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Hasta que la distancia los separe

por WebMaster em STUM WORLD
Atualizado em 09/06/2010 12:31:56


por Nelson Sganzerla - [email protected]

Traducción de Teresa - [email protected]

Lo confieso: ¡Soy romántico! Mi generación pasó por los años 70 cuando se gritaba la consigna PAZ Y AMOR, tiempos del Rock in Río, Led Zeppelin, Genesis, Dylan, pero también existía el bar, la banqueta y una guitarra, donde todos entonaban el estribillo: “Vi tanta areia andei, da lua cheia eu sei, cansei de ser sozinha”, época del cubalibre y de los bailes de garaje, Bethania surgía cantando a Gonzaguinha y leyendo maravillosos textos de Fauzi Arap.

Soy del tiempo en que toda chavala tenía en su estante aquellos vinilos con las bandas sonoras de las principales novelas de las ocho y cada fin de semana nos reuníamos en casa de alguno para escuchar aquella dulce melodía, que arrullaba nuestras pasiones, a veces incluso secretas, por nuestra timidez. Recuerdo que cuando no se era correspondido en el amor, se decía: Estoy en un hoyo tremendo.

En esa época, la droga no existía en nuestros círculos. Claro que en la pandilla del PAZ y AMOR ya se peregrinaba por el LSD y otras drogas, pero eran personas de más edad. Nosotros éramos todos románticos y soñadores, nadie tenía coche, pero recorríamos kilómetros a pie por las calles de nuestro barrio en busca de aventuras amorosas, y el domingo hacíamos el recuento de nuestras eventuales conquistas.
No soy amigo de añoranzas, pero confieso que en aquella época las relaciones eran otras. Nuestra mayor velada eran los bailecitos de garaje, la matiné en el Club o el cine al final de las tardes de domingo, que siempre terminaban en un merendero comiendo una hamburguesa y saboreando un batido de leche.

El punto es: ¿qué pasa hoy día con las relaciones? Está todo tan vacío en torno al amor que los jóvenes están andando en círculos en busca de un placer que es efímero. Se besaba poco, pero se amaba mucho... Hoy eso se ha invertido, se besa mucho y se ama poco. No existe un comienzo un medio y un fin. En aquella época, intercambiábamos cartas y mensajes a la salida del colegio; hoy se intercambia música en el MP3 y en el iPod y cada uno va a lo suyo.

Hoy se mezclan alcohol, drogas y energéticos con el manejo de vehículos... y se matan en la madrugada, considerando natural esa locura. Se reúnen en lonjas de conveniencias, envolviéndose en trifulcas homéricas y cobardes, muchas veces perdiendo sus propias vidas, por banalidades difíciles de entender para los padres, que sufren por no saber qué es lo que andan haciendo sus hijos por las calles.

Ya en la fase adulta, que se verifica con la relación del hombre, que no entiende un poema, no sabe distinguir entre verso y prosa, nunca ha leído un romance y le da el sueño al asistir a un drama, alegando que las “letritas” son muy pequeñas; su único tema de conversación son las peripecias con su coche, su moto o el equipo de fútbol, en aquellos horrendos círculos que forman en torno del churrasco los domingos.

Lo que ocurre con la mujer, que por la evolución se ha vuelto más bonita y exuberante, es independiente económicamente, dueña de sí, pero sueña con un abrazo estrecho y un hombro amigo como puerto seguro que le permita la paz y la quietud tras un día duro y estresante de trabajo, aunque por más bonita, inteligente y exuberante que sea no encuentra ese compañero...

¿Dónde anda el romanticismo en las relaciones, el respeto, la admiración, el orgullo de la persona que está a tu lado, dónde anda el amor que todos buscan? Por el contrario, lo que se ve son mujeres amedrentadas y acosadas por sus maridos, agredidas delante de sus hijos. Por el contrario, lo que se ve son hombres débiles, mezquinos, egoístas sin escrúpulos, que no aceptan el final de una relación, considerando su machismo herido y vengado con la muerte de la compañera.

La relación es una vía de doble sentido, un intercambio en el cual existe el placer de hacer al otro feliz, en las pequeñas cosas del día a día; ese mundo que ahí está nos ha vuelto fríos y escépticos en relación al amor, al romanticismo y al bienquerer; nadie logra ya decir: ¡Yo te amo! Nadie logra ya mirar a los ojos, nadie tiene ya coraje para amar, nadie más se sienta a conversar, nadie más vuelve a mirar fotos de la boda, o de aquel viaje que fue de ensueño.

La relación es repetir las mismas cosas, todos los días, sin miedo de ser pesado, de caer en el ridículo.
La relación es dejar de ser macho para ser hombre, comprender que a una mujer le gusta el cariño y no los porrazos. La relación es que también la mujer deje de querer ser dueña de sí y criticar menos a su compañero, para darle también más cariño y atención.

Las relaciones se acaban porque ambos dejan de ser lo que eran antes del matrimonio. En algún lugar de ese camino las personas se pierden, y de ahí que la distancia se vuelva muy grande entre ellos, aunque todavía permanezcan juntos viviendo bajo el mismo techo; o se acorta esa distancia, o esa misma distancia, más temprano que tarde, ciertamente llegará a separarlos.

Piensa en esto.


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