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Pánico, ¡en la multitud!

por WebMaster em STUM WORLD
Atualizado em 16/09/2015 11:05:06


por Wilson Francisco - [email protected]

​Traducción de Teresa - [email protected]

El encuentro con otras personas, la multitud, afecta emocionalmente a Bernardo. Por eso y por otras dificultades se le indicó hacer un curso de Espiritismo. Dudaba al salir de casa. Lo orienté: tu cuerpo tiene marcas y comandos. Es preciso deshacer todo eso, recuérdalo. Tu cuerpo está formado por trillones de células, que son seres inteligentes emanados de Dios.

En la niñez y la juventud, tu mente y esa multitud de células han quedado afectadas, es preciso curarlas. Al salir de casa, haz una oración y di, con coraje: ​​YO quiero ir, yo voy. ¡Será bueno para mi cuerpo y mi alma!​

¡Interesante! Él me cuenta que tenía que llevar su cuerpo a rastras. Con el paso de las semanas, se suavizó el bloqueo. Él fue bien recibido en el Curso, le agradó lo que oía, y le complació estar en otro lugar, fuera de casa y al lado de otras personas.

Esa experiencia tiene que ver con lo que los Espíritus dicen a Kardec: "el Espíritu viene a la Tierra para intelectualizar (dar inteligencia) a la materia".

Bernardo, con esa actitud, también realiza otro proceso, que es el "esfuerzo por domar las malas inclinaciones". O sea, actúa como un ágil domador (Espíritu) que controla y educa al animal (cuerpo) en que habita.

Vencida esa etapa, lo encaminé a otra jornada, la multitud, el contacto social que podría liberarlo de los grilletes de la soledad.

Le indiqué la visualización del encuentro de Zaqueo con Jesús. En esa parábola está la multitud y la baja estatura que simboliza un "estado físico" que impide a la criatura "ver" la Verdad (Jesús).

Bernardo no es un recaudador de impuestos, a quien los hombres miran mal. Es simplemente un ser humano que a lo largo de su vida recolectó culpas, miedos y todavía cultiva pensamientos nocivos. ¡Enfrentarse a la multitud de personas y a los sentimientos que se agolpan en su pecho es todo un reto!

Dice él: "Me he visualizado en medio de la multitud que seguía a Cristo y me he imaginado ser Zaqueo. Al acercarme, me sentí angustiado, receloso, jadeando y con taquicardia.

La sensación de miedo se apoderó de mí y tuve el impulso de correr para casa. Fui luchando entre el deseo de ver a Cristo y el miedo que la multitud me infundía. Huí para casa.

En casa, tuve nuevamente un principio de ataque de miedo. Yo estaba solo, cuando me vino el ataque. Noté cómo me flaqueaban las piernas y cómo temblaban mis manos. Me acordé del ejercicio de respiración que Wilson me había enseñado y me puse a practicarlo. Poco a poco mi respiración, que era opresiva, fue volviendo a lo normal. Y el sentimiento de miedo, tal como había surgido, repentinamente, también desapareció.

"La esperanza retornó y mi cuerpo se volvió leve, los pensamientos fluían", dice Bernardo, en la terapia.

"¡Yo estaba decidido y confiado! Entonces, hice de nuevo la visualización de Zaqueo. Ahora yo seguía a la multitud, tranquilo. El miedo se redujo, pues ahora yo formaba parte de la multitud.

Traté de ver a Cristo, pero yo era muy bajo para lograr verlo. Me acordé del árbol y busqué uno para subirme a él. Traté de andar más rápido que la multitud para poder ver a Cristo. Me adelanté y subí al árbol. Mientras la multitud pasaba, Cristo vino y me llamó diciéndome: "Baja". Bajé del árbol y Él impuso las manos sobre mí, comunicándome su luz divina para que yo me curase.

Tuve una buena sensación. No necesitaba tener miedo. Descubrí que mi miedo es resultado de sensaciones de culpa.
Yo era una persona amargada, deprimida, enfadada con el mundo, insoportable, siempre de mal humor.
Cultivaba pensamientos y sentimientos negativos y esto alejaba, repelía la aproximación de las demás personas.
Yo tenía una opinión muy negativa sobre mí mismo y consideraba que no valía nada. Y tenía dificultades para relacionarme con las otras personas, entonces trataba de alejarme de ellas.
Yo no soportaba la convivencia con nadie y ponía barreras a cualquier tipo de acercamiento. En cuanto a la consideración por las personas, yo actuaba con arrogancia, pues había aprendido con mi padre que sólo tenían valor las personas intelectuales. Yo despreciaba, discriminaba a las criaturas sencillas".


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