Paz y salud en tu vida
por Maria Isabel Carapinha em STUM WORLDAtualizado em 09/07/2009 12:42:56
Traducción de Teresa - [email protected]
Hoy día se habla mucho de energía. Oímos decir: tal lugar tiene una energía buena, tal persona es del bien, tiene una buena energía. ¡Caramba! ¡Este lugar debe tener una buena energía, me encanta estar aquí!
Es posible cuidar de nuestra salud energizándonos, cuidando de nuestros chakras, que corresponden a glándulas y a órganos específicos.
Todo tipo de energía – sea cual fuere – es susceptible de ser transformada. Entonces, lugares energéticamente malos se vuelven buenos, tras una seria e íntegra evaluación de Radiestesia y cura. Todo ser humano es un radiestesista innato. Cuál de nosotros no ha hecho o percibido algún día una situación que necesitase ser transformada.
Vivir en una casa enferma, o sea, con energías malas, lleva a historias con final triste si no se transforman a tiempo.
Hoy contaré aquí una historia que puede servir de advertencia a muchas personas, por este mundo adelante, que sufren depresión profunda. Uno de los principales síntomas de que donde dormimos puede haber problemas energéticos es la depresión. De muy poco sirve decir a una persona en estado depresivo que tiene que ser feliz, olvidar lo que no le hace bien, salir de esa situación.
Hace unos 3 años fui llamada para una evaluación residencial en cuya historia me impliqué mucho y creo que por el desarrollo de los acontecimientos he podido evitar que algo peor llegase a suceder.
Llegué a la casa que, por cierto, algún día debió ser muy linda, pero hoy se encontraba en pleno abandono, por absoluta falta de dinero. Iba a evaluar esa casa a ruego de una amiga muy cercana, que también era amiga de la familia en cuestión.
Cuando llegué me invitaron a sentarme en la sala, con un poco de reluctancia y vergüenza al mismo tiempo, por la situación en que se encontraban. La dueña de la casa, la que más hablaba en aquel momento y que aún mantenía la esperanza de que aquella situación fuese pasajera, empezó entonces a contarme la historia de la familia.
Hacía 8 meses que se habían mudado a aquella casa y, desde entonces, todo se había puesto cabeza abajo – términos empleados por la propia dueña de la casa. El marido, que era gerente de una conceptuada empresa y proporcionaba un buen patrón de vida a toda la familia, había perdido el empleo, debido a sucesivas enfermedades; la hija mayor había caído en un estado depresivo profundo, ya no salía de casa. Lo increíble es que cuanto más permanecía en casa peor se encontraba. El hijo mayor había conseguido una beca por ser excelente en deportes náuticos, y además de la beca, tuvo el patrocinio del abuelo para convertir ese sueño en realidad.
Hice una primera evaluación de Radiestesia y encontré una serie de energías ruines en el ambiente. Había todo tipo de energías posibles de detectar en una casa; encontré energías telúricas, energías de Hartmann y energías de aire estancado. ¿Por dónde empezar?
Propuse, entonces, un trabajo semanal de evaluación y toma de decisiones. Empecé por neutralizar las energías telúricas oriundas del suelo. ¡En tres semanas ya se notaba la mejoría! Lo que me intrigaba es que medía en el ambiente una cantidad enorme de energía de aire estancado y no lograba encontrar su origen, y el motivo de la depresión de la niña era ese. Sentía que había gran necesidad de correr contra el tiempo y, como todos ellos me encantaban, pasé a vivir la historia como si fuese de mi familia, lo cual no es frecuente en mí, debido al número de atendimientos que llevo a cabo. Pero ocurre lo siguiente: el radiestesista conoce qué consecuencias pueden traer a las personas los ambientes nefastos y por eso en algunos casos nos desesperamos en correr contra el tiempo.
Véase, en este caso, ese aire estancado parecía provenir del suelo y yo no lo comprendía; había preguntado acerca de la existencia de pozos en el lugar, o la presencia de algún tipo de sótano, y nada. Decidimos, entonces, en conjunto, tomar una actitud drástica y empezar a romper el suelo en un lugar determinado del pasillo que daba acceso a las habitaciones.
