Médico del Cuerpo y del Alma
por WebMaster em STUM WORLDAtualizado em 18/08/2015 14:28:28
por Renato Mayol
Traducción de Teresa - [email protected]
Ciertos acontecimientos en mi vida me propiciaron la felicidad y el privilegio de conocer a un médico con características muy especiales. Esto fue en 1978. El nombre del médico era Celso.
En aquel año yo había regresado al Brasil, tras un período de cuatro años de estudios en el exterior. Una invitación para trabajar en el Instituto Ludwig de Pesquisa contra el Cáncer, que se iba a implantar en São Paulo, junto al Hospital del Cáncer, había motivado mi regreso. Pero desgraciadamente, durante el período en que yo había estado fuera, me había olvidado de cómo es el ritmo y la organización de las cosas por aquí. Cuando de mi primer encuentro con el entonces superintendente del Hospital del Cáncer, éste me dijo que debido a problemas inesperados desgraciadamente no había previsión de cuándo las actividades habrían de iniciarse.
Regresar a los Estados Unidos yo no podía, pues, en virtud del tipo de mi visado de salida con ocasión de mi período de estudios, yo estaba obligado a pasar al menos dos años en el país de origen antes de poder viajar para allá, a trabajo.
Me encontré así viviendo momentos de mucha duda e incertidumbre en cuanto al futuro, desde todos los puntos de vista, siendo obligado, para sobrevivir, a trabajar en clínicas de convenio, ejerciendo ínfima parcela de toda la formación que con tanto sacrificio me había esforzado por adquirir y perfeccionar y que, lamentablemente, estaba desperdiciando por no encontrar campo de actuación. Muchas veces, sin nada que hacer, iba al apartamento de mi novia mientras ella estaba fuera trabajando, y tomaba pastillas para dormir, pues estar despierto era muy desagradable y no pocas veces pensé en poner un fin dramático a todo aquello.
En ese período, sucedió que mi novia tuvo necesidad de ir a un ginecólogo y, por indicación de sus amigas, quiso consultarse con un médico que le había sido recomendado como muy bueno. Como yo disponía de todo el tiempo del mundo, en una tarde la acompañé al ginecólogo. Era el Dr. Celso Charuri. Alto, porte atlético, joven, moreno y de mirada calma y penetrante.
Mientras mi novia estaba siendo preparada para el examen, yo me quedé con el Dr. Celso. Me preguntó qué hacía yo. Contesté que era médico, que me dedicaba a la investigación del cáncer y que hacía poco regresara del exterior, donde había hecho cursos de posgrado en Inmunología de los Tumores y de los Trasplantes. “Yo también investigo”, me dijo. Y, al preguntarle qué tipo de investigación hacía, me respondió: “Investigo la mente”.
Después de que él atendió a mi novia, continuamos charlando sobre muchas cosas. Sobre la Medicina y sus avances, sobre la mente, sobre el sistema nervioso, sobre el Hombre. Al despedirnos, me invitó a asistir a un Curso sobre la Mente que había organizado y que impartiría en la semana de 23 a 29 de enero.
Feliz por poder ocuparme en algo que me interesaba, me inscribí en el Curso, que acabó por ser, en las circunstancias en que me encontraba, la única cosa que me daba deseos de vivir y de aguardar al día siguiente, para poder escuchar y aprender más sobre el poder de la mente. Las conferencias empezaban a las siete y media de la tarde y la parte práctica terminaba por lo regular después de medianoche. El grupo era pequeño. No más de 15 alumnos.
Un día, en el discurrir del Curso, tras el término de la clase práctica, junto con algunos alumnos más, fuimos con el Dr. Celso a una pizzería, para comer algo y, principalmente, para poder disfrutar un poco más de su convivencia y de sus enseñanzas. Ese día, despertado por el tema de la clase, recordé una enfermedad que me había afectado en Inglaterra, y que, de tan grave, supe después que habían llegado a darme sólo 48 horas de vida. ¡Contando el caso al Dr. Celso, él me hizo percibir que algo maravilloso había sucedido y yo no me había dado cuenta siquiera del poder de la visualización que había hecho, y que despertó dentro de mí las fuerzas sanadoras! El Dr. Celso pasó a contar mi caso como un ejemplo más dentro de los que él ya citaba en su Curso.
Sé que muchos de los que escucharon la historia se han sentido inspirados y han cobrado esperanza cuando estaban en desesperación, y por ello estoy eternamente agradecido al Dr. Celso, pues me permitió así participar en su gran obra, valorando y dando sentido a mi vivir. Esto me ayudó a superar la crisis en que me hallaba sumido, pues fui a encontrar nuevamente las fuerzas de que necesitaba dentro de mí mismo. ¡Fuerzas esas que ya me habían dado prueba de su existencia!
Aquel mismo año fui admitido como director de investigaciones clínicas en una industria farmacéutica multinacional, lo cual me permitió aplicar parte de la metodología de la investigación científica que había aprendido.
Seguidamente, trabajé como investigador voluntario en el Centro de Pesquisas del Hospital del Cáncer, estructurando y asumiendo la jefatura del Laboratorio de Inmunología Experimental. Más tarde fui aprobado, por oposición, como titular del Centro de Pesquisas Haroldo Levy de la Fundación Antonio Prudente, y en 1984 gané el Premio Antonio Prudente, en cancerología, como coautor del trabajo vencedor.
En cuanto al Dr. Celso Charuri, lo que él empezó enseñando en 1978 a un pequeño grupo de alumnos, en los tres años siguientes se convirtió en algo grandioso, con cientos de miles de personas buscando sus enseñanzas, de las cuales él mismo, como nadie más, era capaz de dar con su propia vida la mejor demostración de lo que enseñaba. Todos sus momentos estaban dedicados a dar alivio físico a sus pacientes, como médico, y a darles alivio psicológico y espiritual, como Maestro.
Maestro como consecuencia de la necesidad de los que lo conocían y que tenían el privilegio de convivir con él, de ser sus alumnos, de aprender con él, de estar cerca de él para ser bañados con la irradiación de su Luz Mayor.
Celso Charuri, Médico del Cuerpo y Médico del Alma. Capaz de unir la Tierra a los Cielos. Capaz de realizar cosas poco comunes por su profundo conocimiento de las leyes naturales, ¡pues él y la Naturaleza ya eran Uno Solo! Enseñaba él que el hombre pretende ser inmortal defendiendo principios efímeros, pero que un día, inexorablemente, el hombre descubrirá que para ser inmortal deberá defender Principios Absolutos, y en ese día, morirá para la efímera carne y finalmente vivirá para el Espíritu Eterno.
En 1981, tras una reunión en que se había dirigido a los presentes pidiendo que le preguntasen lo que quisiesen porque después ya no habría más tiempo, vino a pasar por el tránsito a los 41 años de edad, como había previsto. Su misión en la Tierra, en ese período, estaba cumplida. Pero sus enseñanzas continúan vivas iluminando a los buscadores, a través de las conferencias y cursos de sus discípulos.
Enseñanzas sobre el Amor. Sobre la Bondad. Sobre las Virtudes. Sobre la Justicia. Enseñanzas que tienen por objetivo transformar al Hombre para el que Hombre realice un Mundo Mejor. Un mundo Pro-Vida. ¡Vida esa que no tuvo comienzo y nunca tendrá fin!