La Inteligencia Emocional en las Relaciones
por WebMaster em STUM WORLDAtualizado em 30/08/2018 10:17:35
Autor ROBERTO DANTAS
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Traducción de Teresa
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Cuando era pequeño muchas veces oí decir a mi madre: "cuidado con las malas compañías...". Para ella, estar en compañía de personas de mala conducta "me contagiaría" y entonces yo posiblemente pasaría a portarme mal. Esa idea no era sólo de mi madre; recuerdo que mis abuelas también pensaban así, y otras muchas personas "adultas", en aquella época. Por entonces yo decía que esto no es así, ya que depende únicamente de la persona ir por el "mal camino" y que el estar con colegas no tendría influencia. Yo estaba equivocado.
La psicología moderna, sobre todo algunas líneas como las cognitiva, positiva y teoría de las inteligencias emocionales de Daniel Goleman me demuestran que mi madre estaba en lo cierto.
Según estas psicologías, somos fruto del medio en que vivimos, que influye sobre nosotros, y mucho.
Para la psicología positiva, aumentar los niveles de disciplina y afecto en casa, alejarse de colegas negativos, participar más en actividades deportivas son algunos de los consejos dados por Goleman. Según él, lo más importante es cultivar una red de conexiones positivas, a través de las relaciones sanas, positivas. Administrar esta red de relación es tomar las riendas de nuestra propia vida y hacernos responsables de ella.
Se hizo una experiencia con jóvenes infractores, los cuales fueron sometidos a una terapia llamada multisistémica, durante un período de cuatro meses. Se creó una red de relaciones positivas. Así, un psicólogo buscaba conocer en las relaciones del chaval, relaciones de apoyo, positivas, dentro de su red de relaciones: familia, iglesia, amigos, escuela y otros.
El psicólogo buscó por ejemplo algún chico que pudiese ser amigo del muchacho, una iglesia que podría funcionar como una familia virtual, un tío que pudiese ser su mentor. El objetivo era reforzar la red de afectos en la familia y grupos sociales en que vive, reduciendo el tiempo pasado con compañeros propensos a problemas y creando un basamento afectivo para el joven infractor. Se establecieron ciertas obligaciones disciplinarias, como buscar un trabajo o esforzarse más en la escuela y también practicar actividades deportivas.
Las tasas de reincidencia de los chavales que se sometieron al proceso cayó del 70% al 25%. Por hablar únicamente de los jóvenes que habían cometido infracciones importantes, como crímenes violentos y graves, que por cierto, eran intransigentes y reacios al tratamiento.
Así, tengo que reconocer que mi madre estaba en lo cierto sobre las malas compañías, pero también sobre la idea de que el trabajo y el estudio alejan al adolescente del mundo del crimen.