POR QUÉ SUFREN LOS NIÑOS... - Parte I
por WebMaster em STUM WORLDAtualizado em 24/09/2015 10:24:23
por Maísa Intelisano - [email protected]
Traducción de Teresa - [email protected]
Todos los días lo mismo… Basta poner la TV o abrir el periódico para ver noticias como: criatura asesinada, criatura violada, criatura abandonada, criatura muriéndose de hambre, en guerras, en ataques de furia o locura, criaturas secuestradas o explotadas, criaturas maltratadas, criaturas sufriendo…
Titulares como estos se publican todos los días y nosotros simplemente no somos capaces de comprender por qué seres aparentemente puros e ingenuos que, muchas veces, ni siquiera han tenido oportunidad de vivir, sufren tanta violencia. Nos sentimos indignados e impactados ante algo tan inexplicable.
¿Dónde está Dios que no ve todo eso? ¿Por qué no evita todas estas tragedias e injusticias? ¿Por qué no salva a estos inocentes? ¿Por qué no castiga a los culpables?
No parece tener lógica. Y no teniendo lógica, nuestra fe se resquebraja y pasamos a echar la culpa también a Dios, de lo que no entendemos. Con la fe resquebrajada y sin poder entender, nos sentimos indignados, impotentes y nos sublevamos.
De hecho, si limitamos nuestra perspectiva y análisis al aquí y ahora, no encontramos explicaciones para cosas como estas, simplemente porque la explicación no está en el presente, no está en la vida de hoy. Nuestra lógica limitada no puede explicar por sí sola hechos como estos, pues hay agravantes invisibles, imperceptibles, que interfieren directamente sobre lo que vemos, que no es más que el resultado parcial de la combinación de una serie de variables que no podemos detectar de inmediato.
Lo que escapa a nuestra visión, y por lo tanto, a la lógica, es que los críos son ante todo espíritus que ya vivieron miles de veces, en las más diversas circunstancias, y que podrían contar las más increíbles historias. Espíritus que, como nosotros mismos, ya cometieron errores y aciertos, ya amaron y odiaron, ya fueron felices e infelices. Espíritus que renacen para la vida carnal a fin de poder continuar su andadura evolutiva.
De infantil sólo tienen el cuerpo, el cerebro, la materia física, pues el espíritu trae, en su memoria más profunda, todo lo que ha vivido a través de los tiempos, en busca de la misma evolución que todavía anhela. Lo infantil está solamente en el cuerpo, que necesita crecer y madurar para poder manifestar, nuevamente, en plenitud, la índole más íntima del espíritu que lo anima.
Es preciso que comprendamos que nadie nace inocente o puro. Todos renacemos marcados por nuestras propias experiencias pasadas y son estas marcas lo que determina parte de nuestra historia aquí en la Tierra. La otra parte es determinada por nuestras propias decisiones, pensamientos y sentimientos, que también son influenciados por nuestras memorias, aunque inconscientes.
Dios no se equivoca, no comete injusticias. ¿Cómo podría permitir que criaturas inocentes sufriesen, injustamente? No tiene sentido, si creemos en un Dios infinitamente sabio, justo y bueno. Y ahí es donde nuestra lógica se confunde y necesita buscar otra explicación.
Es preciso aprender a vislumbrar en cada niño el espíritu que en él vive, mucho más antiguo que el cuerpo que habita. No hay pureza, no hay inocencia, no hay ingenuidad. Hay tan sólo una conciencia, un ser divino intentando alinear su existencia al flujo del Amor que todo lo mantiene. Y esta conciencia trae, en sí misma, los determinantes de su historia. La violencia y la desatención que sufre forman parte de su terapia espiritual, de su programa de vida, cuidadosamente diseñado para propiciarle el aprendizaje y la renovación necesarios.
No hay injusticia, a no ser en nuestras propias mentes, que se niegan a mirar más allá. No hay error, a no ser en nuestra propia interpretación de los hechos, que considera solamente aquello que puede ver y analizar según sus limitados criterios éticos.
Nada pasa desapercibido para Dios y no es necesario que nosotros, imperfectos y limitados, nos indignemos con el sufrimiento de los niños del mundo. Dios está al mando y permite que este sufrimiento se produzca para que estos espíritus, en cuerpos de niños, puedan dar otro paso adelante en su jornada espiritual, y para que nosotros, ciegos e ignorantes, seamos incomodados en nuestra lógica y nos pongamos a repensar nuestros conceptos, procurando ver aquello que sólo puede ser visto con el corazón.