¡La Reencarnación empieza en la infancia!
por WebMaster em STUM WORLDAtualizado em 09/03/2009 15:49:48
por Flávio Bastos - [email protected]
Traducción de Teresa - [email protected]
Bajo la óptica de la reencarnación, la infancia es la fase más significativa en el sentido de los aprendizajes del espíritu que retorna para nueva jornada, pues es el período más fértil para sedimentar los conceptos del bien, de la solidaridad y del amor al prójimo.
Así que se reencarna en el útero materno, el ser ya está recibiendo todas las vibraciones de rechazo, impaciencia y ansiedad. De ahí la importancia del amor, de la vigilancia y de la dedicación por parte de los padres (o sustitutos) incluso antes del nacimiento de aquel espíritu que llega.
Las obras básicas del Espiritismo que abordan el tema de la infancia respecto de la evolución del espíritu, son unánimes en afirmar la importancia de la efectiva participación de los responsables en el proceso educativo del ser.
El “Libro de los Espíritus” que trae las enseñanzas de los espíritus superiores, recibidas y ordenadas por Allan Kardec, nos informa de que “La paternidad es una misión. Y al mismo tiempo un deber muy grande, que implica, más de lo que el hombre piensa, su responsabilidad para el futuro. Dios pone la criatura bajo la tutela de los padres para que éstos la encaminen por la senda del bien, y les facilitó la tarea, dando a la criatura una organización débil y delicada, que la hace accesible a todas las impresiones. Pero están los que se ocupan más de enderezar los árboles del huerto y hacerlos cargarse de frutos, que de enderezar el carácter del hijo. Si éste sucumbiese por su culpa, habrán de sufrir el castigo, y los sufrimientos del niño en la vida futura recaerán sobre ellos, porque no hicieron lo que les correspondía para su adelanto en las vías del bien”.
Sobre la utilidad de la infancia en la finalidad del perfeccionamiento, la cuestión número 385, del mismo libro, trae la siguiente información: “La infancia tiene además otra utilidad: los espíritus no ingresan en la vida corpórea sino para perfeccionarse, para mejorarse; la debilidad de los primeros años los hace flexibles; accesibles a los consejos de la experiencia de aquellos que deben hacerles progresar. Es entonces cuando se puede reformar su carácter y reprimir sus malas tendencias. Ese es el deber que Dios ha confiado a los padres, misión sagrada por la cual habrán de responder. Siendo así, la infancia no es solamente útil, necesaria, indispensable, sino además la consecuencia natural de las leyes que Dios ha establecido y que rigen el universo”.
Adenauer Novaes, psicólogo, escritor y referente en Terapia de Vidas Pasadas, escribe en su libro “Reencarnación”, que “reencarnarse significa volver con la misma individualidad anterior. Pese a que se cambia de nombre y a veces de familia, no se pasa a ser otro individuo. El concepto de personalidad está intrínsecamente relacionado al ambiente forjador de sus caracteres. Ella es la conjunción del factor hereditario, del medio ambiente y de caracteres individuales traídos de existencias pasadas. La personalidad anterior se modifica a partir del nacimiento con la convivencia en un nuevo ambiente y con los caracteres heredados. El nuevo ambiente y el nuevo cuerpo, inician el proceso de modificación de la personalidad anterior. El espíritu es el mismo. No se cambia de individualidad por cambiar de vivienda.”
Sobre la inevitable existencia de conflictos, Novaes discurre: Los conflictos y problemas actuales antes de ser atribuidos a existencias pasadas, deben ser analizados, como hace la psicología, a partir de la vida actual. ¿Será que el origen de tales conflictos no está en la infancia problemática? ¿Será que la relación materna y paterna no provoca traumas que eclosionan más adelante? Ciertamente tales factores influyen”, completa.
Y, según Novaes, nuevamente en pauta el amor maternal en torno a casos de pacientes psiquiátricos: “Hay casos de pacientes psiquiátricos que no hay medicamento que alivie, ni psicología que cure. No hay teoría que, por lo menos, alivie sus conflictos, que vienen, por lo regular, de otras vidas. En muchos casos, este amor capaz de retirar el espíritu de tamaña confusión mental, está en la maternidad, en el amor de sus madres. Generalmente, las madres, con su amor, acompañan a tales espíritus, y ese amor es el capaz de transformarlos.”
Aún sobre la importancia de la responsabilidad en las funciones materno-paternales, el “Evangelio Según el Espiritismo”, en su capítulo XIV, apartado 9, nos informa de lo siguiente: “Recordad que a cada madre y a cada padre preguntará Dios: ¿Qué habéis hecho del hijo confiado a vuestra guarda? Si por culpa vuestra él se mantuvo en el atraso, tendréis como castigo verlo entre los espíritus sufridores, cuando de vosotros dependía que fuese dichoso. Entonces, vosotros mismos, llenos de remordimientos, pediréis que os sea concedido reparar vuestra falta. Solicitaréis para vosotros y para él otra encarnación en que lo rodeéis de mejores cuidados y en que él, lleno de reconocimiento, os retribuirá con su amor.”
Rasgos negativos de carácter, traídos de pasado remoto, no eximen a los educadores inmediatos el compromiso (la misión…) de intentar modificar, a través de la dedicación consciente y amorosa dispensada a sus hijos, esta tendencia convertida en patrón de comportamiento. Este es el desafío de todos los padres o sustitutos directos.
Y finalizando este abordaje, un mensaje de Ling Chene Yü sobre la fe en la capacidad humana de superar obstáculos:¿Por qué el pasado habría de ser el señor de la vida, si cada vida es esperanza de renovación?