¿Por qué estamos confusos e inquietos?
por WebMaster em STUM WORLDAtualizado em 27/05/2013 06:58:58
por Flávio Bastos - [email protected]
Traducción de Teresa
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"En medio de la confusión se encuentra la sencillez. A partir de la discordia, se encuentra la armonía. En medio de la dificultad reside la oportunidad". (Albert Einstein)
El amanecer del tercer milenio envuelve el planeta Tierra con su manto de luz. Energía renovadora que comienza, lentamente a alterar la realidad de un mundo de Pruebas y Expiaciones hacia un mundo de Regeneración Espiritual.
Sin embargo, este lento proceso no ocurre aleatoriamente, como si el hombre no fuese un agente de este cambio, o sea, una importante pieza en el mecanismo de la alteración consciencial programada para la humanidad terrena.
Si todo es energía, es natural que la fase de transición que experimentamos en este momento esté actuando sobre el individuo en el sentido de presionarlo para adecuarse a las exigencias de un modus vivendi inédito para el hombre y su planeta.
En tal sentido la Nueva Era, o Era de la Luz, sutilmente ejerce su presión sobre la población de la Tierra. Y como todo cambio exige un tiempo de adaptación a la nueva situación, el hombre manifiesta los síntomas de la transición energética que afecta a un número incalculable de personas, síntomas de efectos psicofísicos, como la confusión mental, insatisfacción, irritabilidad, rebelión, perplejidad, dolor de cabeza, taquicardia, dolores de difícil diagnóstico, angustia, ansiedad y preocupación exagerada, entre otros.
Por otra parte, sentimientos antagónicos que marcan presencia en las relaciones interpersonales, como resentimiento y gratitud, rechazo y acogimiento, o justicia e injusticia.
Ingredientes psicofísicos y emocionales de una "receta" que prepara al hombre del tercer milenio para la práctica de valores éticos, aplicables en la construcción de una nueva sociedad mundial. Proceso que llevará al individuo a encontrar la salida de la crisis ético-moral que interfiere en su andadura evolutiva.
Por tanto, la confusión o la inquietud que experimentamos, no es más que el resultado de nuestros cuestionamientos y reflexiones actuales respecto del mal que reside en nosotros mismos, y que ha venido multiplicándose y mostrando sus caras durante los milenios de existencia de la humanidad.
En esa dirección, la Era de Cristal estimula al individuo dotado de inteligencia a revisar conceptos, valores y creencias. A traslucir su alma como identidad de su verdadero yo. Esencia perdida en el laberinto de los tiempos y sofocada por las exigencias de un ego centralizador.
El hombre se encuentra confuso e inquieto porque se siente presionado para reaccionar a un "estado de cosas" generado por la acomodación. Condicionamientos atraillados a un modelo conductual alienado de su esencia. Y como "el agua no se muda en vino", según el dicho popular, el proceso que se inicia exige de los humanos de la Tierra una percepción apurada para que el individuo, poco a poco, se haga con el conocimiento que los cambios proporcionarán a la sociedad terrena.
Vivimos, por tanto, el comienzo de una nueva era para la humanidad. Cambios que alterarán el curso de la historia, en que la conciencia será ensanchada para que el hombre perciba el verdadero significado de la vida en una sociedad cuya meta es la promoción del bien común y del bienestar entre las gentes.
En esta lógica, la experiencia ha demostrado al hombre que todo cambio remueve acomodaciones y condicionamientos. Es decir, provoca dudas, inquietudes, renuncias, elecciones y somatizaciones en el cuerpo físico. Es justamente lo que estamos experimentando de forma global, a medida en que la fase de transición energética se verifica en todos los rincones del planeta Tierra. Y el hombre, al sentirse presionado para acompañar la alteración energética del mundo, siente los efectos de esta presión en los campos mental, emocional, físico y espiritual. Es el "tributo" de quienes pasan por la actual fase transitoria del planeta.
No obstante, pese a que el hombre se siente confuso y hasta perdido en un laberinto repleto de indagaciones acerca de su futuro, esta inédita experiencia, basada en síntomas y sensaciones, habrá llegado a su fecha de caducidad cuando alcance un más alto nivel de lucidez como resultado de sus decisiones en pro del bien común, lo cual llevará un considerable tiempo terreno para que la humanidad alcance este nivel evolutivo.
Tal proceso exigirá del hombre una selección natural basada en la ley universal del progreso, que nos orienta sobre la unión y separación de espíritus según el criterio de afinidad vibratoria. Realidad que exige del individuo, que vive este momento, un esfuerzo en el sentido de afinar la percepción de sí mismo inserido en un megacontexto de significativos cambios para su mundo.
