Perseverancia: cómo generar energía para continuar
por Bel Cesar em STUM WORLDAtualizado em 02/06/2012 09:36:21
Traducción de Teresa - [email protected]
La vida es complicada. Cuando superamos un reto, surge otro a continuación. Siempre encontraremos dificultades y probablemente fallaremos innumerables veces, pero si somos perseverantes y sinceros en nuestro propósito de vida, las dificultades no representarán un obstáculo. Con perseverancia podemos seguir adelante, sabiendo que es posible hacernos personas mejores, más flexibles y disponibles para ayudarnos a nosotros mismos y a los demás.
Cierta vez, Lama Gangchen nos dijo espontáneamente: Esfuerzo sin perseverancia, cansa. El esfuerzo debe, por tanto, ser consciente. Es preciso saber a dónde nos dirigimos.
Según el budismo, la perseverancia es una virtud, resultante del desarrollo de la generosidad, de la disciplina y de la paciencia.
Con la práctica de la generosidad perdemos el temor a comunicarnos y nos abrimos a la vida. Con disciplina superamos el miedo a actuar y nuestros actos se vuelven claros. Por medio de la paciencia conquistamos la seguridad necesaria para continuar sin mirar atrás.
No basta la intención de mantener una gran fuerza de voluntad para tener perseverancia. La capacidad de continuar siendo determinados se mantiene activa con la maduración de estas tres habilidades.
“Nunca nos cansamos de las situaciones cuando nuestra energía es alegre. Si estamos completamente abiertos, plenamente despiertos para la vida, nunca tendremos un momento aburrido, dice Chögyam Trungpa en su libro Más Allá del Materialismo Espiritual. (Ed. Cultrix)
La perseverancia está basada en la alegría de poder mirar dentro de nosotros con espacio, disposición y compasión, es decir, aceptando el proceso de cambio que nos libertará de patrones negativos de apego, ignorancia, avidez, orgullo, envidia y celos.
Las etapas para desarrollar la perseverancia son:
1. Rescatar la generosidad para con nosotros mismos. Cultivar la generosidad con uno mismo es darnos una nueva oportunidad para recuperar nuestras fuerzas. Como, por ejemplo, respondiendo a la siguiente pregunta: ¿Cómo puedo amarme, aun no siendo amado? Cultiva la idea de que tú eres capaz de levantarte por tus propios esfuerzos.
2. Disciplina para cultivar la aspiración de ser quién deseas ser. Déjate inspirar por el aliento de aquellos que ven lo positivo cuando tú has perdido la clareza. La aspiración es la base de nuestra motivación. Inicialmente, necesitamos despertar el deseo de ser tal como aquellos a quienes admiramos, para entonces reconocer que ya poseemos el mismo potencial que necesita ser desarrollado. Como el arco y la flecha. La motivación es la dirección a donde dirigimos la flecha; la aspiración es la fuerza que empleamos para tensar el arco.
3. Paciencia para mantener la mente ligada a la motivación, sin atenerse a resultados inmediatos. No te dejes llevar por las preocupaciones que no puedes resolver ahora. Y procura no exponerte mientras no estés preparado. Reconocer nuestros límites y respetarlos asegura nuestra energía vital.
No debemos confundir el cansancio físico y mental con nuestra auto-imagen. Podemos estar desanimados por falta de energía vital, pero eso no significa perder la perseverancia. En tal caso, solo hay que descansar.
Alimentarse bien y dormir, y la confianza para seguir adelante será recuperada.
Antes de cualquier expectativa de realizaciones rápidas, hemos de reflexionar que nadie es perfecto desde el principio.
Ser capaz de volver al Cero y recomenzar puede ser muy estimulante. Pues, cuando tenemos la sensación de que ya lo sabemos todo, paralizamos nuestro aprendizaje.
La sensación de estar comenzando algo nuevo es refrescante, puesto que hay curiosidad y disposición.
Nunca abandones. A veces nos atrapa el miedo a lo desconocido y abandonamos en el momento más intenso de nuestra jornada, justamente porque presentimos que lo que está para suceder es real.
Gueshe Kelsang Gyatso resalta: No basta ser inteligente. Es preciso tener perseverancia. Sin esfuerzo, aun teniendo sabiduría, no seremos capaces de concluir nuestra práctica espiritual. Por ejemplo, si un pasto seco se prende fuego, con el viento arderá toda la montaña. El fuego es la inteligencia y el viento la energía de la perseverancia. Por tanto, es preciso añadir energía a la inteligencia para que ésta se expanda (Camino Alegre de la Buena Fortuna. Ed. Tharpa Brasil).
Meditación
En una postura de meditación, mantén la columna erecta, pero no tensa. Lo importante es que te sientas cómodo.
Con las manos sueltas sobre el regazo, descansa la derecha sobre la izquierda, teniendo unidas las puntas de los pulgares.
Evita mantener los brazos pegados al cuerpo. Deja que el aire circule por debajo de ellos. Esto ayuda a no tener sueño durante la meditación.
Mantén los ojos cerrados si esto ayuda a concentrarte mejor.
Suelta el maxilar y mantén los labios ligeramente unidos.
La lengua está relajada, tocando el cielo de la boca justo por detrás de los dientes superiores. Esto reduce el flujo de saliva y de esa forma la necesidad de tragar, pues esos son obstáculos para la concentración.
Tu barbilla queda ligeramente inclinada hacia abajo, en dirección al corazón.
Concéntrate en el movimiento de subir y bajar de tu abdomen. Siéntete bien sentado, sostenido por la tierra, al mismo tiempo en que la cabeza está conectada con el cielo.
Déjate relajar durante algunos instantes.
Ahora, recuerda el propósito de esta meditación: rescatar tu capacidad de perseverancia para llevar a cabo tu propósito en esta vida.
Haz un análisis sincero de lo que te está dando fuerzas y lo que está consumiendo tu energía en este momento. Compárate con épocas pasadas.
Ahora, piensa en las cualidades de tu maestro o de personas a las que admiras. Procura acordarte de alguna situación difícil que hayan pasado. Recuerda cómo reaccionaron y cómo salieron de aquella situación. ¿Cómo podrías tú aplicar el ejemplo de esa persona en tu situación actual?
Mírate ofreciéndote a ti mismo una nueva oportunidad. Percibe que tu disponibilidad para actuar es, en sí, una acción transformadora.
Respira profundamente, y cuando te sientas preparado, elige una espiración y abre los ojos.