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MATANDO EL MAL DE HAMBRE

por WebMaster em STUM WORLD
Atualizado em 12/05/2011 10:19:56


por Oliveira Fidelis Filho - [email protected]

Traducción de Teresa - [email protected]

Es grande el circo montado en torno a la muerte de Bin Laden. El villano según el concepto de los norteamericanos y de muchos occidentales, ha sido por fin asesinado. ¿Habrá de veras motivo para celebrarlo? ¿Habrá sido eliminado el mal, o incluso debilitado? ¿Será posible eliminar el mal con el mal?

¿Hasta cuándo seremos esclavos de la reactividad, ya sea entre individuos o entre naciones, culturas y religiones? Qué hacer, ante la orientación del libro sagrado cristiano cuando dice: "No te dejes vencer por el mal, pero vence el mal con el bien" (Romanos 12.21), o también "Todo cuanto, pues, queréis que los hombres hagan con vosotros, hacedlo vosotros así también con ellos; porque esta es la ley y los profetas." (Mateo 7.12).

Quizá estas orientaciones bíblicas no se apliquen a un mundo de odio, donde la ley es la venganza por el daño recibido; no obstante, la ley del "ojo por ojo y diente por diente", del Código de Hamurabi (1792-1750 a.C) me parece un poco antigua y ha demostrado no funcionar.

Oí una declaración de un fitoterapeuta, el "hermano Luciano": "yo no curo el cáncer, yo lo mato de hambre." A través de la reeducación alimentaria y del empleo de productos de fitoterapia, él orienta la alcalinización y la desintoxicación del organismo, además de concienciar sobre la necesidad de modificación de nuestras formas-pensamiento y sentimientos negativos. Se constatan resultados "milagrosamente" impresionantes.

El cáncer se alimenta de lo que ingerimos, ya sea en términos de lo que comemos y bebemos, ya de lo que vemos, oímos, pensamos y sentimos. Todo se constituye en alimento, tanto para el físico como para el alma, el cerebro y el corazón, pudiendo acidificar e intoxicar la vida. Así se favorece la somatización de las enfermedades, entre ellas el cáncer. Para eliminar el cáncer, el mal, por tanto, basta no alimentarlo.

La Biblia, al registrar el Mito religioso de la Creación, describe el comportamiento protagonizado por la serpiente, símbolo del mal para la mayoría de los cristianos. Así dice el texto: "Dijo luego el SEÑOR Dios a la serpiente: Por haber hecho esto, maldita serás entre todos los ganados y entre todas las bestias del campo. Te arrastrarás sobre tu vientre y comerás el polvo todo el tiempo de tu vida. Pongo perpetua enemistad entre ti y la mujer, y entre tu linaje y el suyo; ella te aplastará la cabeza y tú le acecharás el calcañal". (Génesis 3.14.15)

El Génesis tiene una riqueza inagotable cuando liberado de las asfixiantes ventosas de la teología fundamentalista. Cuando no se le interpreta a partir de la clásica lectura histórico-descriptiva y se permite al Mito planear sobre los encuadramientos de las doctrinas sistematizadas, de los dogmas de guetos. Cuando se le percibe grávido de símbolos, analogías, tipos y arquetipos elaborados en el terreno fertilizado por la poesía mística, propia del pensamiento oriental.

Cuando se perciben así, sus enseñanzas dejan de ser patrimonio de una región, cultura o religión, desaguando en la mente y en el corazón de la humanidad, colmando las demandas del intelecto y de la mística, del cerebro y del corazón.

Volvamos a la serpiente: el mal que habla, se arrastra, come polvo y se esconde. Es evidente que, aunque permanezca real, la serpiente del texto transcrito no es literal, puesto que las culebras no hablan sino en los cómics, fábulas y mitos. Tampoco se alimentan de polvo, sino de pequeños animales. El Mito se sirve de la serpiente para simbolizar el mal y el conocimiento y, sobre todo, el conocimiento al servicio del mal.

