Las palabras que dices, sí tienen importancia.
por WebMaster em STUM WORLDAtualizado em 16/11/2011 17:08:41
por Nelson Sganzerla - [email protected]
Traducción de Teresa - [email protected]
En ciertos momentos, el empleo de ciertas palabras nos acomoda mejor, si hemos de hacernos entender y nivelar por abajo ciertos asuntos mediante palabrotas en los círculos y grupos de amigos, como pueden ser los de fútbol en fin de semana, el churrasco con amigos, el momento de asueto con los colegas del trabajo, en el grupo de correo electrónico del que formamos parte. He venido observando mucho tal comportamiento en la gente, y noto cuánto tiempo se pierde con tanta mediocridad.
Quizá tú seas de los que empieza una frase con una palabrota y la terminas con otra palabrota, que consideras que para ser macho es necesario gastar bromas llenas de prejuicios respecto de determinado grupo, de mujeres, homosexuales, negros y otras minorías, o bien con la intención de hacerte el gracioso y, quién sabe, quizá destacarte.
Pues yo te digo:
Tú mismo estás colaborando para la vida infeliz que acaso lleves; y posiblemente no sepas el porqué de tanto desacierto, infortunio, planes que no salen bien, desencuentros en el amor, vida estancada sin la menor posibilidad de progreso, siempre nervioso y con alto nivel de estrés, que allá donde llegas alejas a las personas de tu convivencia; simplemente te encuentras en desarmonía con el todo, sin saber siquiera el motivo.
Toda palabra pesada origina una baja energía que no hace ningún bien al grupo; es un hecho que, a menudo, grupos que conviven con personas así, o personas que son así, en su mayoría son negativas, egoístas, retrógradas, resentidas, llenas de prejuicios, encantadas de entablar polémicas por el simple hecho del conflicto, y con problemas serios en sus familias.
Las personas nerviosas, malhumoradas, que a primera hora del día ya se despiertan echando pestes, contra todo y contra todos, con voz alterada, suscitan una frecuencia de energía que en instantes se apodera de todo el ambiente; y si en ese ambiente hubiese niños pequeños, enseguida estarán irritados y llorando de un modo imposible de calmar; todo ello debido a la presencia de una persona irascible y de palabras tan pesadas que desarmonizan el ambiente.
Nosotros, los humanos, estamos aquí para vivir en perfecta armonía con todo lo que nos rodea; y así es la naturaleza, perfectamente armónica, desde el balanceo de las ramas de un árbol, hasta el nacimiento y la puesta del sol, las olas del mar, el ritmo del viento, en todo hay armonía, en todo se aprecia una danza de movimientos en que a menudo no nos fijamos, pero forma parte de nuestro existir.
¿Te ha ocurrido sentir cierto malestar al entrar en una casa donde todos gritan y no se entienden, donde los niños lloran demasiado y no hay respeto entre la pareja, hasta el punto de ofenderse mutuamente delante de todos, donde reina el desorden y nada está en su sitio?
Los lugares así están repletos de una energía baja que inmediatamente origina cierto malestar en quienes están allí, puesto que hay una completa desarmonía con el todo; cerraduras rotas, puertas que no cierran, ventanas con los cristales llenos de polvo, mesas cuyas patas cojean, cisternas defectuosas, grifos que pierden, relojes parados. Ese es el típico ambiente en desarmonía. Donde viven personas que no están en armonía con el todo.
Antes de que alguno me lo reproche, digo que ya he entrado en casas humildes, con suelo de tierra batida, y aun así perfectamente limpias, las pocas cosas que tenían, todas en su sitio y las ollas todas arenadas sobre el fogón, más limpias que en muchas casas elegantes; por tanto, hay mucha gente humilde en perfecta armonía con el todo, pues la clase social poco importa en este caso.
Una corriente de ahora dice que todo ha de ser “políticamente correcto”, y nada puede decirse respecto de las diferencias; pero no me parece que en los tiempos de antes del tal “políticamente correcto” fuese correcto tener prejuicios, correcto faltar al respeto, correcto discriminar, correcto humillar… Buena educación siempre ha sido buena educación, y no creo que eso haya cambiado o que algún día vaya a cambiar.
El punto es:
Se está perdiendo el poder de la percepción, ese poder de observación; ya no existe la contemplación de lo que hay en nuestro entorno, ya no se practica la amabilidad, ya no se lleva el hablar en voz baja, el pensar, el reflexionar, el comprender por qué la vida está así.
Todo se hace automáticamente, todo se dice sin pensar en las consecuencias, los chistes son machistas y llenos de prejuicios, en las redes sociales se hacen chistes con aquellos que son acometidos por una enfermedad grave. No se respeta a la persona, las risas ponen siempre en ridículo al otro, y todo el mundo es campeón en todo; la banalización de la violencia está ahí, el caos, instalado; líderes y celebridades son los primeros en dar ejemplo de tal caos.
Las palabras son semillas y, con independencia de lo “políticamente correcto o no”, existe cierta armonía en el todo y cuando esa armonía se rompe, ese todo sufre las consecuencias, ya sea en el macrocosmos o en el microcosmos. Todos somos responsables por nuestros actos y, no os engañéis, por las palabras también. Las palabras atraviesan océanos a la velocidad de la luz y su efecto es devastador, pues aparte de destruir el honor de una persona, también destruyen su alma, y no hay cómo revertir tal efecto.
¿Hasta cuándo vamos a insistir en esta mismidad? ¿Hasta cuándo vamos a ser irresponsables con nuestras palabras? ¿Hasta cuándo permitiremos que la mediocridad se adueñe de nuestros actos y palabras? Antes de maldecir, despotricar, amenazar, debemos pensar mucho en las palabras que proferimos, pues una vez dicha, la palabra ya no podrá desdecirse.
Piensa en eso…
Nelson Sganzerla
