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La Frustración de la Cura

por Eraldo Manfredi em STUM WORLD
Atualizado em 13/11/2006 14:35:37


Traducción de Teresa - [email protected]

La mayor parte de las personas que se dedican al arte de curar vive permanentemente en la perspectiva de que el resultado de un determinado tratamiento llegue a ser bien sucedido… Pero a veces lo que pueda ocurrir no es lo que causa sensación de impotencia y da lugar a cuestionamientos variados, que van desde el simple “Dónde me he equivocado”, al desenlace más drástico, que es el de querer abandonarlo todo por no sentir un retorno correcto, coherente y previsible, ante las tentativas de resolver – o cuando menos aliviar – el sufrimiento ajeno.

Hay también factores altamente subjetivos siempre que se habla de algo que tiene origen en el alma de la persona, que es cosa impalpable, invisible y bastante desconocida todavía, comenzando por el hecho de que todos los intercambios energéticos son sutiles y que, dependiendo del caso, aportan mejoras también sutiles que ni siquiera la propia persona percibe – o no quiere admitir, por permanecer en la sintonía de la “pobrecita de mí” – y que en su mayoría son verificadas apenas por las personas que le rodean, los familiares o los compañeros de trabajo.

Gran parte de los pedidos de ayuda en nuestro campo de actuación vienen como que en busca de algún tipo de acontecimiento rápido, milagroso, pero… ¿Existen los milagros?
Bueno, cuando una cura efectivamente tiene lugar de un día para otro, se interpreta como tal. Pero lo que ha sucedido realmente fue que la persona ha conseguido alterar - ¡finalmente! – su patrón vibratorio a través de variaciones de comportamiento, pensamiento y percepción en cuanto a su verdadera realidad interior, reconociendo sus propias dificultades, que pueden ser representadas por las piedras que bloquean su avance rumbo a la salud perfecta.

Vamos a recordar que nuestros verdaderos enemigos no son las bacterias o los virus, sino la cristalización de nuestros pensamientos, ¡que se empeñan en luchar contra la Unidad de todas las cosas! Recordaremos aquí el odio, la venganza, la rabia, la ambición, el egoísmo, la culpa, la vanidad, la codicia y muchos otros…
Raramente conseguimos libertarnos por decreto y sin esfuerzo personal de estos aspectos negativos, y frecuentemente sufrimos recaídas que dificultan así nuestra curación completa, entregando la responsabilidad por entero en manos del terapeuta, que con rarísimas excepciones es solamente un instrumento – siempre dispuesto y dirigiendo todos sus conocimientos hacia la cura – pero con el límite impuesto de que esta cura no depende tan sólo de él.

El trabajo de base del buen terapeuta es detectar, percibir, utilizando todas sus capacidades de intuición, experiencia, sensibilidad, amor y respeto – entre otras – la naturaleza y el tamaño de las piedras y mostrar el mapa de cómo será posible llegar hasta el precioso tesoro escondido (la cura), mapa este absolutamente especial, en función de la unicidad de cada ser humano.
La llegada al tesoro, tras la remoción de todas las piedras del camino, es individual e intransferible. El tesoro solamente será recuperado por un individuo ya consciente y despierto para la verdad de que solamente a él puede ser entregado este tesoro, pues él es único y le pertenece por derecho divino, no estando así permitido que otros puedan representarlo en esta entrega. La responsabilidad final de la cura es del paciente. Está todo en manos de éste, quien podrá (o no) adoptar las actitudes que permitirán resolver su limitación de salud.

¿Habrá de ser capaz – una vez identificado el obstáculo – de actuar correctamente para removerlo?
Nosotros los terapeutas no tenemos varita mágica para remover las piedras que impiden el acceso al tesoro, pero podemos mostrarlas, para que el propio paciente proceda a su remoción.
Aquí verificamos que la percepción de nuestra divinidad y de toda la responsabilidad que adviene de ello (¡somos todos dioses, la cura es algo que está dentro de cada uno de nosotros, y también que nuestro libre albedrío es supremo!) hacen de un proceso de cura total la necesidad de que estén presentes varios factores:

-La voluntad Divina
-La voluntad del terapeuta
-La voluntad del paciente (a través de su libre albedrío).

Cuando el encuentro de estas tres verdades se manifiesta, la cura realmente parece un milagro.

La frustración se instala en nosotros principalmente cuando la voluntad Divina no permite que la cura se realice (existe un proceso de vivencias y experiencias necesarias al aprendizaje – para cincelar el alma – que ella misma se propuso al encarnar), o cuando el paciente conscientemente quiere cambiar, pero en el plano inconsciente – en el fondo, en el fondo – no es precisamente así…
Hay también, en bastante menor escala, la influencia de terapeutas que no están concienciados de su misión y de su parte, que representa solamente un eslabón entre la voluntad de él y la voluntad divina.

Otro factor frustrante se da cuando es inexistente el retorno de las informaciones sobre progresos o cura completa: ¿estará bien el paciente, habrá encontrado el camino, necesitará de más apoyo, de más sesiones?
Pues, como ya se ha dicho anteriormente, la mayoría aún considera que los terapeutas de esta área tienen en sus manos la varita mágica, y desean un “Milagro”, ya en la primera sesión, siendo que – repito – muchos suelen cargar todo el fardo en las espaldas de los terapeutas.

La principal finalidad de este artículo es esclarecer a todos aquellos que acuden a nosotros y también proporcionar a todos los terapeutas del ramo un cierto alivio para que no se sientan tan frustrados cuando sus objetivos no son alcanzados, a fin de cuentas “objetivo” y “subjetivo” son dos aspectos bien distintos.
¡Los que actúen con ética, integridad y principalmente amor, no deberán frustrarse fácilmente y sí agradecer al Padre por estar formando parte de esta indispensable cadena!

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