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LA LUZ DE LA CONCIENCIA

por WebMaster em STUM WORLD
Atualizado em 16/02/2012 16:26:25


por Oliveira Fidelis Filho - [email protected]

Traducción de Teresa - [email protected]

Sus enseñanzas son universales, sus principios flexibles y, por ello, eternos; su moral y ética emergen del cuidado para con la vida; su cultura, no raramente contradice aquello a que se da culto. Su espiritualidad mística y práctica son como ríos que se desbordan más allá de las restrictivas orillas de la religiosidad en el espacio y en el tiempo. Su amor y su sueño él deseaba que fuesen extendidos y compartidos por todos. Estoy pensando en el Maestro Jesús.

Es de Baháulláh (1817-1892) la declaración: “La Tierra es un solo país y los seres humanos sus ciudadanos… hombre no es solo aquel que ama a su patria, sino antes bien aquel que ama a su especie”. Tenía conciencia de que “aquello que infelicita a la parte infelicita también al todo”.

Es a partir de esta dimensión holística como percibo a Jesús declarando: “vosotros sois la sal de la Tierra y la Luz del mundo”. Tales afirmaciones no se limitan al cristianismo como un todo y mucho menos a algunos de los incontables fragmentos de esta esquizofrénica realidad en que se ha convertido.

Las declaraciones de Jesús siempre nos desafían a ir al encuentro de la esencia divina, a liberar la Luz y el Amor Crístico presentes en cada uno de nosotros, a ser aquello que en realidad somos, o sea “Sal de la Tierra y Luz del Mundo”.

La sal es necesaria para la sobrevivencia de todos los seres vivos, incluyendo a los seres humanos, por tener implicación, también, en la regulación de la cantidad de agua del organismo. En este artículo, en lo que atañe a la sal, puntualizaré su capacidad de conservar y de proporcionar sabor.

Pocos ignoran el acelerado proceso de deterioro a que la Tierra está siendo sometida. Lo que no siempre percibimos es que los principales responsables por tal degradación somos aquellos que deberíamos actuar como sal de la Tierra.

Rápidamente, la vida que de la Tierra se desprende queda vaciada de perspectiva de futuro, tanto a nivel de espacio como de tiempo. Se advierte un desenfrenado proceso de putrefacción. El aire se torna irrespirable, el suelo agotado e improductivo, el agua en los mares y en los ríos se vuelve cada vez menos propicia para la vida, y el derretimiento de los inmensos glaciares todavía no ha sido suficiente para “derretir” la conciencia y los corazones. Es triste y vergonzoso ver multitudes usando máscaras para respirar el aire que nosotros mismos infectamos.

Es asombroso depararse con la explosión demográfica de la especie humana y su desequilibrador y letal impacto sobre todas las especies. Al menos en este aspecto, la naturaleza, a lo que me parece, también ha venido tomando providencias, en la medida en que más personas optan por permanecer solteras, más parejas optan por no tener hijos o los tienen en reducido número y más y más personas nacen con orientación homosexual. En relación a las uniones homosexuales que no engendran hijos y que buscan la adopción es, para mí, difícil no percibirlas como más congruentes con los retos del caótico momento que vive la humanidad. Hay quienes afirman que cada niño que nace es prueba de que Dios aún confía en la humanidad, sin embargo, creo que seríamos más confiables si no sobrecargásemos con tantas bocas a la ya agotada Madre Tierra.

Para Jesús somos “la sal de la Tierra”.Reflexionar sobre las consideraciones expuestas, a la luz de la moral y la ética, que tienen en cuenta el cuidado, defensa y preservación de la vida en todas sus expresiones, es una de las formas de portarnos como sal de la Tierra.

La responsabilidad de mantener vivo y sano este maravilloso Planeta es urgente e intransferible. Cada ser humano ha de sentirse poseedor de sal en sí mismo. Damos pruebas de ser la sal de la Tierra cuando los pensamientos, sentimientos y palabras que fluyen de nosotros originan vibraciones y ondas de energía limpia, que resultan en asepsia de la naturaleza interna y externa; cuando los actos tienen por objeto producir efectos preventivos, preservadores, purificadores, revitalizadores.

La existencia de un cielo y de un infierno atemporal, supra-espacial y eterno no me asusta y tampoco me atrae, pues he venido construyendo, día a día, un cielo dentro y alrededor de mí.
Entretanto, si continuamos soñando con el cielo y desatendiendo el cuidado de la Tierra, en breve estaremos en un tenebroso infierno, independientemente de la creencia profesada.

Otra función de la sal es dar sabor, hacer el alimento paladeable. El gran número de deprimidos, el creciente número de suicidios, de homicidios, de abandono de recién nacidos y el creciente número de patologías psíquicas y somáticas son una clara indicación de que la vida se resiente de sabor. Y cuando la vida pierde el sabor y el encanto es natural dejar de desearla.

Jesús también dijo que somos “la Luz del Mundo”. Somos la única especie viva de la Tierra que posee conciencia. De esto muchos quizá aún no se han dado cuenta. Hemos sobrepasado la barrera del inconsciente alcanzando la luz de la conciencia. Somos, por tanto, la luz del mundo, la especie responsable e indisculpable ante el Creador y las criaturas.

Para Jesús, es preciso que la luz extienda su claridad. Debe ser como “la luz de la mañana que va brillando, brillando, hasta ser día perfecto” (Proverbios 4.18). Es preciso que nos percibamos como un punto de luz, un ahuyentador de sombras, ya sea a nivel personal, familiar, comunitario, social o planetario. Es contrario a la verdadera naturaleza humana esconderse u omitirse. El ser humano se realiza en la medida en que cuida de que su luz brille pura, desembarazada de todo egoísmo, de todo miedo, de sentimientos menores. Para ser luz se hace necesario el calor del coraje y la suavidad de la humildad.

Ser luz del mundo es tener una conciencia espiritualmente expandida, siempre apta para hacer la debida separación y elección entre luz y tinieblas. En este Planeta nuestra vocación es hacer buenas obras o como dijo el Maestro, "así brille vuestra luz para que vean vuestras buenas obras”. Tales buenas obras deben trascender el asistencialismo, las ideologías políticas, la religiosidad; han de estar al servicio de la eco-espiritualidad, de la civilidad que tiene en cuenta la sostenibilidad armoniosa de la vida, en todas sus formas, y del Planeta como un todo.

De la luz dependen todas las formas de vida. De la conciencia humana expandida depende la perpetuación de una Tierra Viva. La luz es siempre bienvenida, independientemente del espacio, de la ideología, de la cultura o creencia. Recordando aún a Baháulláh “una flor es bella, no importa en qué jardín florezca. La luz es buena, no importa en qué lámpara brille”.Que retiremos lo que impide la expansión de la conciencia y que nos convirtamos en aquello que en esencia somos: Sal de la Tierra y Luz del Mundo. El Universo depende de la expansión de nuestra conciencia. Con ella crearemos el Cosmos, sin ella el Caos se expandirá. Cambiaremos para mejor el mundo, en la medida en que nos tornemos más conscientes. Recordando el Corán: "Dios no muda el destino de un pueblo (o de la Tierra) hasta que el pueblo mude lo que tiene en el alma”.


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