Los misterios de un parto
por WebMaster em STUM WORLDAtualizado em 08/06/2008 11:01:59
por Wilson Francisco - [email protected]
Traducción de Teresa - [email protected]
“He quedado muy diferente después del parto, incluso extraña. Ya no consigo ver el mundo con los mismos ojos de antes y las cosas ya no me interesan. El día del parto desperté aprensiva, extrañamente triste. Me fui a la maternidad y aquella angustia, aquella ansiedad no mejoraba. Recé, leí el Evangelio y nada me calmaba, no lo comenté con nadie. En el momento de bajar a quirófano mi corazón estaba muy oprimido. La respiración no era suficiente, el aire no entraba ni salía. Todo se había quedado lejano y oscuro. Lo último que recuerdo es haber sentido una agonía insoportable, y que al otro minuto yo iba por un túnel oscuro en dirección a una luz intensa. Tuve la nítida sensación de estar marchándome. Fue entonces cuando la luz al final del túnel se volvió muy intensa y yo veía a la Virgen María caminando en dirección a mí con un bebé en los brazos y entregándome a mi hijo. Instantáneamente, todo se paró y yo permanecí allí en aquel momento único en que la Virgen María me contemplaba y colocaba a mi hijo en mis brazos. Abrí los ojos y estaba de vuelta en la sala de operaciones bajo las miradas preocupadas de todo el equipo. Yo me encontraba mareada debido a los anestésicos y fui llevada a la habitación.”
El testimonio de esta amiga mía es interesante. Ella sintió todo un proceso energético que la envolvía, mientras se encaminaba al parto. Eso no es normal. Lo que se ve siempre es que las mujeres tengan miedo, ansiedad o incluso una alegre expectativa. Pero ella no, era como si estuviese encaminándose a una experiencia extraña, diferente. Y sí lo era, por lo que he observado. El proceso del parto en ella sacó a flote reminiscencias de vidas pasadas.
Merece reflexión el hecho de que hubiese leído un libro espírita, el Evangelio, y ni siquiera eso la calmó ni alteró el proceso o la sensación de angustia. En verdad, una simple lectura puede no ser lo suficiente. Hay situaciones en nuestra vida que parecen programadas o surgen por alguna rendija que hemos abierto en nuestro universo emocional.
Mi amiga continúa su narrativa, diciendo lo siguiente: “Tuve pesadillas durante la noche y cuando despertaba veía murciélagos en el techo del cuarto y cuando volvía a dormirme soñaba repetidamente con la puerta de un calabozo, una reja y una escalera que bajaba hacia una prisión secreta. Parecía ser en una época muy antigua, una época medieval. No sé por qué, pero ya no soy la misma persona desde el nacimiento de mi niño. Sé que debería estar muy feliz, pero eso no es lo que está sucediendo. Siento una profunda aversión por personas a quienes antes incluso toleraba. Me encuentro sin saber cómo lidiar con esa situación. Pero noto que falta algo... es como si hubiese una laguna en mi corazón y en mi mente.”
Es una situación, como mínimo, curiosa. Una mujer que va para el parto, lee un libro cuyas energías son divinas, tiene gran interés por la vida que va a surgir de su cuerpo y, aún así, se ve envuelta en un proceso tan grave. ¿Será que Dios no tiene cómo apoyar a sus criaturas? Será de veras preciso que el ser humano sufra para comprender y realizar caminos en la vida terrena? ¿Hasta dónde llega ese “permiso” divino, dejando que caigan sobre nosotros actitudes maléficas?
Entiendo que es posible para nosotros verificar una línea recta, realizar nuestra jornada terrena sin atenernos al mal, desvencijarnos de los dolores. Es posible, sí. Pero cómo realizar ese trayecto. Jesús nos lo enseñó, diciendo: AMA A TU PRÓJIMO COMO A TI MISMO.
