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¡No seas un modelador de personas, modélate a ti mismo!

por WebMaster em STUM WORLD
Atualizado em 11/05/2011 12:46:14


por Bruno J. Gimenes - [email protected]

Traducción de Teresa - [email protected]

Desgraciadamente, la falta de paciencia, la intolerancia, la presunción, la arrogancia y la manipulación son características negativas presentes en la mayoría de las personas que vivimos en este planeta. Quizá no pudiésemos excluir de esas actitudes negativas a más de cien personas en todo el globo. Por tanto, esa es una realidad presente en la historia de las personas cuya vida se tiene por normal, y aunque lo queramos negar, ¡básicamente somos intolerantes!

¿Dónde repercute más esto en nuestra vida?

Seguramente en diversas áreas de nuestra existencia, pero sin duda alguna, principalmente en las relaciones.

Todo lo que criticamos en otra persona implica falta de tolerancia, falta de amor o de compasión. Queremos, en el cien por cien de los casos, que la otra o las otras personas se comporten como nos parece que deberían comportarse. Y lo que es peor, nos suele gustar más una persona, en el sentido de la verdadera afinidad, cuando su modo de proceder se acerca más a lo que consideramos correcto.

No se puede negar que las afinidades surgen naturalmente en nuestra vida, y tampoco quiero decir que esas sintonías saludables entre las personas no sean importantes. ¡Claro que lo son! Tan solo quiero recordar que no solemos mantener una relación muy estrecha con quienes no proceden como nos parece debido. Y nuevamente no me refiero a conducta moral, ética y valores, porque está claro que esos aspectos han de ser siempre ponderados en las relaciones que mantenemos a todos los niveles. No elegiré a un estafador para socio, sabiendo que su pasado está envuelto en actitudes criminales o como mínimo sospechosas. También tendremos dificultad para confiar en alguien que ya ha procedido de modo equivocado en otra circunstancia. Entonces debemos, sí, elegir relaciones que estén en nuestra misma sintonía de valores y código moral, pero las emociones… Éstas nos engañan.
Es frecuente que no te guste una persona simplemente porque tiene un tono de voz excesivamente grave, o agudo, o bajo, o alto. Como tú tienes registros interiores de no tolerar oscilaciones de voz en persona alguna, entonces, cuando conoces y entablas relación con alguien así, nítidamente vas a irritarte también.
Este no es más que un ejemplo.
Puedes tener la creencia interior de que las personas con deje sureño son antipáticas. En cuanto conoces a alguien así, inmediatamente ya te cierras en banda porque no te gusta esa clase de acento.

Todo lo que buscamos externamente traduce lo que sentimos interiormente. Todo el tiempo buscamos confort, buscamos “acomodar” nuestras emociones de la mejor manera dentro de nosotros mismos. Buscamos la comodidad en todos los sentidos, es natural, pues deseamos sentirnos bien. Y es entonces cuando empieza un gran error, pues sin querer, o sin darnos cuenta, y peor todavía, sin que nos asista ningún derecho, ¡empezamos a modelar a las personas!

¡Modelamos a las personas manipulando las relaciones a todos los niveles, haciendo de todo para que se conduzcan de la forma que más nos conforta!
¡Cuánta arrogancia!

No te asustes, solo reflexiona, pues yo lo hago, tú lo haces ¡y todos lo hacemos! Acepta esa verdad actual, ¡el amor incondicional aún no está impregnado en nuestras venas! Nuestro amor es totalmente condicional.

¿Dudas de mí? ¿Te parece que exagero? ¿De veras te lo parece?
Entonces vamos a reflexionar un poco…
¿Por qué nos gusta determinada persona, sea cual fuere el nivel de relación?

Porque necesariamente esa persona es alguien que también nos retribuye el afecto, que hace cosas que nos agradan, que nos hace sentir emociones positivas, ¿cierto? ¿Y si esa persona deja de conducirse así? ¿Y si sus actitudes ya no agradan necesariamente? ¿Seguiremos amando a esa persona?
Probablemente conservaremos un resto de amor, pero muchas cosas van a cambiar en esa relación. Salvo los casos de madres e hijos, en que podemos encontrar una gran intensidad del verdadero amor incondicional, en otras relaciones será difícil que el magnetismo que cohesiona esa unión se mantenga. Ello porque la persona no es exactamente lo que nos gusta, sino lo que ella hace por nosotros, o mejor, la emoción que despierta en nosotros, como por ejemplo: cariño, alegría, consuelo, acogimiento, aceptación, etc.
¿Y si esa persona por medio de otras actitudes deja de hacer brotar esas emociones en nosotros? ¿Seguirá gustándonos de la misma forma?
¡Probablemente no, excepto en el caso de las madres, como he comentado!
Cuando las personas cercanas a nosotros empiezan a tener nuevas ideas, nuevos caminos, nuevos conceptos – porque todo el mundo cambia, y ese cambio no necesariamente nos agrada – en ese momento nuestra relación con ellas empieza a complicarse. Se complica porque empezamos a querer que la persona proceda de otra manera, que ciertamente no será la que a ella le parezca correcta, ¡aunque a nosotros nos lo parezca!
En ese camino, nos vamos haciendo críticos, manipuladores, intolerantes, astutos, despiadados, en resumen, ¡nos convertimos en modeladores de personas!

¡Ese no es un buen camino! ¡Definitivamente no lo es!

Y ¿cuál es la solución para esto? ¿Cómo contornar tales situaciones tan corrientes?

Aprendiendo a aceptar a las personas tal como son. Manteniendo la libertad en las relaciones, cultivando el respeto por los deseos ajenos y comprendiendo principalmente que nadie, pero nadie, es responsable por nuestra felicidad. De la misma forma, jamás aceptes el peso de la responsabilidad de hacer a nadie feliz.

Cuando el comportamiento de alguien te hace daño, no intentes hacer que esa persona cambie, ese es el peor camino, el más sufrido, el más tortuoso, el más costoso, el más oscuro. En esas situaciones de divergencia mira dentro de ti y percibe cuáles son las emociones que surgen con esa situación. Los celos, el miedo a la pérdida, la necesidad de aprobación, la ansiedad, el pesimismo, sea cual fuere la emoción negativa, pon en ella tu atención y no te centres tanto en aquellas actitudes ajenas que te parecen equivocadas.

Poniendo atención a tu Yo interior percibirás que siempre buscas relaciones que te aporten consuelo emocional según tus creencias, y que siempre que tu código emocional interior (que es tuyo y únicamente tuyo) quede roto por actitudes ajenas que te parezcan fuera de tono, las amarguras, los conflictos y las confusiones empezarán. Tan pronto como dejes de buscar relaciones cuyo objeto sea confortar tus emociones internas, sino principalmente con la idea de convivir bien con el mundo, encontrando plenitud y bien vivir, percibirás un cambio drástico en la calidad de tus relaciones.
No seas un modelador de personas, sé un modelador de emociones negativas a positivas, porque ese es el secreto para establecer relaciones pautadas en el amor y por consiguiente en la verdad, o mejor dicho: ¡la verdad que nos hace libres!


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