LA SABIDURÍA DEL FRUTAL
por WebMaster em STUM WORLDAtualizado em 17/01/2012 17:02:45
por Alessandra França - [email protected]
Traducción de Teresa - [email protected]
Hay innumerables especies de árboles en nuestro planeta, árboles grandes, pequeños, floridos, coloridos, multiformes y frutales. No es frecuente que las personas se detengan a observar la belleza de un árbol en su momento sublime de fructificación, a menos que tengan hambre o que recojan los frutos para comercializarlos.
El momento máximo de un frutal son sus flores. Pues de su floración resultan los frutos. Cuanto más intensa es la floración, más bellos y perfectos serán los frutos. Cuanto más perfecta la expresión de la planta en sus flores perfumadas con sus aromas transportados por los vientos, más insectos atraerá, los cuales, a través de la polinización, garantizarán la especie y su fructificación.
Podemos comparar la vida humana, o al menos lo que debería ser, a la vida de un frutal. El momento en que el hombre está “en la flor de la edad” es el de mayor belleza e impulso de su vitalidad, es el momento de expresar su mayor capacidad en busca del sentido de la vida, momento para poner en práctica lo aprendido, momento para producir y expresar lo mejor de sí mismo, tanto para atraer relaciones o buenas oportunidades de trabajo, como para transformar el mundo.
En el árbol, las mejores flores son seleccionadas naturalmente por los insectos, es el conocido proceso de selección natural. Las abejas, por ejemplo, eligen las flores más bellas y más perfectas para extraerles el néctar, ya que esto garantiza una mayor cantidad y mejor calidad de la miel (el motivo por el cual lo hacen así, todavía no se ha descubierto). De las mejores flores nacen los mejores frutos ¡esto es un hecho!
En el hombre, los dones más bellos atraen admiradores, que también seleccionan los talentos de que necesitan en aquel momento. Eligen los talentos que expresan lo máximo de la persona, poniendo de manifiesto la belleza y la eficiencia dentro del contexto social y ambiental en que están inseridos. Muchos talentos que emergen de la esencia humana son capaces de transformar el mundo, beneficiando a todos. Por ejemplo, ¿qué sería de la Física sin el talento genial de Einstein? ¿Qué sería de la música clásica sin el don sublime de Mozart? Fueron personas que, ciertamente, dieron lo mejor de sí y no lo emplearon de modo egoísta, sino que lo ofrecieron, sin distinción alguna, únicamente pusieron sus talentos innatos al servicio de la humanidad.
El árbol frutal da lo máximo de sí mismo, siempre. Su ideal es producir muchos frutos para servir a todos sin distinción ni prejuicios. Ofrece lo mejor de sus frutos a los insectos, a los pájaros y a los humanos. Sin anhelar ninguna recompensa. Solo expresa su propia naturaleza – dar frutos para beneficiar a todos.
El hombre que emplea sus talentos para servir, ofreciendo siempre lo mejor de sí mismo en favor de todos, ciertamente mejora la condición de la vida humana. No se preocupa por lo que pensarán los demás, si habrá críticas, si obra bien o mal, solo se ocupa en dar lo mejor de sí todos los días, empleando sus dones exactamente en aquello para lo cual han sido descubiertos.
Hay muchas personas que aún no han descubierto sus dones, y, por lo tanto, aún no están fructificando, por eso sufren anhelando algo que todavía no conocen, y andan de un lado para otro perdidas y sin orientación. Están fuera de su finalidad aquí, no están fructificando para servir, aún no han florecido, o si lo han hecho, no se han dado cuenta y por eso no están en armonía consigo mismas, sienten un gran vacío.
No saber cuál es el propio don es no conocer la propia finalidad de vivir. Vivir es servir, servir es vivir y no produce cansancio, depresión ni ansiedad, solo proporciona satisfacción y felicidad.
Si aún no se ha descubierto el propio talento es porque se está lejos de sí mismo.