MEDIUMNIDAD & ANIMISMO - Parte I
por WebMaster em STUM WORLDAtualizado em 26/08/2015 10:53:10
por Maísa Intelisano - [email protected]
Traducción de Teresa - [email protected]
Definición de animismo
La palabra ANIMISMO viene del latín ANIMA que significa alma y fue empleada por primera vez por Alexander Aksakov en su libro Animismo y Espiritismo para designar “todos los fenómenos intelectuales y físicos que dejan suponer una actividad extracorpórea o a distancia del organismo humano y, más especialmente, los fenómenos mediúmnicos que pueden ser explicados por una acción que el hombre vivo ejerce más allá de los límites del cuerpo”.
André Luiz en su libro Mecanismos de la Mediumnidad, por psicografía de Francisco Cándido Xavir, define animismo como “el conjunto de fenómenos psíquicos producidos con la cooperación consciente o inconsciente de los médiums en acción”.
En cambio Richard Simonetti, en su libro Mediumnidad – Todo lo que necesitas saber, dice que animismo, “en la práctica mediúmnica, es algo del alma del propio médium, que interfiere en el intercambio”.
Ramatis, en el libro Mediumnismo, por psicografía de Hercílio Maes, dice que “animismo, según explica el diccionario de vuestro mundo, es el sistema fisiológico que considera el alma como causa primaria de todos los hechos intelectivos y vitales.
“El fenómeno anímico, por tanto, en la esfera de actividades espíritas, significa la intervención de la propia personalidad del médium en las comunicaciones de los espíritus desencarnados, cuando él impone algo de sí mismo a cuenta de mensajes transmitidas de Ultratumba”.
Partiendo de definiciones como estas, el término ha pasado a ser usado de forma negativa y peyorativa para todo aquello que fuese producido por un médium, pero que no tuviese cualquier contribución o participación de espíritus desencarnados. Con esa definición, el animismo pasó a ser la pesadilla de todos los médiums, especialmente los principiantes, por considerarse sinónimo de mistificación y fraude.
Animismo y mistificación
Pese a todo, mistificación es otra cosa completamente diferente, caracterizada por el fraude consciente del médium y la simulación premeditada del fenómeno mediúmnico, con intención de engañar a otros. Médium mistificador, por tanto, es aquel que FINGE, premeditada y conscientemente, estar en trance mediúmnico, recibiendo comunicación de espíritus desencarnados, cuando en realidad está únicamente inventando el mensaje para impresionar o agradar a las personas que están a su alrededor.
La actuación anímica del médium, a su vez, se produce de forma casi siempre inconsciente, de modo que el propio médium difícilmente consigue percibir su propia interferencia o participación en el fenómeno que manifiesta, no siendo capaz de separar lo que es suyo de lo que es creación mental del comunicante, aun cuando el fenómeno, en sí, es consciente.
Es lo que nos dice Hermínio C. Miranda, en su libro Diversidad de los Carismas, cuando afirma que “el fenómeno fraudulento nada tiene que ver con animismo, aun cuando sea inconsciente. No es el espíritu del médium quien lo está produciendo a través de su cuerpo mediumnizado, para usar una expresión de los propios espíritus, sino el médium, como ser encarnado, como persona humana, que no está siendo honesto, ni con los asistentes, ni consigo mismo. El médium que produce una página por psicografía automática, con los recursos de su propio inconsciente, no está necesariamente cometiendo fraude, sino generando un fenómeno anímico. Es su espíritu el que se manifiesta. Sólo estará siendo deshonesto y cometiendo fraude si desea hacer pasar su comunicación por otra, añadiéndole una firma que no es la suya o atribuyéndola deliberadamente a algún espíritu desencarnado”.
El animismo no es defecto mediúmnico
El animismo no es, por tanto, defecto mediúmnico y no debe ser tratado como trastorno o desequilibrio de la mediumnidad o del médium. A decir verdad, siendo integrante de los fenómenos psíquicos humanos, debe ser considerado también como parte del fenómeno mediúmnico, ya que, como dice Richard Simonetti en el libro ya citado, “el médium no es un teléfono. Él capta el flujo mental de la entidad y lo transmite, sirviéndose de sus propios recursos”.
“Si el animismo forma parte del proceso mediúmnico siempre habrá un tanto por ciento a considerar, no fijo, sino variable, según el grado de desarrollo del médium.”
Hermínio Miranda, en el libro ya mencionado, dice que “en verdad, no hay fenómeno espírita puro, toda vez la manifestación de seres desencarnados, en nuestro contexto terreno, necesita del médium encarnado, o sea, tiene necesidad del vehículo de las facultades del alma (espíritu encarnado) y por lo tanto, anímicas”.
Es interesante asimismo ver algunas anotaciones de Kardec referentes a instrucciones de los espíritus, en El Libro de los Médiums:
“El alma del médium puede comunicarse con cualquier otra. (…) El espíritu del médium es el intérprete porque está ligado al cuerpo que sirve para la comunicación y porque es necesaria esa cadena entre vosotros y los espíritus comunicantes, como es necesario un hilo eléctrico para transmitir una noticia a distancia, y, en el extremo del hilo, una persona inteligente que la reciba y comunique”.
En nota a pie de página, José Herculano Pires, que tradujo la 2ª edición francesa de El Libro de los Médiums, dice que “el papel del médium en las comunicaciones es siempre activo. Tanto si el médium es consciente como si es inconsciente, intuitivo o mecánico, de él siempre depende la transmisión y su pureza”.
Cuando Kardec, aún en el mismo libro, se pregunta si “el espíritu del médium no es jamás completamente pasivo”, los espíritus le responden diciendo que “él es pasivo cuando no mezcla sus propias ideas con las del espíritu comunicante, pero nunca se anula por completo. Su concurso es indispensable como intermediario, incluso cuando se trata de los llamados médiums mecánicos”.
Hermínio Miranda, citando enseñanza de los espíritus en el libro de Kardec, dice además que “lo mismo que el espíritu manifestante necesita servirse de cierta parcela de energía, que va a extraer del médium, para poner en movimiento un objeto, también para una comunicación inteligente él necesita de un intermediario inteligente, o sea, del espíritu del propio médium. (…) El buen médium, por tanto, es aquel que transmite, tan fielmente como puede el pensamiento del comunicante, interfiriendo lo menos posible en lo que éste tiene para decir. Reiteramos, por tanto, que no hay fenómeno mediúmnico sin participación anímica. El cuidado que se hace necesario tener en la dinámica del fenómeno no es poner al médium bajo sospecha de animismo, como si el animismo fuese un estigma, sino ayudarle a ser un instrumento fiel, traduciendo, en palabras adecuadas, el pensamiento que le está siendo transmitido sin palabras por los espíritus comunicantes”.