Desgraciadamente, las religiones y la sociedad, me parece a mí, no han comprendido bien esa lección divina.
Hay como cierto consenso general en que debemos amar al prójimo, auxiliar, hacer el bien, tener actitudes filantrópicas y todo lo demás. Pero cuando digo que la criatura necesita en primer lugar AMARSE, AMAR SUS PROPIAS ACTITUDES, ¡me miran algo así como asombradas! Pocas personas han aprendido a amarse, a considerar que la persona más importante en la vida es ella misma.
Pues sí lo es, y eso es lo que Jesús ha enseñado. ÁMATE, ÁMATE INTENSAMENTE, APRECIA TUS ACTITUDES, HAZ LO MEJOR POR TUS PROYECTOS Y SUEÑOS y después, sí, ama al prójimo, como tú te amas.
Nadie podrá amar al mendigo que está en la acera, con la mano extendida, si no está amando a sí mismo. ¿Cómo puedes perdonar al vecino, al compañero de trabajo, al jefe, si no consigues perdonar los actos equivocados que has cometido contra ti mismo?
Entonces, a causa de esas equivocaciones, de esos errores de comprensión, la humanidad se convierte en una comitiva llena de dolores y temores, que lleva a cabo su jornada terrestre como contaminada por el pecado original, doblegando su cuerpo a los latigazos de la fragilidad y del dolor, como si ese fuese realmente el camino a seguir.
No, no hay necesidad de sufrir. Dios quiere nuestra paz y nuestra alegría. La Tierra no es un mundo al que hemos venido a sufrir. Es el Planeta Azul, un paraíso celeste, que alberga a seres divinos. Cree en esto y puntea tu vida con actitudes de coraje y alegría, transformando tus momentos aquí en tiempos de placer y de felicidad. A causa de nuestra ignorancia anterior, aún podremos tropezar y en algunas circunstancias, dejar rendijas que traen a nuestro cuerpo y alma la gélida sensación de sufrimiento, pero aún en esos momentos, vuelve tus pensamientos hacia lo Alto, hacia Dios. Y habla para tus adentros: Yo me amo, Dios me ama, sigo adelante.
La propia ciencia está envidando esfuerzos para dar al ser humano las condiciones para una vida sin dolencias. Las investigaciones con células-madre y otras muchas que los científicos de todo el mundo desarrollan, tienen como objetivo ofrecer calidad de vida, eliminar enfermedades, impedir contaminaciones y reducir toda y cualquier posibilidad de desarrollo de virus y bacterias letales para el cuerpo humano.
No obstante, es preciso que ese mismo ser humano también desarrolle, en sus actitudes y pensamientos, patrones descontaminados, valerosos y sintonizados con el Bien y la Paz.
Estos días estaba leyendo el libro “Legión”, psicografiado por Robson Piñeiro. Muy interesantes las informaciones que transmite el Espíritu Pai João de Aruanda, porque nos elucidan con meridiana clareza procesos en que otros Espíritus, vinculados al Mal, buscan en la Tierra a hombres y mujeres con posibilidades de albergar pensamientos enfermizos y de fragilidad, para poder retirar de ellos materia prima energética suficiente a fin de que ellos puedan plasmar virus y bacterias desconocidos para la ciencia humana, introduciendo en la atmósfera terrestre estos elementos nocivos para nuestra salud.
Tal vez en eso esté la causa de enfermedades extrañas, de las epidemias y de estas otras situaciones que hemos mencionado más arriba y tanto molestan a la vida humana.¡Ah, Wilson! (dice alguien aquí a mi lado). Pero ¿cómo podré dejar de tener pensamientos mórbidos, situaciones de flaqueza moral?
Yo contesto: Cierto, es difícil mantener un patrón de pensamiento pacífico y equilibrado. Sin embargo, ese es el camino y debemos enseñar esto a nuestros hijos y puntear nuestra vida con actitudes de coraje y amor.