Perder la razón
por WebMaster em STUM WORLDAtualizado em 12/08/2010 07:05:25
por Maria Silvia Orlovas - [email protected]
Traducción de Teresa - [email protected]
Dudo de que alguien en su sana conciencia quiera airarse mucho, o maltratar a alguien. No obstante, muchas veces, lo hacemos. Acabamos procediendo de forma impulsiva y dando rienda suelta a una malísima energía, que es la ira, y perdiendo la razón.
Otro aspecto de esta cuestión, son los sentimientos contenidos. Porque no basta no demostrar un enojo y quedarnos con el odio estallando dentro de nosotros. Es preciso, de alguna forma, no sentir la ira, hemos de conseguir estar bien, incluso cuando nos enfrentamos a cosas pesadas y negativas. Por cierto, cuanto más pesada sea una cuestión, más deberíamos conseguir quedarnos fuera de los ataques de ira. Pero ¿cómo conseguirlo, si las reacciones de enojo son altamente impulsivas? ¿Cómo dominar los instintos?
Naturalmente, la respuesta es calmar las emociones y serenar el deseo de venganza, y eso no es una cosa fácil de hacer. Trabajando con Terapia de Vidas Pasadas, digo esto con bastante seguridad, porque veo innumerables casos de personas que enfrentan ese tipo de desafíos vida tras vida. El fracaso en el sentido del controlar la ira y, con ello impedir actos negativos, viene siendo uno de los muelles propulsores de innumerables encarnaciones rodeadas de odio. Pero tal como enseñan los Seres de Luz, en un determinado momento, ese círculo vicioso debe ser roto, y ese cambio depende de nosotros. Depende de nuestras actitudes y de la toma de conciencia. Porque nadie cambia un rasgo de carácter de la noche para el día. Muchas veces, aun teniendo conciencia de que estamos equivocados no logramos cambiar, porque hay algunas fuerzas que son poderosas.
Vi en historias de Vidas Pasadas que junto a las personas implicadas en debates, gritos y discusiones, permanecen varios espíritus obsesores cobrando débitos. Almas aflictas que se complacen en nuestro sufrimiento, porque se sienten en el derecho de cobrar. Energías que quieren vernos sufrir y pagar con cada uno de nuestros deméritos. Pero ¿es preciso que sea así?
En todo, hay una sintonía, una fuerza; cuando no tenemos conciencia actuamos por instinto, pero a medida que adquirimos luz, calmamos nuestros pensamientos y emociones, las cosas van serenándose dentro y fuera de nosotros. Es muy común que una persona que se encuentra en la condición de víctima de una historia, se convierta en el verdugo por perder la razón.
Este es el caso de Adriana, mujer de mediana edad, casada por segunda vez. Acudió a mí debido a su relación fatigosa y tumultuada con su hija. Ya en la primera sesión apareció una vida en que las dos habían sido hermanas y competían por el amor del mismo hombre. Como ella murió en la creencia de que su hermana había traicionado su confianza, el odio se adueñó de ella y en varias vidas que siguieron esta mujer, de índole pacífica, fue cruel con las personas, pesada en el enjuiciamiento; y en varias situaciones en que podía haber perdonado quiso tomar la justicia por su mano. En otra vida, había sido monja y en la tentativa de purificar su energía, descubrió las oraciones, pero como contrapartida se volvió radical, perfeccionista, exigiendo de sí misma y de los demás una postura siempre honesta y correcta. Una vez más olvidó cómo perdonar y ponerse en el lugar del otro para intentar comprender actitudes equivocadas.
Adriana estaba sufriendo en demasía debido a su forma de ver la vida, tranquila con los extraños, pero en casa su vida era un infierno, y cuanto más ella quería encaminar, enseñar a la hija, más la ira se adueñaba de la relación. El alivio se produjo cuando la hija se marchó a vivir fuera. Muchas veces alejarse de la provocación es una bendición. Tenemos que dejar de lado el deseo de corregir a los demás. La ira acumulada nos transforma en justicieros implacables.
Conocer la fuente de la ira ayudará mucho en la cura de este estado maligno. Todos nosotros estamos en este mundo para perfeccionarnos. Claro que hemos de defendernos, saber colocarnos, pero no es preciso usar de violencia. Como dice el refrán: si rebatimos el mal con más maldad, acabaremos todos ciegos, sordos y mudos...