La importancia de tener un sitio en casa para conversar con Dios
por WebMaster em STUM WORLDAtualizado em 04/02/2011 16:46:17
por Mauro Kwitko - [email protected]
Traducción de Teresa - [email protected]
En un mundo contaminado energéticamente, como este en que vivimos, es de fundamental importancia tener en nuestra casa un sitio para sentarnos, calmarnos y charlar con Dios. En ese ejercicio de meditación, procuramos calmar nuestros pensamientos mediante la búsqueda de un silencio interior, o de mantras, que pueden ser las oraciones tradicionales (Padre Nuestro, Ave María, etc.) o afirmaciones, decretos, sonidos, etc.
Lo que importa es, que mediante el ejercicio frecuente de esta práctica, procuremos liberarnos, gradualmente, del comando de nuestro pensamiento, que no es más que un instrumento de nuestro Ego para atender a sus propios deseos y anhelos, en su mayoría ‘ego-ístas’.
Cualquier pensamiento que comience por la palabra “Yo” o que tenga una fuerte connotación de “Mío” y “Mía” es, en sí, falso y engañoso, aunque parezca real y verdadero. Nuestro Ego es una creación de nuestra persona, para orientar su rumbo en la vida, un rumbo generalmente ciego y sin sentido. Y el pensamiento hace de todo para que permanezcamos en ese rumbo, creyendo y haciéndonos creer que somos nosotros quienes estamos pensando y deseando cosas, anhelando aquellas cosas, que somos nosotros los ansiosos, impacientes, angustiados, tristes, resentidos, abandonados, cuando, en realidad, es nuestra persona la que se siente así, y a través de su representante, el Ego, nos transmite eso; y parece que somos nosotros, pero no es así.
¿Cuál es la importancia de tener en casa un sitio donde sentarme cómodamente o tenderme, relajarme, calmar los pensamientos de mi persona, y procurar encontrarme? Es saber donde Yo estoy. Ciertamente estoy en mi persona, pero ésta es tan solo una parte infinitesimal de mí, de 1 metro 70 centímetros, ¿cómo acceder a lo restante de Mí? ¿Cómo consigo verme libre del dominio que Mauro ejerce sobre Mí? ¿Cómo consigo hacer que el Ego actual Me obedezca? Mis pensamientos, siendo provenientes de Mauro, no van a colaborar en nada para ello, es preciso liberarme de esos pensamientos, es preciso parar de pensar, no queriendo parar, pero, sí, no queriendo nada. ¿Cómo es esto posible?
Un sitio en casa, bonito, calmo, silencioso, cómodo, donde Mauro pueda permanecer de vez en cuando, aprendiendo a parar de pensar, puede hacer que, poco a poco, él comience a liberarse de sí mismo y consiga ir encontrándome a Mí. Yo estoy aquí arriba, él ha de subir hasta aquí, pero esa subida no es difícil, ni trabajosa, ni una tarea ardua, por el contrario, es como un globo, cuanto más ligero, más sube. ¿Dónde está el lastre que impide la subida? En los pensamientos y sus representantes emocionales, los sentimientos. ¿Dónde está la levedad que permite la subida? En el no-pensamiento.
En un sitio así, donde podamos permanecer durante algún tiempo no-pensando, no-queriendo, no-deseando, podemos liberarnos, día a día, de nosotros mismos, de nuestros pensamientos, de nuestros sentimientos, y empezar a encaminarnos hacia un lugar más oreado, más leve, donde todo es diferente, donde se empieza a sentir paz y bienestar, y donde podemos encontrar a Dios con más facilidad. Dios está en todo, pero en sitios así podemos percibirlo más fácilmente. Y allí está la alegría, la felicidad, la bienaventuranza, la serenidad, allí se acaban nuestros problemas, terminan nuestros sufrimientos, rematan nuestros dolores. Allí suspiramos profundamente y nos entregamos.
¿Dónde está el sufrimiento? Parece que está en las cosas, en lo que nos ha pasado o nos está pasando, en lo que deseábamos y no tenemos, en lo que teníamos y hemos perdido, pero si lo examinamos bien, desde arriba, el sufrimiento está en nuestro pensamiento, en cómo vemos, percibimos y asimilamos lo que nos causa sufrimiento. Generalmente hacemos confusión entre las cosas y nuestro pensamiento respecto de las cosas y no es lo mismo. Como dice un dicho popular: “¡Una cosa es una cosa, otra cosa es otra cosa!”. Yo pierdo algo muy importante y esto me causa un enorme sufrimiento, ¿dónde está el sufrimiento? ¿En la pérdida o en cómo pienso respecto de ella? La pérdida es la pérdida, el sufrimiento está en mi pensamiento acerca de esa pérdida. Si yo no puedo hacer nada respecto de la pérdida, ¡hay una salida! ¡Yo puedo modificar mi pensamiento en lo que se refiere a ella! Pero esto va a depender de quién está al mando del pensamiento sufridor: mi persona o Yo.
Mi persona sufre porque ha perdido algo o a alguien, Yo nunca pierdo nada. ¿Por qué nunca pierdo nada? Porque Yo nunca he tenido nada, quien tiene es mi persona. Cuando muere el padre de Mauro, ¿qué ha pasado? Mauro ha perdido a su padre, Yo no tengo padre. Mauro se ha quedado sin padre, Yo estoy junto a aquel Espíritu que tenía el rótulo de padre de Mauro; Mauro se ha quedado solo, triste, yo me siento bien, estoy junto a quien fue su padre. Mauro sufre, Yo observo su sufrimiento. Él no entiende por qué ha pasado eso, por qué tenía que perder a su padre, Yo sí lo sé.
Si el pensamiento (y los sentimientos) están bajo el mando de Mauro, éste padecerá un sufrimiento mucho mayor del que sería necesario, durante un tiempo mucho mayor del que debería. Si Mauro tiene un sitio en casa para meditar (parar de pensar), Yo podré asumir el mando y transmitirle lo que sé, lo que él necesita recordar, lo que debe comprender, en lo que se refiere a la Vida, a la Muerte, a la No Permanencia, al Desapego, a la Liberación, a la Felicidad. Puede que Mauro no me escuche y siga bajo el mando de su propio pensamiento y de los sentimientos provenientes de ese mando, y se hunda en la tristeza, en la depresión, en la saudade; puede incluso estropear su encarnación por eso, y hasta puede suicidarse, literalmente o a través de una enfermedad grave; y mientras tanto, Yo desde aquí arriba permanezco observando, aguardando a que él abra mano del mando y me pase esa tarea, a fin de que Yo pueda hablarle, explicarle todo, enseñarle cómo son las cosas y, bajo mi mando, él amenice su dolor, se vea libre de la auto-piedad egoísta y de su sufrimiento egocéntrico e infantil.
De ahí la importancia de tener un sitio en casa, para diariamente calmarse y conversar con Dios y encontrar nuestro Yo.