¿Por qué aceptamos que alguien nos trate mal?
por Bel Cesar em STUM WORLDAtualizado em 29/08/2010 10:37:04
Traducción de Teresa - [email protected]
Cierta vez, dije a Lama Gangchen Rinpoche: Esta vez quiero mirar la negatividad de frente. No voy a negarla. Él, entonces, me contestó: Mirar es bueno, pero no la toques. Es como cuando miras el noticiero en la TV. Ves la negatividad, pero no permites que ella entre en tu casa. Puedes encarar la negatividad de frente, pero no dejes que ella entre en tu mente.
La mayor parte de los mensajes de nuestra sociedad contienen ideas destructivas y negativas. Basta poner la TV en cualquier noticiero para acordarnos de lo peligroso que es el mundo. En la tentativa de protegernos contra las amenazas cotidianas, vamos quedando acorralados o incluso volviéndonos igualmente perversos como el ambiente hostil que frecuentamos. Mantener la mente limpia es un desafío que requiere reflexión constante para no permitir que informaciones o puntos de vista negativos de otras personas influyan sobre nuestra mente.
Lama Gangchen Rinpoche nos advierte: No debemos seguir a profesores negativos o comprar informaciones negativas en el supermercado de los pensamientos. En otras palabras, Marie France Hirigoyen, autora del libro Assédio Moral (Acoso Moral) (Editora Bertrand Brasil) nos recomienda reconocer las características de los comportamientos perversos para no dejarnos llevar por ellos.
No obstante, no es tan sencillo ni fácil reconocer un comportamiento perverso. Marie France aclara: Los pequeños actos perversos son tan corrientes que incluso parecen normales. Empiezan con una simple falta de respeto, una mentira o una manipulación. Esto no nos parece insoportable, a menos que seamos directamente afectados. Si el grupo social en que tales conductas aparecen no se manifiesta, éstas se transforman progresivamente en conductas perversas ostensivas, que tienen consecuencias graves sobre la salud psicológica de las víctimas. No estando seguras de ser comprendidas, éstas callan y sufren en silencio. ¡Una vez que hemos aprendido a mirar los malos tratos como algo aparentemente normal, y, por tanto, teóricamente aceptable, ni siquiera pensamos que pueda ser posible y saludable desvencijarnos de tales malos tratos!
A fin de cuentas, ¿por qué aceptamos que alguien nos trate mal? Porque dudamos de nuestra propia sanidad mental. En este sentido, saber acerca de uno mismo, es decir, conocer nuestro potenciales, recursos y limitaciones, es la base de nuestra seguridad interna.
Todos nosotros ya sabemos que vivimos en un mundo hostil, pero es preciso conocer cómo no caer en las armadillas de la hostilidad ajena. Tenemos que animarnos todo el tiempo para no seguir la negatividad, especialmente si estamos rodeados de ella. Al igual que escribe Lama Gangchen Rinpoche, en su libro Ngelso Autocura Tántrica III (Editora Gaia): el único mensaje que recibimos de los demás es: 'No me molestes'. Por eso, es preciso que tengamos un fuerte refugio interior, impenetrable a las influencias ajenas.
Para mejor responder a la cuestión de por qué aceptamos que alguien nos trate mal, vamos a conocer las artimañas del comportamiento de quien nos trata mal. Una característica común a todo comportamiento perverso es impedir al otro pensar, para que no tome conciencia de su proceso de dominación – él crea fragilidad a fin de impedir que el otro pueda defenderse.
Marie France Hirigoyen aclara: Entre parejas, el movimiento perverso se instala cuando lo afectivo falla o, entonces, cuando hay una cercanía excesivamente grande con el objeto amado. Exceso de cercanía puede dar miedo y, exactamente por eso, lo que va a ser objeto de la mayor violencia es lo que hay de más íntimo. Un individuo narcisista impone su dominio para controlar al otro, pues teme que, si el otro está demasiado cerca, pueda llegar a invadirlo. Se trata, por tanto, de mantenerlo en una relación de dependencia, o incluso de propiedad, para comprobar la propia omnipotencia. El compañero, sumergido en la duda y en la culpa, no logra reaccionar.
Por eso, aquí va el primer consejo para impedir que alguien te haga daño: No aceptes críticas unilaterales. Nadie es totalmente responsable por una situación-problema. Por tanto, no asumas para ti toda la 'culpa', creyendo que de esta forma podrás aliviar la tensión presente.
En esos momentos ayuda recordar que el origen del comportamiento perverso está justamente en el hecho de que la otra persona no quiere asumir la responsabilidad de sus actos. Por tanto, al asumir lo que incumbe al otro, estamos alimentando su comportamiento hostil.
Otra artimaña del comportamiento perverso consiste en rehusar una comunicación directa. Marie France Hirigoyen alerta: El compañero se ve obligado a hacer las preguntas y a dar las respuestas y, caminando a descubierto, evidentemente comete errores que son captados por el agresor para enfatizar la nulidad de la víctima. Por tanto, si percibes que andas hablando solo en una relación a dos, es momento de detenerte y preguntar si vale la pena ajustarse a tal comportamiento. Puesto que es auto-destructivo.
A estas alturas, ya hemos comprendido que quien nos trata mal no está receptivo para una conversación, ya que esto significaría el final del conflicto, lo cual le impediría extravasar su agresión. Por lo tanto, es importante tener en cuenta los costes y beneficios de tal relación. En este sentido, en vez de lamentarnos ¡Suéltame!, podemos decir: ¡Yo te suelto! Para tanto, tendremos que hacernos conscientes tanto de nuestras limitaciones como de nuestros recursos para, paso a paso, soltarnos de la creencia de que estamos presos a una posición sin salida. Aunque los otros nos traten mal, ¡podemos tratarnos bien!
En la medida en que cultivamos una certidumbre interna inquebrantable de no querer envolvernos más en relaciones destructivas, desarrollamos amor y gentileza – una energía positiva interior impide a nuestros enemigos o seres malignos causarnos daño, pues necesitarían apoyarse en alguna negatividad nuestra para ello.
Tal como aconseja Lama Gangchen Rinpoche: La cosa más importante del mundo es no abandonar nunca nuestro corazón acogedor, incluso frente a una amenaza de muerte, pues ese es nuestro verdadero y eterno amigo.