Lo que necesitamos es silencio
por WebMaster em STUM WORLDAtualizado em 26/08/2011 12:29:07
por Nelson Sganzerla - [email protected]
Traducción de Teresa - [email protected]
¡Se ruega tengan la amabilidad de guardar silencio en el mundo!
Esa es la frase que me viene a la cabeza cada vez que miro a mi alrededor y veo que todos nosotros necesitamos silencio, a fin de cuentas el “silencio es oro”. A nuestra vida en este mundo actual le falta extremadamente el silencio; los ruidos son tantos que nos impiden volvernos hacia nuestro interior.
Recuerdo el tiempo del colegio cuando íbamos a una biblioteca: los pasillos eran silenciosos y en los pupitres podíamos advertir a las personas en total serenidad pesquisando o leyendo un libro y el silencio reinaba como si el mundo exterior fuese una persona non grata.
En los hospitales también se guardaba silencio, pues los pacientes necesitaban descanso; quién no recuerda el cuadro colgado en la antesala o en los pasillos, de la enfermera pidiendo silencio, y ante la menor señal de correría, nuestra madre inmediatamente hacía el mismo gesto de la enfermera del cuadro y decía:
“Silencio, hijo, estamos en un hospital”.
Cuando íbamos de visita a nuestras tías y tíos (que por aquel entonces eran realmente nuestros parientes de verdad, mientras que hoy a todos los adultos se les llama tíos, hasta el punto de que el niño no sabe ya de verdad quién es quién), antes de salir de casa ya había una lista de recomendaciones, tales como: no quiero que te pongas a correr por el salón de la tía ni que toques nada, y tampoco pidas nada sin que te lo ofrezcan… y estate en silencio.
Y allí permanecíamos en perfecto silencio, oyendo sin comprender la vehemente charla de los adultos, sin osar interferir con un solo gesto o sonido que fuese.
Lejos queda ya el tiempo en que podíamos oír nuestros corazones, sentir nuestras verdaderas emociones sin interferencias externas; las misas dominicales estaban centradas en la liturgia, oíamos con atención el sermón del cura, temíamos a Dios cuando se hablaba de pecado y teníamos que ir a menudo al confesionario, con cierto recelo de realmente confesar lo que ni siquiera imaginábamos si era pecado o no, y aquel silencio del confesionario era como si Dios nos estuviera oyendo.
Hoy, me parece que ni confesionarios hay, por la falta del silencio en las misas; los tiempos son otros, hoy basamos nuestra vida y la vivimos a ejemplo de las telenovelas, las personas se identifican con cada personaje, bueno, malo, héroe, bandido, villano, el chico o la chica.
Internet proporciona cursos para todo: cómo hablar en público, cómo portarse en reuniones, cómo recibir correctamente, pero falta el curso de cómo quedarnos en silencio.
Hoy, ya no existe el silencio al hacer el bien, nada es ofrecido a nadie que no venga con el ruido de la música de quien patrocina aquel beneficio; llevando el mensaje de alguien que hace el bien, pero tiene que mostrar a quién.
Estamos necesitando de una manera urgente el silencio de quienes gobiernan, pues nos hacen sentir muy mal con las mentiras que quieren hacernos bajar gaznate abajo con sus discursos ruidosos y aburridos, con sus sonrisas amarillas y sus cabellos mal pintados.
Necesitamos el silencio de todo tonto útil que cree que va a llegar a alguna parte siguiendo a esos falsos predicadores con sus bravatas y su falsa moral.
Estamos en una guerra, que ya no debe ser colectiva, sino individual, una guerra que es mía, que es tuya, que es de cada uno de los que aún creen en ese silencio, que buscamos en nuestras casas, con nuestros amigos, nuestros compañeros(as), personas por las cuales sentimos afecto y queremos que estén bien.
Es una guerra que tendrá que ser silenciosa, interna, cambiando maneras antiguas de vivir o incluso rescatando las buenas maneras. En nada hay una orden, todo es válido por el bien de la vida; no somos manadas ruidosas que corren al tuntún, somos seres pensantes con cuerpo, alma y espíritu y tenemos derecho a bien vivir la paz, la felicidad y el silencio.
Esa guerra habrá de hacerse de dentro a fuera, reconociendo errores, cambiando actitudes que no nos sirven, pensamientos, rescates, intolerancias. Esa limpieza tendrá que ser muy silenciosa dentro de cada uno de nosotros. Así, entonces, resurgiremos fuertes y seguros con plena conciencia de lo que queremos para este mundo.
Transformando con nuestras actitudes y nuestros ejemplos la ruidosa manera que tiene el mundo de proceder.
Piensa en ello.