Pedí a Dios Alegría
por WebMaster em STUM WORLDAtualizado em 17/08/2009 08:28:32
por Jaime Benedetti - [email protected]
Traducción de Teresa - [email protected]
Dios respondió: ¡Trabaja, Planta, Cría!
Esas palabras estampaban un cartel colgado en la puerta de entrada de la fábrica de mi fallecido padre, y durante años bromeé sobre aquellas palabras mediocres pegadas en la pared. Estaba completamente seguro de que nadie leía aquello. Era ridículo y varias veces he querido arrancar el cartel de allí, pero mi padre me daría una paliza si lo supiese; si lo hiciese, entonces, me mataría. Por mucho respeto y poco coraje, nunca me atreví a hacerlo.
Mi padre siempre decía: “Lee esto todos los días, porque aún has de comprender lo que significa”.
Cuando mi padre murió asumí la fábrica, y ¿qué hice? Saqué el cartel de la puerta. ¡Fue el gesto más imbécil de mi vida!
Tuvieron que pasar años para que yo comprendiese el significado de aquellas expresiones. Tardé tanto tiempo en absorber un mensaje de vida tan importante que tuve que cerrar las puertas de la fábrica para empezar a comprender toda la verdad contenida en aquellas tres palabritas.
Durante todo ese tiempo, pedí a Dios que me diese alegría, dinero, salud, trabajo. Y por más que insistiese Él no me daba respuesta. Insistía, insistía, insistía, y nada. Simplemente, no había respuesta y si un día la hubo, no la he oído. ¿Estaría sordo? ¡Estaba sordo!
A punto de desistir, decidí hablar con Dios de forma diferente. Empecé con meditación, a corazón abierto, despojado de vanidad, de orgullo, desapegado de mi ego, pensando que así Él escucharía y respondería mis indagaciones, que eran muchas. Me pareció que podría charlar con Dios sin formalidades, como se charla con un amigo, con un hermano mayor que pudiese orientarme con su experiencia e indicarme qué camino seguir.
¡Empecé así, y me quedé sorprendido cuando Dios me contestó por primera vez!
Pregunté a Dios:
Oh mi Dios, mi Padre querido, mi amigo, ¿por qué no respondes mis preguntas? Estoy siempre preguntando y parece que no me oyes, ¡nunca respondes! ¿Por casualidad estás enfadado conmigo? ¿Habré hecho algo tan malo para que no me des atención? ¡Estoy abriendo de verdad mi corazón y ahora suplico que recibas mi voz en tus oídos!
Dios respondió:
Hijo mío, no sé por qué no me oyes. Siempre respondo a tus preguntas, todos los días, a todas horas, todos los minutos de tu vida. Me parece que tú ibas corriendo en pos de algo más importante que Yo y no has tenido tiempo de oírme. Pero nunca he dejado de oír y ayudar. No seas ingrato.
Pregunté a Dios:
Creo que tienes razón. Estoy angustiado y sin fuerzas para seguir caminando. Por eso, querido Dios, amigo mío, si es que puedo llamarte así, ¿podrías ayudarme, decirme qué hago de mi vida? ¡Estoy perdido, sin esperanza, tengo miedo, estoy desanimado por tanto intentar, intentar y no lograr salir adelante!
Dios respondió:
En todo momento estoy ayudando. Hago mi parte, pero ahora te toca a ti actuar, hijo mío. Antes de nacer, estabas conmigo y te he dejado muy claro todo cuanto habrías de hacer en tu existencia terrena. Lo estudiaste todo muy bien, leíste y releíste todas mis instrucciones y estabas de acuerdo en todo. Y al nacer has sido privado de los recuerdos acerca de nuestro trato, de nuestro acuerdo. Los has olvidado en la mente, porque he dejado grabadas en tu corazón todas mis determinaciones. Es así para todos. Es mi condición. Al fin y al cabo tú has nacido para aprender. Fíjate en que todo está trazado, tu proyecto ya está listo y tú debes tan solo elegir cumplirlo. Puedes incluso fallar en tu jornada, pero espero que lo consigas. Mejor dicho, estoy seguro de que lo conseguirás, de lo contrario, vas a volver aquí para discutir conmigo en qué te has equivocado. Y vas a renacer para que el ciclo continúe.
