Libertad: tan soñada y tan temida
por WebMaster em STUM WORLDAtualizado em 08/04/2020 11:34:10
por Teresa Cristina Pascotto - [email protected]
Traducción de Teresa - [email protected]
Pasamos la vida luchando por la libertad. Sufrimos, nos resignamos y nos rebelamos, todo ello con la intención de libertarnos, pero lo único que conseguimos es prendernos cada vez más, a personas, a situaciones y a nosotros mismos. Nos irritamos con las personas que nos agobian, aprisionan e intimidan, pero cuando conseguimos tomar conciencia de que no hay nada ni nadie aprisionándonos y que somos totalmente libres para hacer lo que hemos elegido y alzar nuestros vuelos rumbo a la realización de nuestros ideales, descubrimos que tenemos miedo a la libertad. Precisamente cuando llama a nuestra puerta, mostrándonos que estamos listos para la vida, libres de todas las ataduras, nos sentimos paralizados.
¿Por qué será que nos asustamos ante ella? ¿Qué significará tener total libertad para ir y venir, para elegir, para ser quienes de veras somos? ¿Qué peligros suponemos en la tan soñada libertad?
Dentro de nuestra limitada y distorsionada forma de percibir la vida, en nuestra dualidad, solo vislumbramos dos posibilidades en nuestra vida: ser prisioneros de situaciones y personas, pero garantizando con ello la aceptación e inclusión en los grupos a que deseamos pertenecer, o bien la total libertad, pero teniendo garantizado el rechazo por parte de esos mismos grupos. Consideramos que, al ser libres, las personas no nos aceptarán, pues ya no seremos para ellas aquello que desean y que les conviene que seamos.
Por tanto, el miedo a ser rechazados y no aceptados, y la consiguiente soledad, caso nos libertemos de las ataduras de nuestras relaciones, hace que no tengamos el coraje de alzar nuestros vuelos.
A medida que pasamos por procesos que nos llevan a conocer de veras nuestra realidad interna y a nosotros mismos, y, consiguientemente, a liberarnos de las ataduras de las relaciones no saludables en nuestra vida, vamos, gradualmente, notando que las personas de nuestra convivencia empiezan, de forma muy inconsciente y sutil, a apartarse, a modificar sus actitudes y reacciones para con nosotros, a tratarnos con cierta indiferencia. Las personas recogen su energía, que normalmente emanaban hacia nosotros, cuando éramos aquello que ellas deseaban. Nos habíamos acostumbrado a la recepción de estas energías. Tal es nuestro miedo a ser rechazados y abandonados, que no nos importa si son "buenas o malas" las energías manifestadas por esas personas hacia nosotros Lo que nos importa es recibir energías de las personas con quienes convivimos.
En las interacciones humanas, la forma más poderosa y de mayor significado, la que más traduce la realidad, es la manifestación de las energías que se intercambian en esas interacciones. Aquello que vivimos en la "realidad física", según la percibimos racionalmente, es la parte más irreal que hay. Todo cuanto nos ocurre en nuestras interacciones tiene un gran poder y realidad, en las dinámicas ocultas, manifestadas por nuestra interacción psíquica, y principalmente energética.
Entonces, aunque estemos recibiendo energías densas, como por ejemplo, la de una persona autoritaria que nos limita, nos acostumbramos a esa energía de autoritarismo e incluso nos llega a gustar, pues nuestro yo inconsciente entiende que esa energía que nos aprisiona y nos limita, a pesar de que nos incomoda, nos da la sensación de pertenencia, de que estamos envueltos en "algo o con alguien", de estar insertos en un contexto - una red energética - que no nos deja sentirnos solitarios. Si la persona que la emanaba recogiese esa energía, nos sentiremos sin referencia, sueltos en el vacío.
Así, al desear la libertad y al ir en busca de ella, pasamos a deshacer esas redes de energías que creamos en nuestras relaciones. Eso significa que vamos, poco a poco, sintiéndonos cada vez más "desprotegidos". Cuando estamos libres de verdad, esa sensación de desprotección aumenta, pues perdemos el contacto con dichas redes limitadoras. Las personas retiran de veras sus energías y la sensación que experimentamos es de total abandono.
Con eso, sentimos miedo de que, si alzamos el vuelo libremente rumbo a nuestras realizaciones, al volver, las personas que deseamos que formen parte de nuestra vida ya no nos acepten y nos excluyan definitivamente de su convivencia.
Esta es una creencia limitadora basada en nuestras percepciones distorsionadas. La realidad es que, mientras mantengamos la creencia de que debemos dejarnos aprisionar por energías de personas posesivas, solo para sentirnos aceptados, quedaremos siempre presos en el temor al rechazo. Este temor nos mantiene conectados a esas personas. No obstante, si nos proponemos enfrentarnos a él y buscar medios para disipar esas redes de las interacciones energéticas y psíquicas, a través del conocimiento de los motivos que nos llevan a interactuar con esas personas de esa forma y, además, si nos mantenemos enfocados en nuestros anhelos y buscamos recursos que nos lleven a alcanzarlos, lograremos al fin libertarnos, verdaderamente.
Prosiguiendo con coraje, poco a poco, el miedo al abandono se disipará y, cuanto más libres estemos de él, más nos libertaremos de esas ataduras y más preparados estaremos incluso para enfrentarnos al posible rechazo de algunas personas. Aunque esto ocurriese y nos entristezca, deberemos proseguir. En este proceso y siguiendo a nuestro corazón, lograremos percibir que no es preciso alzar un vuelo que nos lleve muy distante de los nuestros, pero sí alzar pequeños vuelos, alcanzando pequeñas distancias/conquistas, adquiriendo cada vez más seguridad en nosotros mismos, para ir "más lejos" a fin de conseguir nuestros objetivos, pero sabiendo que siempre podremos "volver" y que seguimos formando parte del todo, al que todavía pertenecemos.
Si hacemos esto a partir del amor que tenemos hacia nosotros mismos, percibiremos que solo este amor es lo que necesitamos. Las demás personas son importantes, pero aunque dejen de amarnos, sobreviviremos. ¡Con esto, sin el temor al abandono, las personas pasarán a respetarnos e incluso a admirarnos, aceptándonos exactamente como somos: libres y realizados!