Hermanas y Rivales
por Flávio Gikovate em STUM WORLDAtualizado em 25/08/2009 09:56:59
Traducción de Teresa - [email protected]
La rivalidad entre hermanos existe en todas las culturas y está relacionada con la disputa por el amor de la madre. Esa competición, en cambio, casi no existe entre gemelos o cuando la prole es muy numerosa. En las familias menores, con dos o tres críos, la rivalidad es extrema. La disputa por el amor de los padres suele hacer de uno el favorito del padre y del otro el preferido de la madre. Un eventual tercer hijo pasa a ser rechazado por todos.
Los críos piensan por su propia cuenta desde muy pronto. A los 3 o 4 años ya sacan conclusiones de todo lo que observan. Claro que muchas de esas deducciones son equivocadas y, cuando hay error en el proceso, la equivocación puede perpetuarse. Frases como “mira qué bien sabe comer tu hermana” y “ella se porta mejor que tú” se registran como indicación de preferencia por la hermana, que se convierte en objeto de una hostilidad aún mayor.
Los criterios comparativos son un importante refuerzo de la ya natural rivalidad entre hermanos, lo cual aviva aún más la competición entre ellos y añade a la relación una buena dosis de agresividad. El deseo de sobresalir crece mucho, además porque provocará una sensación desagradable en el hermano. Sabemos esto por experiencia propia: ya nos hemos sentido en inferioridad cuando el otro es el que se ha destacado. Es como un balancín: cuando uno sube, el otro baja.
La disputa es menor cuando el rival (el hermano) es del sexo opuesto. Cuando son dos niñas, el grado de competición depende de cuántas dotes – físicas e intelectuales – tenga la una más que la otra, así como de la naturaleza psíquica de ellas. Hay personas menos competitivas y envidiosas. Considero que la regla, llena de excepciones, puede ser la siguiente: las personas más inteligentes son más competitivas. Las hermanas también tienden a tener temperamentos antagónicos. Si una es extrovertida y agresiva, la otra podrá ser más quieta y controlada. Si una es muy organizada, buena estudiante e hija ejemplar, la otra tenderá a ser más desordenada y a presentar dificultades en la escuela. Ellas disputan por el amor de los padres – y por la identificación con ellos – y además compiten para demostrar cuál de los temperamentos será el que llegue a triunfar. Es triste, pues muchas veces ni siquiera logran darse cuenta de que podrían llegar a ser buenas amigas.
En la rivalidad entre las mujeres, la apariencia física se tiene como fundamental. La más guapa será objeto de hostilidad por la que se considera más fea. Será abierta y sutilmente atacada, siendo esta última manifestación de envidia la más común: la agresividad disimulada para que el agresor no denuncie su situación de inferioridad. Si la más fea es la más simpática y la más inteligente, entonces estaremos ante recíprocas competiciones, donde cada una intenta desarrollar la parte en que se destaca, tanto para obtener el éxito social como para vencer en la disputa en familia.
No es raro que la madre se asocie a una de sus hijas. Es casi el cuento de la Cenicienta, expresión de la competición entre parientes del mismo sexo. Aquí estamos hablando de la rivalidad que existe entre las mujeres dentro de una familia. Está claro también, como hemos aprendido con Freud, que este no es el único sentimiento que las une. La ambivalencia es una de nuestras características, de modo que el amor también está presente, entreverando esas complejas relaciones.