holísticos reconocen como existente y legítima la “entidad enfermedad”, ignorando que ella es apenas sinónimo de desequilibrio, descaracterización o bloqueo de la energía divina manifestada en la materia.
El verdadero curador procura reconocer, en su paciente, los puntos donde la energía manifiesta desequilibrio y malestar, buscando despertar en su conciencia las actitudes, sentimientos y pensamientos que restablecen el equilibrio del flujo.
Muchas veces, el simple reconocimiento del desequilibrio genera la toma inmediata de conciencia y restablece inmediatamente la armonía física.
Para muchos de nosotros es difícil imaginar un dolor de dientes, o una crisis renal como resultado de una perturbación energética. Sin embargo, de eso se trata exactamente.
Una persona puede, perfectamente, acumular residuos calcáreos y cristalinos en los riñones, sin jamás venir a padecer cualquier tipo de malestar o dolor. E incluso, perder, con el paso de los años, todo el esmalte de sus dientes, sin que un único canal sea alcanzado o un nervio, expuesto.
No sirve de nada saber que las actitudes negativas, pensamientos desgobernados y emociones fuera de control son la causa de todos los dolores y malestares que sufrimos, si no procuramos, a través de la aceptación de la imperfección y del cambio de actitud, alcanzar aquella cota de conciencia necesaria para la reversión de esos estados de desarmonía, hacia el equilibrio que denominamos salud.
Por eso, cuando el desequilibrio se establece, y sufrimos algún tipo de malestar o dolor, buscamos la solución fuera de nosotros, en la medicina tradicional (o en la alternativa), y recurrimos a procedimientos invasivos como inyecciones, transfusiones, cateterismos, cirugías y extirpaciones.
Si consideramos como realidad el hecho de que somos energía divina manifestada en la materia, y aceptamos con coraje la estimulante tarea de trascender las aparentes imperfecciones, tomando conciencia de que somos parte de una unidad perfecta, del mismo modo que los animales, vegetales y minerales forman parte del paisaje, será posible mantener un estado de equilibrio donde no habrá enfermedad, ni necesidad de cura.
Si no hay necesidad de cura, tampoco hay espacio para curadores.
Eventuales dolores y malestares físicos serán compartidos con otros seres, que amorosamente nos conducirán a las prácticas de aceptación y auto-conocimiento, recordándonos siempre que somos todos uno.