La Quietud de la Mente - Prácticas Renovadoras
por WebMaster em STUM WORLDAtualizado em 11/07/2012 12:54:06
por Marcelo Hindi - [email protected]
Traducción de Teresa - [email protected]
La mente trabaja incesantemente en todo tiempo y los pensamientos fluyen continuamente; incluso con el cuerpo en reposo, la mente permanece en actividad, y a veces en intensa actividad. De ese modo, relajarse parece más difícil que no relajarse, y el desgaste de la mente es tanto o más expresivo que el desgaste del cuerpo. Hay situaciones en las cuales tenemos la impresión de que nuestra voluntad está cansada, tan grande es la fatiga que se percibe en la mente. En último análisis, entendemos que nosotros somos sólo nuestra mente, y por eso mismo, cuando sentimos que hay desgaste, hasta nuestro poder de elección parece quedar comprometido. La realidad es animadora: somos mucho más que el cuerpo y la mente, y por medio de la quietud y de la interiorización podemos reconocer nuestras posibilidades y potenciales ilimitados. Trabajar, estudiar, interaccionar empleando los más diversos medios y tecnologías resulta en cansancio para el cuerpo, y principalmente para nuestra mente. Al final de un día podemos afirmar que “nosotros estamos cansados”, y por eso indispuestos para elegir, para expresar cualquier deseo o voluntad, como si la energía o combustible se hubiese acabado. Nosotros, en realidad, no estamos cansados, pero nuestra fantástica máquina cuerpo-mente sí está desgastada. Percibirse como ente existente y como ser en relación con el medio en que se encuentra (físico y metafísico), a través del vehículo mente-cuerpo, es muy revelador: nuestra comprensión se ensancha sobre nuestro poder realizador y lo que podemos hacer por medio de éste. Para ello, el primer paso es permitir que tu mente se calme: los pensamientos fluyen todo el tiempo, como en una conversación continua de varias voces, e intentar silenciar la mente por medio del esfuerzo sirve únicamente para estimular todavía más ese flujo. Resistirse a éste es totalmente contraproducente, pues, a la energía consumida por el flujo se añade la energía que se gasta para resistirse a él.
Un modo simple y totalmente practicable para silenciar la mente es adherirse al no hacer nada, o sea, entregarse sin ningún tipo de resistencia al flujo.
Imagina que sostienes una gran palangana con agua: hacen falta malabarismos para mantener la superficie del agua serena y sin perturbaciones. Una superficie quieta, pacificada, no resulta de la tentativa de equilibrar la palangana y controlar los movimientos del agua dentro de ella. Es preciso permitir que el agua repose en la palangana y que la propia palangana repose, sin tentativa alguna de control. Entiende el agua como los pensamientos y la palangana como la mente, y acepta el reposo, sin intentar resistirte al movimiento del agua o incluso intentar controlarlo. Permanecer quieto, entregado, permite que el agua siga la tendencia del reposo en la palangana, o, si consideras el flujo de un río, que las aguas sigan armoniosas, en su curso.
La pacificación invita a la entrega y a la no resistencia. ¿Qué tal practicarlo?
Elige un sitio tranquilo y que te sea agradable, en medio de la naturaleza, de la ciudad, o en tu casa, y siéntate cómodamente, relajando el cuerpo y permitiendo que la mente se aquiete. Respira profundamente como si en la inspiración el aire trajese las luces más bellas del Universo a tu sistema, y en la expiración liberases aquello que ya no necesitas y que va para el reciclado. Déjate aquietar, haz nada, espera nada, desea nada, solo entrégate al momento y siéntete acogido por el Todo que te envuelve. Tu mente se va aquietando y los pensamientos van quedando desacelerados.
Si deseas dar algunos pasos más allá en tu ejercicio de pacificación e interiorización, puedes añadir el ejercicio de concentración en la secuencia de la práctica anterior: una vez la mente pacificada, establece el foco en la profundidad del propio ser y concéntrate en una referencia agradable, como la llama de una vela, una bella flor, el brillo de las estrellas, o concéntrate en tu propia presencia como algo profundo, interno y deliciosamente existente. En esa práctica de concentración hay una especie de movimiento voluntario: cuando la mente empiece a divagar, tráela amable y cariñosamente al foco, y permanece así, concentrado durante algún tiempo.
Para ir más allá de la concentración, para el caso de que desees percibir aún más profundamente tu existencia, ejercita seguidamente la concentración en el vacío. Funciona del siguiente modo: percíbete integrado a un todo sin límites, como si estuvieses a cielo abierto, con nubes que se mueven gentilmente: percibes el cielo sin límites siempre presente, y eventualmente una suave y gentil nube, que es el pensamiento expresándose. No necesitas saber la forma de la nube o su naturaleza, lo que importa es solamente el suave y libre movimiento de eventuales nubes, pues lo que se revela presente y atractivo es la integración con el cielo sin límites, en serena unión con la quietud y la armonía.
Continúa esa práctica durante el tiempo que te sea posible, y sírvete de esa estrategia diariamente, para que la tranquilidad y la quietud se te hagan familiares, y así tu máquina cuerpo-mente pueda tener una expresiva renovación, quedando totalmente perceptible que tu voluntad no puede ser comprometida por nada, al fin y al cabo, se expresa más allá de la propia mente y cuerpo. Siendo así, válete de tu voluntad y poder de elección, y asimila la vida ilimitada en cada inspiración. Los beneficios de estos ejercicios son inmediatos y también duraderos. Estupenda meditación.
Un afectuoso abrazo,
Marcelo Hindi – Psicoterapeuta Holístico