Pregunté a Dios:
Lo he comprendido. Pero mira, las personas me persiguen, me tienen envidia, me echan el mal de ojo, me hacen trabajos de hechizo, macumbas y las cosas no andan. Las personas quieren el mal para mí. ¿Qué te parece esto?
Dios contestó:
¿De veras crees que tu vida no avanza por eso? Las personas hacen todo eso, sí, ¿y qué? Es mejor que te envidien y no que te desprecien. Si ocurre eso es porque tú tienes algún valor. ¿O crees que alguien va a perder el tiempo en tener envidia de algún mediocre? La macumba solo afecta a quien tiene la mente débil y cree que eso le hará mal. Entonces sí que se lo hace. No son los trabajos de hechizo lo que perjudican, sino el mal que tú construyes para ti mismo en tu cabeza. Deja eso. Empuja adelante tu vida sin mirar la vida de los demás. De esas, cuido Yo. Camina firme por la vía, no hagas caso de nada y de nadie que pueda causarte miedo. Cuando llegues al obstáculo, para, mira, encáralo como una experiencia más en tu vida, y sigue caminando. Supera ese obstáculo y ve hacia el siguiente. ¿O es que crees que ya no habrá más problemas en tu vida? Si no los hay, Yo me encargaré de crearlos.
Pregunté a Dios:
Pero ¿por qué las cosas tardan tanto en suceder? ¿Por qué todo lleva tanto tiempo? Trabajo y no veo resultados. Procuro hacer cosas buenas a los demás y no veo recompensas. Es una lucha sin gloria. ¿Qué me dices de eso, Señor?
Dios respondió:
No es exactamente así como sucede. No solo para ti tardan las cosas. En realidad, no hay tardanza alguna. El problema es que tú no percibes que la vida está hecha de ciclos y todo sucede de manera preestablecida, dentro de un proyecto idealizado para toda una vida. Por tanto, el problema es que tú quieres resolverlo todo en un solo día. Quieres ser feliz, tener resultados inmediatos como en un pase de magia, despertarte por la mañana con todos los problemas resueltos. Eso no existe. Es ilusión y no puedo permitir que suceda. Si prestas atención, como es un proyecto para toda una vida, a todo momento ocurre algo nuevo, ¿o no? Ayudo en lo que puedo. Hago que la vida se ponga en movimiento, pero quien tiene que hacer que suceda eres tú. Hago que las olas se levanten, pero quien surfea es el surfista. Sin una buena tabla, o sin preparación y entrenamiento, él se caerá. No solamente Yo hago que las cosas sucedan, sino que hago esto en conjunto con mis hijos.
Pregunté a Dios:
¡Caramba, siempre he pensado que tú, Señor, nos lo resolvías todo, que si nos entregásemos en tus manos las cosas se resolverían y ya no tendríamos que preocuparnos! ¿Estoy equivocado?Dios contestó:
He creado un mundo maravilloso para que todos viváis en armonía. Os he dado inteligencia para crear, desarrollaros y crecer. He puesto todos los ingredientes para que seáis felices. Os he dado el Paraíso y un proyecto de vida para que viváis en paz. Pero ¿sabes qué hacéis con todo eso? Me dais la espalda, dais la espalda a vuestro Dios, me expulsáis del Paraíso, os volvéis hacia las cosas superficiales, me relegáis a un plano inferior, disgregáis la armonía, lucháis y os matáis, creáis guerras y discordia entre hermanos ¿y aún te parece que yo no veo cómo sucede todo eso, hijo mío querido? A esto lo llamo libre albedrío. Creo todo y lo dejo a mis hijos para que lo atiendan. De lo que veo hoy, algunas cosas me agradan y otras no, y así es como un Padre ve a los hijos. Él los ama sin distinción, con todas sus virtudes y todos sus defectos. ¡Yo soy el Padre, tan solo el Padre!
Como Padre, hago que las cosas sucedan juntamente con mis hijos. Por tanto, recuerda siempre:
Cuando pidas a Dios que te dé alegría,
Dios responderá: ¡Trabaja, Planta, Cría!