La irritación como señal de alerta
por WebMaster em STUM WORLDAtualizado em 29/04/2015 10:07:53
por Paulo Salvio Antolini
Traducción de Teresa - [email protected]
"¿Cómo hago para saber que estoy en mi zona de confort nuevamente?” Esta pregunta es frecuente en consultorio. Después de algún tiempo en terapia, las personas descubren que incluso en situaciones incómodas permanecen sin emprender una acción activa para salir de ellas.
Sin mucha consciencia de las cosas, es más frecuente en las personas permanecer en la incomodidad conocida que buscar nuevas formas de ser, todavía desconocidas. Las inseguridades, los temores, el convivir con los interrogantes les lleva a quedarse como están. Después de esta toma de conciencia, aunque lentamente, ocurre un movimiento hacia lo nuevo, un buscar cómo salir de la situación indeseada; y cuando se hace ese movimiento, las respuestas empiezan a aparecer y a hacerse conocidas. Incluso obteniendo resultados satisfactorios, hay cierta tendencia a la acomodación y a retomar patrones de comportamiento antiguos.
Es la tendencia humana a buscar “zonas de confort”.
Estar en la “zona de confort” no significa que está todo muy bueno, o sólo bueno, sino que se están viviendo situaciones conocidas, con resultados conocidos, lo cual da una sensación de seguridad, aunque ésta sea falsa.
El hijo que no trabaja, o no va bien en los estudios, lleva broncas seguidas de los padres, pero continúa de la misma manera. Las broncas son siempre muy agresivas e incómodas, lo que pasa es que él ya sabe que después todo sigue igual: levantarse tarde, comer, ir al colegio, salida con los amigos y llegar tarde a casa. Y el ciclo se repite. Como las amenazas incluidas en las “broncas” no se cumplen, él ha aprendido que basta esperar a que “baje la polvareda”.
El marido se queda hasta tarde con los amigos, la esposa lo amenaza constantemente de que va a dejarlo, pero no pasa nada, y al momento siguiente todo continúa como antes. El gerente que está siempre amenazando y no toma ninguna providencia efectiva y así sucesivamente. Los ejemplos son innumerables.
Cuando ocurre algo que impulsa a las personas a proceder de modo diferente, por ejemplo, si las amenazas empiezan a cumplirse; se retira la llave al hijo y se le corta la paga mensual; la esposa empieza a buscar la separación, consulta a un abogado; el gerente da la advertencia por escrito, vía departamento de recursos humanos, esas personas entonces tratan de cambiar. ¿Será cierto?
Pocas son las que buscan realmente un cambio de comportamiento. La gran mayoría busca un “cambio” temporal, volviendo a los patrones anteriores en cuanto se calma la situación. El hijo pasa a llegar temprano, estudia un poco más y hasta saca algunas notas mejores, luego empieza hábilmente a reivindicar el “derecho a distraerse”, a tener un dinerito para tomar algo y a estar un poco más con los amigos, y pronto vuelve a la falta de respeto por las advertencias paternas. El marido pasa a volver directamente a casa, hace muchas promesas que dejan de cumplirse tan pronto como la esposa abandona la idea de la separación. El empleado retoma los comportamientos antiguos en cuanto su gerente vuelve a tratarlo normalmente.
La pregunta “¿Cómo hago para saber que estoy en mi zona de confort nuevamente?” surge por aquellos que, habiéndose propuesto cambiar, se sienten nuevamente compelidos a ese cambio. No identifican de inmediato que han retomado las costumbres antiguas.
Uno de los más fuertes indicadores aparece cuando el otro dice algo que inmediatamente origina una irritación interna, un malestar que propicia respuestas atravesadas, los más comedidos lo compensan con explicaciones y justificativas.
La exigencia externa hace que la persona tenga que examinar su comportamiento nuevamente y tenga que actuar de modo coherente con lo que es de consenso, en caso contrario resurgirán los problemas. Muchos se irritan y estallan porque tendrán que tomar actitudes que “consideran” no serían necesarias. “Me pillé irritado y descubrí que era porque tenía que hablar con el albañil sobre una paredilla que no estaba como yo quería. Ahora veo que hubiera querido no tener que hacerlo”.
Echarlo a lo obvio o a la “bola de cristal” de los demás son creencias que fomentan quitarnos de encima la responsabilidad de hacer cosas que a menudo no queremos. Puede que no queramos, pero es preciso. “¿Me han irritado? Entonces están sacándome de mi zona de confort”. Tener que hacer, tener que explicar, tener que cambiar.