En primer lugar, el texto describe a la culebra, el mal, como una fuerza seductora desestabilizadora; indica el mal de la duda, capaz de desviarnos de proyectos y posibilidades de bienaventuranza, que solapa la fe, haciéndonos desagradables ante Dios y ante nosotros mismos. Incertidumbre capaz de ponernos bajo el paralizante dominio del miedo, capaz de deshacer sueños, de hurtarnos la osadía. Es, por tanto, el mal de la duda lo que solapa la confianza, lo que origina el agrietamiento de las convicciones, lo que impide que los proyectos se mantengan y progresen. En fin, es el mal de la duda lo que nos hace estar seducidos por el engañoso placer de aparentes zonas de confort.

Hay, no obstante, beneficios como el "beneficio de la duda", tan necesario en el campo del Derecho, e imprescindible en los dominios de la Filosofía. Filosóficamente hablando, para pensar es preciso dudar.

Es evidente que la serpiente como símbolo de la duda, de la contestación, del cuestionamiento, es mal que han de exorcizar los detentadores de poder absolutistas, ya sea en la política, en la religión e incluso en el hogar.

Otro aspecto de la serpiente, como símbolo del mal, es su dimensión rastrera y la maldición, su "necesidad" de alimentarse del polvo de la Tierra. Ella no se eleva, su interés es rastrero, vuelto hacia todo lo "bajo". No aspira al cielo sino a la Tierra. Aquí, Cielo como símbolo de la Sabiduría y de la Esencia Divina y Tierra simbolizando la actitud egótica humana. Cambiaremos a mejor nuestra realidad caótica cuando dejemos de desear ir a un cielo supra-espacial y atemporal, fuera de nosotros. Cuando comprendamos que ir al cielo es sumergirse en uno mismo, es reconciliarse con la esencia divina que habita en nosotros, es elevarse mediante pensamientos y sentimientos iluminados y amorosos y planear como las águilas, sostenidos por el viento del Espíritu.

Así será posible salir de la dimensión rastrera que caracteriza el comportamiento humano a lo largo de su historia, sobre todo en el llamado mundo civilizado, con su insaciable hambre de consumismo, viciado en valores materiales que no son más que polvo, por los cuales vendemos la propia alma. O sea, será posible rescatar a la vida de la atracción gravitatoria de lo que es "bajo" y dejar de satisfacer al "dios del vientre" que nos hace rastreros, consumidores del polvo de la Tierra.

El polvo, aquí, es igualmente símbolo de sentimientos menores como odio, envidia, resentimiento, deseo de venganza, enjuiciamiento, sentimiento de posesión, ira, maledicencias, en fin, de todo lo que no exprese Amor Incondicional. Es el alimento a través de noticias, pensamientos, sentimientos, palabras y actos llenos de violencia.

Otra característica de la serpiente, como símbolo del mal, es su incapacidad para asumir responsabilidades. En el registro sagrado, en el momento de asumir la responsabilidad la serpiente se mantuvo callada. Este es un mal encontrado incluso en personas buenas: el mal de la omisión, de no responsabilizarse. Es, asimismo, por la omisión de los buenos como el mal prolifera, como la maldad se fortalece. El mal también se alimenta de la omisión.Hay, no obstante, la promesa de que "ella (la mujer) te aplastará la cabeza, y tú (serpiente) le acecharás el calcañal". La mujer es el símbolo de la sensibilidad, de la esencia divina, del alma; es la energía femenina, aún "herida" por la acción del mal, del intelecto vaciado de amor. Pero va naciendo un nuevo tiempo, la Era de la Energía Femenina, la Era del Alma, el Reino de los Cielos. Ciclo en que la mujer herirá de muerte a la serpiente, cuando el cerebro se dejará enamorar por el corazón y ambos procrearán hijos repletos de cuidado, misericordia y bondad.

A nosotros, que sabemos que el mal se alimenta del mal, incumbe la responsabilidad, personal e intransferible, de matar el mal de hambre.


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