INTERVENCIÓN DE LOS ESPÍRITUS EN EL MUNDO FÍSICO - Parte I
por WebMaster em STUM WORLDAtualizado em 27/09/2015 12:42:36
por Maísa Intelisano - [email protected]
Traducción de Teresa - [email protected]
Penetración e Influencia de los Espíritus en nuestros Pensamientos y Actos
Contrariamente a lo que muchos piensan, el mundo espiritual no es un mundo aparte, totalmente separado del mundo físico en que vivimos. Lo cierto es que se trata de un mundo superpuesto, un mundo que se presenta en otras dimensiones y con el cual mantenemos una relación constante, cercana e intensa. Un mundo que penetra por entre el mundo físico, interacciona con él, influye sobre él, y al mismo tiempo recibe sus influencias.
Todo cuanto existe en el mundo espiritual está en una densidad diferente del mundo físico material de los encarnados, vibra en una frecuencia diferente y, por eso mismo, es imposible de detectar por nuestros sentidos físicos, pero no está en otro mundo o no constituye otro mundo o universo. El universo es uno solo y todos nosotros, encarnados y desencarnados, habitamos ese mismo universo, ocupamos el mismo "espacio", vivimos el mismo momento, estamos sujetos a las mismas leyes, etc. Lo que nos diferencia es el patrón vibratorio de nuestras energías que varía conforme al estado espiritual en que estamos. Encarnados, tenemos vibración más pesada, más densa, más lenta. Desencarnados, tenemos una vibración más sutil, más leve y más rápida, que se hace más y más sutil, suave y vibrátil a medida en que evolucionamos espiritualmente.
El mundo espiritual nos rodea y se mezcla con nosotros y si bien no pueda interferir de forma material más directa en el mundo físico, a no ser en casos especiales, sí puede interferir, y mucho, de forma energética. Siendo el pensamiento energía puesta en movimiento y en una dirección, cualquier criatura que piense estará poniendo energías en movimiento, aunque inconscientemente, esté encarnada o desencarnada.
Si todos nosotros, encarnados y desencarnados, ocupamos el mismo "lugar" en el universo, estando separados únicamente por diferencias vibratorias, y somos capaces de poner energías en movimiento con el pensamiento, queda claro que estamos todos sujetos a las influencias mentales unos de otros.
La energía puesta en movimiento por el pensamiento puede alcanzar y penetrar casi todo lo que existe en el universo, siempre que esté en la misma frecuencia vibratoria, y puede penetrar fácilmente el mundo de los encarnados. Así, todos nosotros, los encarnados, estamos todo el tiempo interaccionando con los pensamientos de los espíritus desencarnados que nos rodean. Ellos pueden ver nuestros pensamientos, conocer lo que sentimos, saber de nuestras intenciones más íntimas y secretas, percibir nuestros deseos, defectos, cualidades, etc. Y nosotros percibimos, aunque de forma indirecta e imprecisa, los pensamientos y sentimientos de los desencarnados que nos rodean.
Así, por solos que nos parezca estar o que podamos sentirnos, lo cierto es que nunca estamos realmente solos. Estamos siempre rodeados de espíritus y energías que esos espíritus ponen en movimiento con su pensamiento, las cuales interaccionan con nuestras propias energías mentales.
Pero los espíritus sólo verán aquello que les interesa, aquello con lo que tienen afinidad o alguna sintonía vibratoria. Así, desencarnados pesimistas, negativos y tristes tendrán, a su alrededor, espíritus con los que congenian, que piensan y se sienten como ellos. Encarnados alegres, optimistas y positivos tendrán a su alrededor espíritus que vibran en el mismo tenor y patrón de energías.
Los espíritus menos esclarecidos y desorientados sólo logran ver aquello que les interesa y que tiene que ver con su realidad. Nada más les llama la atención y nada más pueden penetrar, pues su patrón vibratorio es demasiado bajo y lento, muy cercano al de los encarnados, para conseguir alcanzar otros niveles energéticos más elevados.
En cambio, los espíritus esclarecidos, pueden ir más allá, penetrando con más profundidad las mentes humanas encarnadas, siempre que tengan autorización.
Con semejante interacción constante, es obvio que estamos todo el tiempo recibiendo y aceptando sugestiones de espíritus desencarnados. Resta por saber qué tipo de sugestiones estamos acatando. ¿Cómo saber qué tipo de sugestiones hemos estado atrayendo hacia nosotros?
Basta con prestar atención al tipo de pensamientos y sentimientos que solemos tener. Si somos personas pesimistas y tristes, atraeremos ese tipo de compañías para nuestra vida, y por consiguiente, ese tipo de sugestiones para nuestra mente. Si somos personas optimistas y alegres, atraeremos las compañías que se combinan con ese tipo de conducta mental y, consiguientemente, también atraeremos sus pensamientos y sugestiones mentales.
No podemos olvidar que, como hemos enfatizado anteriormente, somos espíritus encarnados, pero siempre espíritus. Somos espíritus que piensan tanto como cualquier otro espíritu desencarnado, y por lo tanto, nuestros pensamientos también pueblan el universo espiritual que nos rodea, pudiendo ser reconocidos por aquellos, encarnados y desencarnados, que tienen afinidad con ellos.
¿Cómo, entonces, diferenciar nuestros pensamientos de aquellos que nos son sugeridos? Nuestros pensamientos son los que nos surgen primero, casi por impulso, sin que sea necesario razonar o pensar más lógicamente para que surjan. Los pensamientos que nos son sugeridos surgen de forma más elaborada, como si estuviésemos charlando mentalmente con nosotros mismos, como si estuviésemos levantando puntos de contraposición a nuestro pensamiento original, como si tuviésemos una segunda voz hablando en nuestra mente.
Es importante que notemos que estamos rodeados tanto de espíritus buenos como de espíritus ruines, que todos piensan y ponen en movimiento sus energías, que todos interaccionan con el mundo corpóreo, que todos pueden influir sobre los encarnados más o menos directamente. Pese a ello, no podemos olvidar que lo que determina qué espíritus atraemos a nuestra proximidad es la calidad de nuestros propios pensamientos. Si nuestros pensamientos son para el bien, aunque nos equivoquemos, estaremos atrayendo espíritus del bien que intentarán ayudarnos a equivocarnos menos, porque nuestra intención es la mejor posible.