Mirad, para llegar al punto de autorizar esto, podéis imaginar la situación de la familia. El albañil, incluso, fue financiado por esta amiga que me llevó allí, pues ellos estaban sin recurso económico alguno. La manutención de la casa estaba a cargo de la dueña, que era maestra de primaria, y solamente en medicinas para la hija y el marido ya se le iba gran parte del salario.
Yo, que había propuesto romper, me sentía tranquila, incluso por la práctica que tengo en Radiestesia, tratando de encontrar lo que había en aquel punto; pero pese a que por desesperación estaban de acuerdo en romper el piso, tenían algunas dudas sobre lo que yo decía.
Tuvimos que romper un buen trozo y profundizar bastante en el suelo. Después de cada día de trabajo yo iba allí a medir, verificando si se estaban acercando a la energía que buscábamos, y sí estaban… ¡y yo mandaba seguir adelante!
Así pasaron unos cinco días, rompiendo aquella zona; al sexto día, a media mañana, recibí una llamada de la dueña de la casa, que me parecía muy asustada al teléfono, rogándome que me acercase allá.
Mirad, ya he visto de todo en esta carrera mía de radiestesista, pero aquel día, os juro que mis piernas temblaron. Habían encontrado un compartimiento cuadrado, hueco, lleno de armas antiguas. El problema no eran las armas, sino el aire estancado presente en aquel compartimiento, que emitía verde eléctrico por todo el ambiente de la casa. La cara de asustados y de sorpresa de todos era tan grande, que por más que yo también estuviese sintiéndome así, quería demostrar que lo importante era acabar con aquel aire estancado, y todo llegaría a resolverse.
No interesando a nadie el origen de aquellas armas, que ya siquiera parecían armas, sino un montón de hierros oxidados, las entregaron para destrucción y el compartimiento fue rellenado con cascotes y cerrado.Pasados quince días de aquello y de la corrección, el aire estancado había desaparecido del lugar, y la energía de la casa ya se restablecía.
Poco a poco el dueño de la casa fue recuperando la salud y retomando sus actividades profesionales. La hija del matrimonio fue mejorando gradualmente de su estado depresivo, hasta estar en dos meses recuperada por completo; y la paz, la tranquilidad y la salud estuvieron de vuelta en aquella casa.
Un día, pasados muchos años desde que había ocurrido aquello, siendo tiempo de Navidades y Fin de Año, yo paseaba con mi madre en el Centro Comercial Morumbi, cuando la madre de la muchacha vino corriendo en dirección a mí; al abrazarme se puso a llorar mucho. En aquel momento no recordé de inmediato quién era, pues son muchas las historias que vivo.
Me dijo que nunca en su vida tendría cómo agradecerme la transformación que se había producido en su casa.
Me invitó a un café al día siguiente, y allá fui. Cuando llegué, empezó a contarme lo bien que estaban su marido y su hija y cómo se sentía ella con todo esto. Confieso que yo estaba un poco intrigada. ¿Me habría llevado allí solamente para decirme eso? De pronto, dice: espera un minuto que voy a buscar una cosa. ¿Sabéis qué era? Era una carta horrible, en la que su hija decía tener planes para matarse. Me quedé pasmada, nunca había leído algo así, era como los cuentos que oímos en películas… Ahora, imaginad leer semejante cosa.
Conclusión a que llegamos: la depresión de la muchacha había llegado a tal punto que esa era la única salida que ella encontraba, al verse en aquel estado depresivo.
Qué bueno que un día una amiga les ofreció una evaluación de Radiestesia y todo ha podido cambiar.
Cuento esta historia, como cada semana, demostrando la importancia de preocuparnos en evaluar la energía de nuestras casas, de nuestro ambiente de trabajo y, principalmente, de aprender Radiestesia, pudiendo con ello modificar una historia, ¡tal como yo he tenido ocasión de hacerlo con esa familia!
¡Nos vemos la próxima semana!