Mucha apariencia para muy poca consistencia!
por Rosana Braga em STUM WORLDAtualizado em 08/01/2007 13:56:48
Traducido por Melissa Park - [email protected]
Prácticamente imposible no surgir al menos un asunto incluyendo el tema “relaciones” en una rueda de charla, sea entre hombres, mujeres o los dos juntos.
Es costumbre hablar sobre una pareja conocida, la propia relación o sobre casos escuchados. O sea, la gran mayoría de las personas siempre tienen una opinión, una historia o una experiencia vivida que incluye afecto, amor, pasión y todos los sentimientos consecuentes.
Sucede que, cada vez más, tengo la impresión de que lo que se habla, no es exactamente lo que se siente. O lo que es mejor, la manera como se habla de las situaciones que envuelven el corazón, es bien discordante del modo como que se han vivido los sentimientos.
A mi manera de ver, hemos maquillado nuestras palabras y coordinaciones con el fin de mostrarlas seguras, llenas de certezas, tan ciertas al punto de tornarse inflexibles, al menos aparentemente. Me parece que estamos convencidos de que precisamos probar que tenemos una auto-confianza y una auto-estima imbatibles, indestructibles, sobre-humanas tal vez...
Pero estoy segura ¡que la realidad no es esa! En la soledad de cada cuarto, en el consuelo de un hombro amigo, en las confesiones hechas en los divanes y hasta en la búsqueda esperanzadora en los templos, iglesias y oraciones, queda en evidencia que hay muy poca consistencia en esta aparente perfección.
Más que eso, la fragilidad y los interminables cuestionamientos que rondan tantos corazones están gritando en cada relación vivida y hasta aún en aquellas no vividas. La carencia, el miedo de sufrir, dudas sobre que hacer y como actuar revelan cuanto el ego de tanta gente está mayor que su consciencia.
¿Por qué? Eso... también me hago esta pregunta y no le encuentro respuesta, pues felizmente no soy dueña de la verdad, pero supongo que ellas han intentado – a todo costo – solamente defenderse. Mientras, de tan defendidas, de tan llenas de corazas, escudos y máscaras, terminan subyugando su esencia y, por lo tanto, distanciándose de aquello que realmente sienten.
Creo que la auto-percepción sea un buen primer paso. Observar aquello que estamos diciendo, pensando o haciendo es una manera eficiente de constatar cuanto nuestras palabras han estado desafinadas con lo que cargamos en el pecho.
Frases cargadas de prepotencia, del tipo “yo soy así y punto”, “si quiere, él (o ella) que cambie de idea”, “nadie me va a mandar”, entre otras, sólo sirven para engrosar un orgullo que no nos llena ni nos satisface.
Que a partir de ahora, podamos admitir más: “no se”, “tal vez yo tenga que cambiar de idea”, “¿quien sabe yo estaba engañado?”, “estoy confundido, con miedo, precisando ayuda”...
Y así, mucho más consistentemente humanos, podamos encontrarnos en un abrazo mayor que nuestros propios abrazos, que nos acoja no porque parecemos siempre acertados, si no porque somos siempre ‘gente’... ¡y la gente precisa de afecto!
